La paz también se enseña
El CEO de la firma de motos eléctricas Velca reflexiona sobre la necesidad de crear agentes de paz y cómo el amor puede convertirse en una de las armas más ponentes del planeta
Escribo este texto con el Himno de la Alegría de fondo. Esta semana he vivido entre el barullo tecnológico del Mobile World Capital en Barcelona y el lamentable conflicto entre Rusia y Ucrania que he seguido atentamente desde el móvil.
¿Es más fácil matar a miles de personas y gastarse miles de millones en armamento militar que simplemente amar, perdonar y entenderse? Desde luego el sentido común sigue siendo el menos común de los sentidos.
Durante parte de mi vida profesional dediqué mi tiempo a formar a jóvenes en desarrollo de la paz. Sí, en paz que es simplemente amar el mundo. Amar la naturaleza de cada región y por supuesto a sus personas.
Estuve casi 3 años en una organización llamada Aiesec, la red de jóvenes más grande del mundo que genera impacto positivo en las sociedades a través de experiencias de voluntariado internacionales. Tuve el honor de ser elegido Vicepresidente de esta organización en 2015-2016 y sigo hasta el día de hoy implicado como miembro del Consejo Asesor.
Esta organización me cambió la vida y considero que cada uno de los aprendizajes que pude disfrutar deberían salpicar las estrategias educativas de todos los países.
Aiesec nació al finalizar la Segunda Guerra Mundial con el propósito perpetuo de alcanzar y proteger la paz además de impulsar un mejor entendimiento entre culturas. Básicamente los fundadores querían evitar otro conflicto mundial.
Lograr la paz y el pleno desarrollo del potencial humano. ¿Qué mejor propósito puede existir? Si los jóvenes descubren la mejor versión de sí mismos desmontando prejuicios y participando en actividades que contribuyan a crear un mundo mejor estaremos formando un ejército de agentes de paz que protegerán la paz en la calle, en las oficinas, en las escuelas, en el trabajo e incluso en los gobiernos.
Un agente de paz es alguien capacitado para proteger pacíficamente su entorno, una persona con ganas de crear un mundo más justo y no conformarse con la situación actual que vive. Alguien lleno de luz en la constante búsqueda de la excelencia y de su mejor versión y la de su entorno más cercano.
Considero que hay dos grandes campamentos de entrenamiento para formar un agente de paz. El primero es viajar y el segundo el voluntariado.
Viajar no es estar en un hotel de 5 estrellas con una gran piscina y una pulsera de "bebe los mojitos que quieras". Viajar debe ser salir de nuestra zona de confort. Conocer otro país, pero no de una forma turística, sino de una forma integradora, es decir, intentas formar parte de esta nueva cultura.
Viajar debe abrirte la mente, el cómo piensas y ves las cosas. Es algo que definitivamente te hace crecer como persona.
Por otro lado, el voluntariado representa nuestras ganas de compartir y de contribuir a mejorar nuestro propio entorno y el de los que más lo necesitan. Ejemplifica en gestos el amor por los otros que solo puede expresarse con acciones que generen impacto real en las personas.
Cuando eres voluntario, tienes la capacidad de llevar más allá todas tus palabras para convertirlas en una acción concreta y es que el voluntariado no se puede quedar solo en palabras. La verdadera empatía se demuestra no sólo cuando te pones en el lugar de los demás si no cuando haces algo para que se sienta mejor.
El voluntariado es una misión de paz en la que se lucha con bombas de ayuda sincera y te responden con miradas que son misiles de agradecimiento.
Hay un arma mucho más potente que cualquier bomba nuclear. El amor. De esto tenemos munición infinita. Disparemos.