Socialicemos
El presidente de la Asociación Galllega de Sumilleres reflexiona sobre el vino como agente socializador y cómo el conocimiento de su origen resulta importante para poner en valor maravillosas zonas de nuestra tierra, sus historias y sus gentes
Hace días hacia una cata comentada para 150 personas en A Teixeira con los vinos de esta fantástica zona.
Me pareció fantástico ver como allí se mezclaban aficionados al vino, viticultores y viticultoras que llevan toda una vida sacando los mejores frutos de sus viñas e incluso personas a las que el vino no le resultaba demasiado interesante.
Al final creo que el vino (cuando lo alejamos de los circuitos profesionales) es un motivo social.
Allí entendía que se mezclaban personas para los que el vino es una forma de vida con otras para las que no es importante si hay vino o no.
Eso me hace reflexionar una vez más en la necesidad de dejar de creer que saber sólo de vino es importante.
Sin embargo, cuando empezaba a explicar por qué A Teixeira es especial, por su orografía, por su suelo, por su microclima, las personas que allí estaban, winelovers o no (si se me permite el anglicismo) comprendían la importancia de poner en valor una zona, y se sentían orgullosos de pertenecer a ella.
Qué maravilla de público que hacía justicia a una zona que me dejó enamorado desde el principio por su paisaje y por sus vinos.
Es de esos sitios que abandonas con una sensación extraña, de pertenecer un poquito a ellos, y con resaca emocional de sentir que de alguna forma te han atrapado para siempre.
Es cierto que me sucede alguna vez. Soy muy afortunado por poder visitar distintos rincones de Galicia ofreciendo catas y cursos y no consigo dejar de enamorarme.
Hace bien poco hacía una cata en una Carballeira en la feria del vino de Vilachá. No puedo quitarme de la cabeza la belleza de esta feria. Abren las bodegas del pueblo que se dice pueden ser las más antiguas de la península y puedes recorrerlas tomando vinos de la zona e incluso algún bocado de productos locales. Todo esto acompañado de vino, música tradicional y baile.
Me perdí en su entorno de nuevo, y llegué a la conclusión de que paisajes tan bonitos es imposible que no hagan grandes vinos.
Esta feria era una simbiosis entre fiesta popular y modernidad. Todo estaba cuidado al máximo. Cuando todo parecía que era improvisado y totalmente libre y desenfadado había un gran trabajo de organización y gestión detrás. De ahí su éxito, y su capacidad de convertir en felicidad la visita de la gente que allí acudió.
Es increíble ver cómo hay gente respetando la tradición y consiguiendo plasmarla en 2022 sin que quede obsoleta. Al contrario, hace entender la cultura de una zona cambiando solo lo justo para que pueda seguir haciendo de esta algo social. Y seguimos en lo mismo, "lo social".
Soy un loco del vino y me he dado cuanta de que bebo poco solo.
Todas estas reflexiones que hago a menudo me hacen sacar conclusiones a veces encontradas.
La primera es que no me gusta beber si no es con la posibilidad de compartir una botella y sobretodo una charla y unas conclusiones sobre ella.
Por otro lado, el vino se está convirtiendo en un escaparate para ser guay. Beber según qué botella delante de otros parece que te cubre de un halo de éxito y esnobismo.
Creo que esto último es la antítesis a lo que el mundo del vino es y ha sido durante siglos. Aunque también es cierto que en civilizaciones antiguas como Roma o Grecia el vino era un indicador de clase social así como en alguna de ellas la cerveza era para clases más desfavorecidas. Quizá por esto se beba más cerveza que vino en la actualidad.
Porque no hace falta tener ningún conocimiento y solo disfrutar y socializar.
Por eso quiero agradecer a estos dos pueblos que han querido respetar su cultura, y ponerla en valor socializando.
Y que además se han convertido en dos sitios por los que no podré evitar suspirar cuando pase cerca o escuche sus nombres