Las trabajadoras del hogar han ocupado en los últimos meses decenas de titulares en los medios de comunicación. Una sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, y gracias a la lucha de una gallega y su abogado, ponía de manifiesto que la normativa española era discriminatoria hacia este colectivo (de nada menos que 400.000 mujeres en todo el territorio nacional), y obligó al Gobierno de España a brindar lo que era justo para ellas: tener la posibilidad de estar amparadas ante una situación de desempleo. Simplemente, como el resto de trabajadores por cuenta ajena.
El logro no es menor, y sin embargo, su situación laboral sigue estando lejos, en muchos aspectos, de lo que recoge la ley para el resto de profesionales. Habrá que seguir dando pasos para conseguirlo, porque es de justicia y porque estas mujeres, tratadas durante tanto tiempo como trabajadoras de segunda, constituyen un pilar fundamental para la economía y para el bienestar de miles de familias.
Un amigo, que perdió recientemente a su madre, se refirió a las personas que habían cuidado de ella durante los últimos años como ángeles de la guarda. Nada menos… Y es que para muchas familias, estas mujeres excluidas del Derecho Laboral hasta hace muy poco son, en ocasiones, las protectoras de lo que más queremos. Nuestra casa y su buen funcionamiento, nuestro trabajo (su presencia nos permite llegar a tiempo a la oficina), nuestros hijos… todo ello en sus manos. Una labor que si bien no está aún justamente reconocida por el Estado y sus normas es vital para tantos y tantos hogares.
Empleadas de hogar en un lado y familias en el otro
No pongo en duda que legislar en una situación singular como esta no es sencillo, adaptar la ley del trabajo al entorno del hogar, con tareas que a veces rozan los ámbitos de la salud y la educación (en el caso del cuidado de personas enfermas o niños) no debe ser tarea fácil. Así, el propio Ministerio de Trabajo y Economía Social lo llama "Sistema Especial". Pero entonces, no traten a las familias como empresas, porque no lo somos.
Leyendo documentación sobre el Real Decreto que permitirá a las empleadas de hogar cotizar por desempleo en España a partir del próximo 1 de octubre, encontré un texto que llamó mi atención: “Se mantiene la reducción de un 20% en la aportación empresarial a la cotización por contingencias comunes correspondiente a este Sistema Especial”.
Aquella frase, sumada al espacio existente en las nómina de las empleadas de hogar para su firma en el que pone “la empresa” confirmó algo que muchas familias empleadoras sentimos muchas veces: no somos ninguna empresa. No sabemos hacer nóminas, ni sabemos cuánto es la cotización por contingencias comunes, y otros tantos detalles que se nos escapan. Así, al coste de la cuota de la Seguridad Social como empleadores, muchos hogares (sí, con la inflación y la energía como están) debemos de sumar también el gasto de una gestoría que nos ayude a ser esas empresas que dicen.
Otorgar a las trabajadoras domésticas todos los derechos con los que cuentan el resto de profesionales es imprescindible. Hacerlo sin ahogar a las familias, también.