Soy mucho más imperfecto que perfecto ya que no considero que tenga ninguna cualidad que se acerque tan solo un poquito a la perfección. Fallo más que acierto y cuánto más fallo paradójicamente más acierto. Un día de errores habitualmente es un día de crecimiento.
Me arriesgo. Creo que arriesgarse supone perder el control momentáneamente pero no arriesgarse nunca supone estar completamente perdido.
Tengo grandes referentes. Mi madre, mi padre. Trato de ser mejor cada día pero sin sentirme ni por un segundo el mejor. Supongo que por eso, tampoco tengo tanto miedo a fallar. Reconocer mis limitaciones, mis debilidades, mis múltiples defectos es lo que me hace progresar. Obviarlas supondría no entenderme. Ni saber quién soy ni a dónde puedo llegar.
En ocasiones, sentimos que la vida se nos escapa. Vivimos esperando el momento perfecto y no nos damos cuenta de que podemos hacer perfecto cualquier momento.
Demasiado tiempo esperando y demasiado tiempo buscando. Algún día encontraremos lo que buscamos. O quizá no. Quizá encontremos algo mejor. Algunos piensan que la felicidad plena es una cualidad evasiva. Si la buscas, no la encuentras. Hay que disfrutar el proceso. Vivir es lo que sientes ahora. No se trata de la búsqueda de la felicidad si no de la felicidad de buscarla.
Dejemos de esperar. Hagamos aquello que nos acelere el corazón. Normalmente esa vibración es lo que vale la pena hacer. Tomemos riesgos, con miedo o sin él pero no tengamos miedo a perder. No renunciemos al derecho de vivir emociones que sólo podemos sentir tomando riesgos. Si no nos atrevemos a nada al final de la vida, nada es lo que habremos conseguido. Los sueños sólo se alcanzan cultivando muchas derrotas. El fracaso es el mejor abono del éxito.
Esta para mi es la definición más simple de la vida: Tomar riesgos para conseguir lo que amamos. Sin riesgo no hay logros. Sin logros la vida es menos vida.
Así que el mayor riesgo que puede tomar una persona en esta vida es paradójicamente no arriesgarse.