En el mundo de la ornamentación masiva, del deseo por ostentar y del exhibicionismo crónico el arte de la sencillez destaca sobre el lienzo social de la complejidad jactosa.

Analizando y evaluando mi alrededor nunca he podido valorar algo tanto como la sencillez. La expresión de lo auténtico, sin edulcorantes. El ser y no el parecer. La elegancia en su máxima y pura expresión.

Me dí hace ya tiempo cuenta de que atraemos lo que proyectamos. Mientras más sencillos y humildes seamos, más atractivos seremos para las personas más nobles de corazón.

Quien tiene una vida profunda por dentro, vive más sencillamente por fuera. Es tan cierto como que cuando eres plenamente consciente de quién eres, no necesitas adornos que digan algo por ti.

Decía Fernando Savater que el secreto de la felicidad es tener gustos sencillos y una mente compleja, el problema es que a menudo las personas tienen la mente sencilla y los gustos complejos. Cómo nos encanta lo que no tenemos y cuánto despreciamos las cosas importantes que sí tenemos.

Las cosas más espectaculares de nuestras vidas son gratis, son un regalo que tenemos que conservar y valorar. No las valoramos porque siempre las hemos tenido y cuando las perdemos nos damos cuenta de su valor. Felicidad también es apreciar lo que tenemos y no obsesionarnos con lo que nos falta.

La vanidad nos hace artificiales y la sencillez nos hace reales. La sencillez y la humildad nos hace inteligentes, nos hace estar abiertos a las ideas de los demás. Nos hace escuchar, entender, comprender, empatizar.

Si la sencillez es algo tan accesible y deseable ¿Por qué gran parte de la gente no vive con sencillez? Quizás no sea tan fácil ser sencillo.

El proceso a la sencillez es realmente retante y está lleno de esfuerzos, sacrificios y mucho realismo. Quizás hoy en día la sencillez sea una actitud de vida difícil de adquirir. Sin embargo aquellos que la poseen dicen que son capaces de disfrutar y celebrar las pequeñas cosas. Las cosas más importantes.

Así es que para predicar con el ejemplo voy a limitar este breve texto a lo que ya está escrito y no lo acicalaré más porque no cabe duda de que no hay adorno más espectacular que la sencillez.