No molesten

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La tribuna

No molesten

Una reflexión sobre las nuevas generaciones que se abren paso en todos los sectores de actividad, incluido el de la cultura, y al que, inevitablemente, habrá que adaptarse para satisfacer la demanda de este nuevo público

27 abril, 2024 13:43

Hace unos meses tuve una reunión de trabajo con otros empresarios donde, ¡oh sorpresa!, la representación femenina estaba en minoría. Ese día éramos dos mujeres y seis hombres.

Sin entrar en muchos detalles sobre el tema que nos llevó allí, digamos que entre ese grupo de seis y yo había una clara disparidad de opiniones que se hizo patente durante la hora que duró el encuentro. A medida que se acercaba el final de la reunión, la tensión por su parte iba en aumento, hasta que llegó el clímax de película de serie B. En medio de una intervención por mi parte para puntualizar ciertas cosas, uno de ellos me interrumpió haciendo alarde de su chorro de voz y muy ofendido dijo que estaba "harto de escucharme" (ojalá lo hubiera hecho en algún momento) y me mandó "a vender neveras".

Después, o de sempre… Silencio e incomodidad por parte de todos los presentes. Como era de esperar, ahí acabó la reunión de trabajo.

Esta situación ha vuelto estos días a mi memoria porque una amiga que trabaja en la Universidad me contaba sorprendida el comportamiento poco solidario de compañeros y compañeras en una carrera de Humanidades en la que se le supone un plus de conciencia ética.

Creo que, a veces, damos por supuesto que por pertenecer a sectores de la cultura como la música, el cine, la literatura, etc., y predicar ideas solidarias y de colectividad, todos los que estamos en ese entorno actuaremos de la misma manera. La realidad es que no.

La intención y la educación es importante, pero la realidad es que hay pulsiones internas muy arraigadas en algunas personas que no se borran con kilos de lecturas ni con conocimientos históricos sobre nuestro origen ancestral de la vieja Europa, como se repite en muchos discursos de nuestro sector. Sin embargo, en determinados ambientes parece que se camuflan mejor, por eso, cuando rascas, aparece el shock.

Sin embargo, cada día estos comportamientos y actitudes chocan frontalmente con una nueva generación que cuestiona y se replantea los límites de todo el entorno común. El cambio que se llevaba advirtiendo desde hace unos años como las 7 plagas ya es una realidad y se puede ver en muchos niveles (*tendencias musicales incluidas. No hay más que ver el ejemplo de la polémica con la actuación de Blur en el último Coachella).

Hay una nueva generación que no entiende los códigos ni los prejuicios de la nuestra. No se sorprende de que en una película infantil dos de los protagonistas sean una pareja de hombres que se besan, se acarician y se declaran su amor como si fueran Blancanieves y su príncipe. Ven sin alterarse a una mujer poderosa encima del escenario dirigiendo su carrera y haciendo lo que quiere con su cuerpo y su arte… Se cuestionan todo, están construyendo su propia realidad, creando conceptos y términos nuevos que nombren lo que antes no podía ser nombrado. Y por supuesto, su nueva visión incluye también a un sector tan autoprotegido y con tanto ego como el de la cultura.

Quizás todavía no son conscientes de todo lo que se ha tenido que luchar y resistir para que puedan intentar cambiar lo establecido, pero puede que por el momento sólo les toque el privilegio de disfrutar este proceso.

Ya no somos los que marcamos las tendencias, los más cool y los más insurgentes. Y a los que no quieren verlo, por lo menos, no molesten.

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