Edificios, planes urbanísticos, metros ligeros y un sinfín de proyectos que nunca llegaron a construirse permanecen hoy olvidados en algún archivador del edificio del Concello. Bien sea por la difícil orografía de la ciudad, por los altísimos presupuestos a los que se enfrentan los organismos públicos o por simple dejadez, Vigo cuenta con decenas de proyectos que jamás se llevaron a cabo.
El puerto es, sin duda, la zona más conflictiva y que más "inacabados" acumula, gracias a los intentos continuos de devolver a la ciudad de Vigo su conexión con el mar. Algunas de las propuestas que nunca se hicieron aparecen ahora en esta lista de incompletos, aunque quizás el futuro recupere para los vigueses alguno de los sueños arquitectónicos que nunca se llegaron a materializar.
Plan Palacios
El plan de urbanismo más ambicioso que se ha planteado en la ciudad de Vigo era, sin duda, el de este arquitecto porriñés. Antonio Palacios es conocido por majestuosas obras como el Palacio de Comunicaciones (actual Ayuntamiento de Madrid), el Teatro García Barbón en Vigo o el Templo Votivo de Panxón (Nigrán).
Pero, más allá de los edificios, con Vigo se atrevió a ir un poco más lejos y presentó una reforma urbanística que convertiría la ciudad en el ‘Gran Vigo’. Con su plan, presentado en 1932, se ordenaría el crecimiento de la ciudad hasta el año 2000, proyectando que el municipio tuviese 600.000 habitantes para entonces.
Con su estructura se dividiría la ciudad en varias zonas, perfectamente diferenciadas por funciones: una zona industrial tras el monte de A Guía, una zona de industria pesquera y marítima en el entorno del puerto, una zona "balnearia" desde Samil hasta Baiona y una zona administrativa en el centro de la ciudad. Una gran avenida, rodeada de edificios oficiales y llamada Vía Galicia se conformaría como espina dorsal de un Vigo muy ordenado.
Sea como fuere, este plan se aprobó en 1934 y se desechó solo tres años después, tras las quejas del sector burgués de la ciudad, que vio amenazados sus terrenos.
El metro
Un total de tres proyectos a lo largo de los últimos veinticinco años han dado rienda suelta a la imaginación de los vigueses, que ya se veían subidos a un moderno tren ligero que los llevase a la playa sin atascos. La orografía de la ciudad y la escasa voluntad de darse prisa de los gobiernos autonómicos hicieron que ninguno se hiciese realidad.
Con la promesa de retirar de la calle miles de coches diariamente, el alcalde Carlos Príncipe presentó un proyecto primigenio en el que tres líneas cubrirían el centro y los desplazamientos hacia Bouzas o Samil. Este plan hablaba de trenes ligeros, una suerte de tranvías modernos, que nunca se instalaron por culpa de los aparcamientos subterráneos del centro de la ciudad.
El segundo de los planes presentaba un subterráneo, una única línea que conectaría O Berbés con Navia recorriendo todo el puerto en superficie, para soterrarse en Isaac Peral y después atravesar el centro. Nueve kilómetros de trazado propuestos en 2005 por un Feijóo que era Conselleiro de Política Territorial, pero que no cumplió su plan ni siquiera como presidente de la Xunta.
La tercera y última propuesta volvía al tren de superficie, al metro ligero que se dividiría en dos líneas y recorrería más de 30 kilómetros: una línea litoral de Samil hasta Urzáiz y una interior que partiría de la Universidad para conectar con la litoral en Plaza de América.
Segundo puente sobre la ría
Esta vez fue el entonces presidente de la Confederación de Empresarios de Pontevedra, José Manuel Fernández Alvariño, quien propuso en 2005 construir un segundo puente que conectase Vigo y Cangas. Desde Alcabre hasta Punta Balea, este puente pretendía unir la gran ciudad con la península de O Morrazo y facilitar el tráfico entre los puertos de ambas orillas de la ría.
A diferencia de Rande, la zona donde se proponía construir el segundo paso consta de más de tres kilómetros, lo que ya en sí mismo era una gran dificultad. Una pasarela peatonal acristalada y una estructura similar a la del puente de Rande acabarían generando un importantísimo impacto ambiental y visual, una de las principales razones por las que nunca llegó a hacerse. Además, por la dificultad de la construcción, la Xunta llegó a valorar la obra en más de 1.200 millones de euros, un coste que financiaría la CEP y recuperaría con el cobro de un peaje.
Centro Beiramar
Antes de ser alcalde, Abel Caballero ocupó varios cargos políticos de relevancia, entre otros el de presidente del Puerto de Vigo. Fue en esa época, en el año 2006, cuando presentó un ambicioso plan urbanístico que prometía transformar la zona de Beiramar. El ‘Centro Beiramar’ pretendía ser "el principal centro de negocios del norte peninsular", según rezan las publicaciones de hace quince años.
Caballero propuso también la construcción de una piscina olímpica, una pista de hielo, una biblioteca, un jardín botánico, cines y un planetario en el entorno del actual Auditorio Mar de Vigo. El gran edificio central, diseñado por Árgola Arquitectos, sería la imponente fachada de cristal que Vigo ofrecería al mar. También se incluía la peatonalización de un total de 14 kilómetros de la avenida Beiramar, con la desviación del tráfico rodado a un gran túnel subterráneo.
El proyecto, ambicioso y revolucionario, acabó en agua de borrajas por la dificultad de negociación con las empresas que ocupaban los terrenos, entonces concesiones del propio Puerto de Vigo. Un total de 22 empresas ocupaban las 16 naves que deberían haber sido demolidas para conseguir crear este enorme complejo.
Jean Nouvel y el Peirao XXI
El objetivo de este proyecto es, en palabras del propio arquitecto, "acercar el puerto a la ciudad y la ciudad al puerto". Unos meses después de presentar el ambicioso Centro Beiramar, Abel Caballero propuso un nuevo plan de remodelación de la zona portuaria, firmada por el estudio francés de Jean Nouvel.
El proyecto propone remodelar el puerto de forma que represente la importancia del mar en la ciudad de Vigo y que deje de ser un espacio independiente con un desarrollo urbanístico independiente. Una gran torre al final del muelle sería ocupada por un hotel, un restaurante panorámico y espacio de oficinas. Además, se instalaría un centro de talasoterapia, un museo, una piscina y jardines, además de una zona de hostelería.
Como muchas otras cosas, cuando cambió la presidencia del puerto el proyecto se olvidó y el Puerto de Vigo sigue siendo muy poco accesible para la ciudadanía. Tanto es así que recientemente el sector hostelero y el comercial se han aliado para presentar un plan que permitiría que los vigueses "volviesen a mirar hacia el mar".