En las entrañas de la parroquia de Domaio, en Moaña, se esconde uno de los miradores más singulares y espectaculares de la comarca do Morrazo. A unos 627 metros sobre el nivel del mar, esta balconada panorámica del Monte do Faro, con sus curiosas "manos" giratorias como protagonistas, se ha convertido en la principal atracción de la zona para los muchos visitantes que visitan el lugar cada día. Y no es para menos, pues el entorno cuenta con unas vistas privilegiadas a la ría de Vigo, desde el estrecho de Rande hasta los cabos Home y Silleiro, y con las Islas Cíes imponentes en la desembocadura hacia el Atlántico.
Este renovado mirador, instaurado por los comuneros de la Comunidad de Montes de Domaio, se encuentra presidido por dos esculturas de madera en forma de mano, talladas con motosierra por el artista local, Yosi Fervenza. La estructura metálica se encuentra bajo las antenas de comunicación del pico de Monte do Faro, en su ladera sur. Una de las curiosidades de estos asientos de madera ―más allá de su forma― es que se trata de figuras giratorias, que permiten fotografiar el escenario desde diferentes perspectivas y evitando así los contraluces del sol a lo largo del día.
Un entorno para visitar con calma
Para subir hasta el mirador de Monte do Faro la mejor opción es acceder desde el corredor do Morrazo, tomando un desvío hacia el área recreativa de Chan da Arquiña. La entrada desde la ladera norte es posible, aunque las carreteras en esta cara de la montaña se encuentran en peores condiciones para el transito de vehículos. Entre las cumbres de Domaio y Xaxán, a escasos metros del mirador, se encuentra ubicada esta amplia zona de descanso, con espacios arbolados, aparcamientos, merenderos, parrillas, fuentes, e incluso una pequeña cantina, por lo que se trata de un entorno ideal para visitar en familia.
Además, Chan da Arquiña se presenta como un espacio vinculado a la historia, pues entre sus límites todavía se conservan los restos de dolmen semienterrado y de la mámoa que recubría al monumento, construidos hace más de 5.000 años. Esta estructura consta de una docena de piedras verticales y un corredor. Durante las primeras excavaciones llevadas a cabo en este territorio se hallaron distintos restos de cerámicas y otros utensilios como hachas, lanzas o cuchillos. Asimismo, al tratarse de un lugar ubicado en plena naturaleza, en todo el entorno podréis llegar a observar numerosos ejemplares de caballos salvajes.
Más allá del mirador de las manos giratorias, entre los montes de Domaio podremos descubrir otras dos balconadas de reciente creación: los miradores de Candón Grande y Candón Pequeno, muy próximos el uno al otro y a los que se puede acceder también desde el área de recreo. Ambas estructuras de madera se asemejan en forma a las de otros famosos miradores de las Rías Baixas, como los instaurados en el Monte da Fracha o el del Alto del Piricote do Vilar en Nigrán. Y por si fuera poco, en el espacio existen rutas de BTT y senderismo señalizadas que recorren diferentes pistas forestales descubriendo a su paso estampas bucólicas y unas panorámicas únicas entre las rías de Vigo y Pontevedra.
Arte con madera desde Moaña
Como ya mencionamos más arriba, el autor material de estas exitosas sillas giratorias del Monte do Faro es Yosi Fervenza. El escultor moañés heredó esta curiosa pasión de su abuelo y, tras años dedicados al oficio, a día de hoy se ha convertido en un reconocido artista de la madera, incluso más allá de los límites de la comarca do Morrazo. Fervenza dedica la mayor parte de su tiempo al corte con hacha y motosierra, y a las exhibiciones en tallas de madera a nivel nacional e internacional, habiendo dado forma y vida a cientos de troncos durante casi más de dos décadas de trayectoria.
Muy cerca del área recreativa de Chan da Arquiña, se localiza el Parque Forestal de Lagocheiras, ya en el término de Marín. En esta superficie entre carballos, castaños y abedules, presiden otras de las piezas talladas de Yosi Fervenza. Una de ellas se alza tres metros sobre suelo y representa a un imponente caballo. Las más recientes, en el mismo lugar, anuncian el nombre del parque y el escudo de la Comunidad de Montes, así como otros símbolos y elementos como un trisquel o una ardilla. Unas esculturas que se mimetizan con el entorno y dan lugar a estampas de lo más singulares y bonitas en plena naturaleza.