A pesar de ser la ciudad más grande e industrializada de toda la región, la gran metrópolis viguesa alberga tanto en su núcleo urbano como en sus alrededores algún que otro pulmón verde que mantiene a la ciudad conectada con la faceta más natural de Galicia. Lo cierto es que desde el emblemático Monte do Castro hasta el tan visitado parque de Castrelos, ambos rincones permiten a la ciudadanía viguesa disfrutar de la naturaleza en su estado más puro. Pero más allá de estos conocidos enclaves, a apenas 15 minutos del centro neurálgico de la ciudad Olívica se encuentra una mágica senda que sigue la estela del río Eifonso. El nacimiento de este curso fluvial se sitúa en el Monte das Lagoas, desde donde desciende a través de pequeñas cascadas y saltos de agua guiando su camino entre bosques autóctonos y centenarios, viejos molinos de agua, pequeños santuarios e incluso alguna que otra singular muestra de cestería hecha arte y totalmente integrada en el paisaje.
La conocida como Ruta del río Eifonso PR-GR es popular en las Rías Baixas por la enorme riqueza natural, paisajística y etnográfica que presenta en todo su recorrido lineal. El curso fluvial en cuestión se extiende a lo largo de 6 kilómetros entre las parroquias viguesas de Bembrive, Sárdoma y Beade, de los cuáles, alrededor de 4,2 km (en torno a una hora y media de trayecto) se encuentran habilitados y señalizados para el senderismo. Sin duda, un lugar perfecto para adentrarse en la naturaleza, desconectar de los ritmos frenéticos de la ciudad y descubrir una parte importante de la historia más rural de Vigo. De hecho, como dato curioso cabe destacar que el entorno de la capilla de San Cibrán, ubicada al final de esta ruta viguesa, fue antaño el emplazamiento original de la tradicional Fiesta de la Sidra de Bembrive.
Un escenario de cuento a las afueras de Vigo
Desde la cima del Monte das Lagoas, a unos 450 metros de altitud, el río Eifonso desciende con fuerza flanqueado por valles verdes y bosques autóctonos de robles y castaños, cruzando a los pies del pequeño templo de San Cibrán y recibiendo a su paso las aguas de afluentes como el Mao y el Pontevecela. El curso fluvial en cuestión recorre alrededor de 6 kilómetros antes de ceder sus aguas al río Lagares, encontrando en su camino un buen número de cascadas ―como la de Bouzafría― y molinos de agua que hoy en día conforman el auténtico testimonio vivo de la molienda en la comarca de Vigo. En mitad de este breve pero intenso fluir, el río Eifonso descubre una ruta mágica que encuentra su punto de partida en el cruce del curso fluvial con la carretera de Bembrive, concretamente en Mourelle.
La senda fue rehabilitada ya en el año 2009 de la mano de la Pedanía de Bembrive, la Consellería do Medio Rural y la antigua Caixanova. Es por ello que el grueso del itinerario se encuentra señalizado y dispone asimismo de paneles informativos sobre la fauna y flora del entorno. Al margen de la riqueza natural y paisajística del río Eifonso, el patrimonio etnográfico ligado a los molinos es otro de los grandes atractivos de la senda viguesa. La primera de las construcciones típicas que podrán encontrar los senderistas está oculta al final de una cañada y se trata del bautizado como Muíño de Sorrego. Unos pasos más adelante, tras cruzar una pequeña pasarela de madera se localiza el llamado Molino de A Pedrosa, protagonista de uno de los escenarios más fotografiados de la ruta del río Eifonso.
En el ascenso hacia la Capilla de San Cibrán, el curso fluvial revela a su paso rincones tan especiales como la Fervenza de Bouzafría, una cascada de casi cuatro metros de altura rodeada por un frondoso bosque atlántico. Lo cierto es que a lo largo de todo su recorrido, el río Eifonso dibuja sobre el terreno una singular garganta rocosa que logra salvar un desnivel de unos 20 metros capaz de dar forma a todo tipo de rápidos y saltos de agua en su descenso. Tras superar el ya citado templo religioso, la ruta enfila sus últimos pasos hacia la Aldea da Fraga y el parque forestal de Beade. En este último rincón, el visitante podrá disfrutar de las extraordinarias vistas sobre el valle o enlazar el recorrido con otras rutas viguesas como la Senda panorámica de Vigo GR-53 y el famosos Senderos de As Greas GR-58.
Un pequeño museo al aire libre
Más allá del valor natural de la senda del río Eifonso, este mágico itinerario a las afueras de Vigo también alberga entre sus límites una suerte de exposición artística al aire libre. Lo cierto es que el interior de este bosque de ribera se convirtió en el verano de 2020 en el escenario permanente de un curioso conjunto de esculturas orgánicas creadas a base de mimbre y avellano por el cesteiro, investigador y divulgador con taller propio en Sárdoma, Rubén Berto Covelo (Vigo, 1979). Durante aquel estío, el artista gallego llegó a realizar hasta tres intervenciones inspiradas en la naturaleza que a día de hoy se encuentran totalmente integradas en el entorno: una cabaña, nidos de pájaro y un particular tronco de árbol.
Unas monumentales obras de arte ambiental hacen recordar al afamado proyecto que Spencer Byles llevó a cabo hace unos años en las profundidades de unos bosques del sur de Francia. Este artista británico, especializado en la construcción de esculturas al aire libre, pasó un año transformando a su antojo la vegetación forestal de áreas boscosas como La Colle Sur Loup, Villeneuve-Loubte o Mougins. En el caso particular de las Rías Baixas, la esencia del proyecto se replica a orillas del río Eifonso, con la naturaleza gallega como testigo de un arte genuino que surge y se inspira en la propia tierra.