La historia y tradición de la fiesta de San Blas: el gran festejo del invierno en Vigo
- Esta festividad ancestral, que en sus orígenes marcaba el inicio de los cultivos primaverales, hoy transforma Bembrive en un punto de encuentro entre romerías y furanchos donde miles de devotos celebran a San Blas, protector de la garganta
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En Vigo, los festejos tradicionales son un latido constante que inunda el callejero y el calendario festivo local a lo largo de todo el año. Temporada tras temporada, la ciudad Olívica se convierte en un mosaico de ferias gastronómicas, festejos populares y eventos culturales que reflejan el alma más genuina de esta gran metrópolis atlántica. Desde el calor abrasador del verano hasta la magia hechizante de la Navidad, cada estación encuentra su momento de gloria en este rincón de las Rías Baixas.
Sin embargo, cuando el invierno alcanza su punto álgido, hay una tradición que destaca por encima de todas en Vigo: el San Blas de Bembrive. Este gran festejo, de raíces ancestrales, se ha convertido en mucho más que una cita imprescindible en el calendario vigués. Hablamos de un homenaje vivo que une generaciones a través de la historia, la devoción y la gastronomía. En sus orígenes, la fiesta simbolizaba el inicio de los preparativos para los cultivos primaverales, marcando un momento crucial en la vida rural de Galicia.
Hoy, aunque su día grande se celebra el 3 de febrero, la festividad da comienzo mucho antes, extendiéndose desde principios del mes de enero en una suerte de preludio de lo más vibrante. Furanchos, música, tradición y buena mesa llenan la parroquia de Bembrive de una energía única, transformando este rincón de Vigo en uno de los mejores planes de la temporada invernal en todo el territorio gallego.
El origen y la tradición de San Blas
Con más de 350 años de historia, San Blas es mucho más que la primera gran celebración del invierno en Vigo: es un puente entre el pasado y el presente, donde se funden lo ancestral, lo simbólico y lo espiritual. Nacida en una época en la que los ciclos de la naturaleza marcaban la vida cotidiana, esta festividad señalaba la mitad de la estación invernal y la inminente llegada de los primeros cultivos primaverales. También celebraba un pequeño triunfo del sol: el regreso paulatino de las horas de luz tras el solsticio, un motivo de esperanza ante el frío y la penumbra de enero.
Con el paso del tiempo, el festejo San Blas asumió un significado religioso, transformándose asimismo en una romería en honor al santo que en Galicia se conoce como San Brais, protector de la garganta. Su iconografía, con una mano agarrándose la zona del cuello, evoca su papel como intercesor para quienes sufren dolencias en esta región del cuerpo. Los feligreses, fieles a una tradición que ha resistido siglos, acuden con limosnas y pañuelos, pasándolos por la garganta del santo con la esperanza de alejar los males y encontrar alivio.
La leyenda del santo refuerza su fama como milagroso, pues se dice que San Blas logró salvar a un niño de una muerte segura al extraerle una espina clavada en la garganta, todo un acto de fe que consolidó su reputación como protector y sanador. Cada edición, los ecos de esta historia sagrada se entrelazan con la alegría festiva y el deleite gastronómico de San Blas, convirtiendo la celebración en un pilar vivo de la memoria y la identidad cultural de Vigo.
El festejo hoy en día
Si bien el día grande de San Blas se celebra el día 3 de febrero, las actividades y conciertos de esta emblemática romería viguesa arranca con fuerza este mismo viernes 10 de enero. En la parroquia de Bembrive, la tradición reúne a devotos de todo tipo: desde apasionados del vino que disfrutan de las etiquetas caseras hasta los amantes de la buena mesa que se deleitan en los furanchos de la gastronomía típica de Galicia.
Por supuesto, la esencia espiritual y la devoción por San Blas también se mantienen intactas en las fiestas de San Blas. Fieles de todas partes acuden a venerar al santo en un festejo que combina lo sagrado con lo festivo. Entre los momentos más esperados se encuentran la bendición de los rollos y las "mangranas" (pastas), dulces típicos cargados de simbolismo, y el ritual del aceite bendito con el que se urgen las gargantas mientras tras el rezo, perpetuando una tradición que se remontan más de tres siglos atrás en el tiempo.