El norte de Portugal es siempre una buena opción para hacer una escapada internacional desde la comunidad gallega. Además de historia, cultura y economía, el país vecino y Galicia comparten un intenso interés turístico recíproco a ambos lados de la frontera.
Aunque las opciones para visitar el país luso sin hacer demasiados kilómetros son inmensas, nos mueve en esta ocasión un espectacular alojamiento con siglos de historia que no dejará indiferente a aquellos que decidan hospedarse en él.
La Pousada Mosteiro de Guimarães está ubicada en la localidad portuguesa del mismo nombre, un enclave único en el que hacer un repaso por la historia del país, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2001 y considerada por muchos historiadores la cuna de Portugal.
Sin duda, este histórico inmueble representa con gran acierto los denominados alojamientos con encanto. A poco más de un kilómetro del centro de la ciudad y en lo alto de una colina, con las impresionantes vistas de la localidad que ello conlleva, este monasterio habría sido entregado por la reina Doña Mafalda, esposa de Don Afonso Henriques (primer rey de Portugal), a los Canónigos Regulares de San Agustín en 1154. Aunque su la ocupación previa de este templo de culto cristiano se desconoce, su origen podría remontarse a finales del siglo IX.
Se cree que la donación de la reina, realizada en honor a Santa Marinha (patrona de las parturientas), fue un acto en agradecimiento por haber sobrevivido a un parto complicado.
Desde la instalación de los Padres Jerónimos en 1528 el edificio sufrió importantes modificaciones. En 1834, y debido a las dificultades de las órdenes religiosas, la edificación principal pasó a manos de particulares. En 1972 el monasterio fue adquirido por el Estado, que llevó a cabo importantes obras de reconstrucción y lo convirtió en un establecimiento hotelero de Pousadas de Portugal, una cadena portuguesa de hoteles históricos de lujo, creada en la década de 1940 y propiedad del Estado, que hoy cuenta con 44 establecimientos en todo el país.
Habitar la historia
Desde que uno llega a la puerta principal, pegada a la impresionante iglesia construida por los propios frailes agustinos, la sensación del huésped es la de vivir y habitar una parte de la historia. La amabilidad de sus trabajadores, además, hace que la estancia y la posibilidad de recorrer cada rincón de este mágico lugar sea toda una experiencia.
Las habitaciones, aunque mantienen la esencia de edificio histórico y no una decoración y mobiliario moderno, cuentan con todas las comodidades necesarias para pasar unos días agradables. Entre los espacios más espectaculares de la edificación lusa se encuentra el claustro, la impresionante terraza mirador que incluye una fuente y columnas de piedra bajo un techo artesonado de madera, el salón de cenas y desayunos con arcos de piedra o los salones de la planta superior donde uno parece hacer un auténtico viaje al pasado.
Los espacios exteriores no hacen sino añadir a esta idílica estancia un extra de emoción, y es que a su magnífica piscina con vistas panorámicas a la ciudad se suma un bosque de casi 8 hectáreas y un jardín botánico además de diversos elementos arquitectónicos que hacen que perderse entre la arboleda sea, sin duda, un plan añadido para disfrutar al máximo de este alojamiento tan especial, que también cuenta con una pequeña zona de parque infantil.
Muy cerca del hotel, que cuenta con 51 habitaciones, uno puede vivir la experiencia de ver sus instalaciones a vista de pájaro, y es que una de las atracciones de esta localidad (aunque no habá como recorrer sus maravillosa calles y monumentos a pie) es subir al teleférico para disfrutará de unas increíbles vistas panorámicas.
Entre los servicios que ofrece la Pousada Mosteiro de Guimarães se encuentra también el wifi, el servicio de bar y restaurante y la posibilidad de viajar con mascotas. La Pousada Mosteiro de Guimarães se convierte así en un perfecto viaje a la historia lusa para pasar unos días de verano.