Amásame Bakery Lab, la panadería de Pontevedra que enamora con sus productos artesanos
Una producción 100% propia y un buen trato del cliente y de sus empleados son los secretos de Dani y Nati, una pareja de panadero y pastelera que han conquistado la Boa Vila a golpe de buenos panettones y exquisitos croissants franceses
10 marzo, 2023 05:00Panadería y pastelería artesanas, mucho amor y un trato cercano y familiar: Nati Cancela y Dani Pampín han encontrado el secreto del éxito para convertirse en cuatro años en unos de los mejores panaderos de Pontevedra. La Boa Vila, donde hay casi una panadería en cada esquina, supone un reto inconmensurable para los valientes que quieren sumarse a esa competencia feroz.
Sin embargo, con mucha experiencia hostelera a sus espaldas y un buen plan, la pareja decidió abrir las puertas de su Amásame Bakery Lab en 2019 y hoy, cuatro años después, se han consolidado como unos de los favoritos de los pontevedreses. Dani confiesa que fueron muchos años de planificación hasta que abrieron las puertas de su primer obrador, en el que trabajaba junto a su mujer, Nati, y algunos de los empleados que hoy se han convertido en su familia. "Soy hijo y nieto de panadero y quería hacer lo que más me gusta: trabajar en cocina y panadería", explica.
Con él emprendió Nati, su inseparable compañera, que trabajaba en el mundo de la hostelería desde también muy joven y que hoy cuenta también emocionada lo orgullosa que está de haberse atrevido a hacer realidad este proyecto. "Cuando abres un negocio no cuentas con que venga una pandemia unos meses después, claro, pero a pesar de todo nos ha ido muy bien y estamos muy contentos", reconoce Dani.
A pesar de las dificultades a las que se enfrentaron antes de cumplir un año en marcha, Amásame ha sabido reponerse, adaptarse a las circunstancias y crear un modelo de negocio que no deja de atraer clientes y fidelizar a todos los que prueban su delicioso pan. También se han especializado en "temporadas de dulces", llegando a vender 4.000 panettones la pasada Navidad, además de preparar sus propias monas y huevos de chocolate para Pascua o espectaculares empanadas y bollos preñaos para la popular Feira Franca de Pontevedra.
El secreto está en la artesanía
"Nada es externo, lo trabajamos nosotros tanto en panadería como en pastelería: todo es artesanal", asegura Dani Pampín. "En Amásame no hay botes", insiste Nati Cancela. Gracias a su conocimiento gastronómico y a su "terquedad" por sacar las cosas adelante, en Amásame se han convertido en los reyes de la panadería gracias a elaborar el 100% de sus productos dentro de su obrador. "A veces nos puede lastrar el darle tantas vueltas a las cosas, pero hemos conseguido dar con la clave y gustar a la gente preparando todo nosotros", reconoce Dani: "incluso el chocolate para la bollería y ahora para los huevos y monas de Pascua es nuestro, no externalizamos nada y eso da mucho trabajo pero también se valora muy bien".
La formación de su personal es, consecuentemente, una parte clave del funcionamiento de esta panadería. "Acabamos de hacer un curso para aprender a tratar el chocolate y hacer las monas, que este año tendrán forma de animales gallegos muy tiernos", ríe Nati. "Nosotros no adulteramos nada ni pensamos en que los productos para niños tengan que ser de peor calidad y eso el cliente también lo valora", insiste, centrada ya sobre todo en la campaña de Pascua. "Es un trabajo extra muy grande, también de organización, pero vale la pena", asegura Dani.
Con un sistema de trabajo como el de cualquier obrador, varios de los empleados de Amásame están especializados en masas para conseguir sus maravillosas barras de pan, de las que disfrutan también los comensales de restaurantes como Mar de Fóra, Albanta, Carabela o Gumer, entre otros. Por otro lado, las expertas en pastelería y bollería se encargan de hacer exquisitos brioche, croissants 100% mantequilla, bizcochos, pain au chocolat con su chocolate de elaboración propia, galletas de todo tipo e infinidad de dulces que han ido atrayendo poco a poco a los amantes de la buena pastelería a cualquiera de sus dos locales.
En uno de ellos, además, tienen servicio de cafetería, invitando a los clientes a quedarse a desayunar o merendar con ellos y disfrutar también de un café de especialidad recién hecho. "Estamos muy cerca de las estaciones y la gente para aquí antes de coger el tren, se lleva algo y luego vuelve porque le gustó", reconoce Nati. Con este pequeño pero llamativo local es como consiguieron aumentar su popularidad, que les llevó del simple boca a boca en Pontevedra a ser reconocidos por viajeros, peregrinos e incluso certámenes de panadería y gastronomía: actualmente tienen dos Soletes Repsol y han sido reconocidos en varias ocasiones por tener uno de los mejores panes de España.
El sueño de seguir sobreviviendo
"No tenemos planes muy a largo plazo: lo único que queremos es estabilizarnos y ser felices con lo que hacemos". Nati y Dani están de acuerdo en este punto, reconociendo que ser panaderos les hace muy felices, pero también siendo conscientes de las dificultades que trae la inflación y la crisis energética. "Tenemos dos locales que hay que mantener y el año pasado los costes de la energía nos hicieron pagar facturas de más de cuatro mil euros, fue un año muy duro aunque vendimos muchísimo", confiesa Pampín.
La subida del coste de las materias primas también fue un lastre durante un tiempo, aunque actualmente han podido reponerse y siguen teniendo beneficios, ajustando sus precios y adaptando su producción todo lo posible a la nueva realidad. "A medio plazo queremos recuperarnos del año pasado, aunque nos encantaría encontrar un obrador un poquito más grande y adaptar la parte de la cocción a lo que creemos que va a venir en el futuro, que es el autoabastecimiento con energía solar o la cocción con leña o pellets", explica Dani, aunque habla ya de un "muy largo plazo".
Actualmente han tenido que trasladarse al obrador de los padres de Dani, dueños de la histórica panadería A Santiña de Pontevedra, que es más grande y les permite trabajar holgadamente con su producción actual. "Ahora mismo tenemos muchísimos productos y una producción bastante decente, lo que significa que trabajamos mucho y lo que hacemos gusta", dicen.
Lo que tienen muy claro es que van a mantener su modelo de calidad de los productos "y de calidad de vida: actualmente nosotros somos de las pocas panaderías que cerramos por vacaciones después de Navidad, Semana Santa y Feira Franca", dice Dani. "Fue idea de Nati y al principio costó mucho, pero tanto la clientela como los empleados lo han agradecido muchísimo: si queremos hacer un mejor producto también necesitamos ese descanso que nos permita no acabar hasta las narices y volver con mucha ilusión, la energía recargada y ganas de hacer cosas nuevas en el obrador".
Quizás sean esos dos los ingredientes claves para convertirse en poco tiempo en una de las panaderías más queridas (y envidiadas) de la capital, en la que cualquier dulce es una delicatessen y el olor y sabor del pan caliente recuerda al horneado más tradicional de la aldea.