La gastronomía, al igual que el ser humano, es un ente que se mantiene en constante evolución y sin embargo, todavía son muchos los proyectos con alma que bajo su aspecto moderno siguen guardando la esencia de esos restaurantes y casas de comidas de siempre. D’Olive es un buen ejemplo de ello, un lugar donde se combinan a la perfección la cocina más innovadora con la tradicional, valiéndose del mejor producto, técnica y calidad para elaborar un amplio abanico de sabrosas e inspiradoras recetas con opciones que van desde el desayuno a la cena. Así es como la propuesta de este nuevo local enmarcado en el barrio pontevedrés de A Parda, y liderado por Fernando Lorenzo y Amanda Oliveira, destaca por encima de muchas otras opciones que también se aferran a ese concepto de fusión culinaria entre el ayer y hoy. 

"Nosotros llevamos dedicados al mundo de la hostelería trabajando para otros más de 20 años y la verdad es que este local siempre nos encantó. Cuando vimos que estaba cerrado empezamos a preguntar a todos los vecinos hasta localizar a los propietarios", rememora Amanda. "Teníamos una idea bastante clara de lo que queríamos hacer, traer algo diferente al barrio y dar a los vecinos un sitio de encuentro y un lugar acogedor donde poder reunirse", añade Fernando sobre este recién inaugurado gastrobar ubicado en la avenida Fermín Bouza Brey, justo en frente de los juzgados de A Parda. Lo cierto es que en D’Olive, sus propietarios han sabido entrelazar las elaboraciones clásicas ―muy presentes, sobre todo, en los menús del día― con otras recetas viajeras y platos más de moda dentro del panorama gastronómico como pueden ser las hamburguesas gourmet o los tacos de cochinita pibil. Además, la oferta de este espacio pet friendly también incluye una variada carta de desayunos (tostadas en pan rústico, bollería, bizcochos caseros…) y deliciosos cafés de especialidad que se van renovando cada mes.     

La fusión bien entendida en una carta en constante cambio

Amanda Oliveira y Fernando Lorenzo, propietarios del gastrobar. Foto: Treintayseis

En su faceta más culinaria, en D’Olive es habitual encontrar una llamativa combinación de elaboraciones clásicas y platos típicos de la gastronomía más moderna, en ambos casos confeccionados con una buena base de productos frescos, calidad y cercanía siempre y cuando sea posible. "Queríamos conservar de alguna manera esa cocina más tradicional pero sin dejar de lado otras cosas de la nueva cocina", explica Fernando. "Yo soy muy de las recetas de mi madre, de los guisos… y a ella es verdad que se le dan muy bien esos platos más actualizados", agrega sobre la fusión de la carta. Lo cierto es que esas recetas de toda la vida suelen ser, por lo general, el eje central de los menús del día (disponibles de lunes a sábado). Cabe destacar que dichos menús incluyen siempre tres opciones variables de entrantes y otras tres del plato principal a elegir, además de bebida, pan, café o postre. Es precisamente en este apartado donde la clientela podrá disfrutar de elaboraciones tan exquisitas como las albóndigas de arroz, la pasta boloñesa, la fabada, el jamón asado a baja temperatura, el guiso de calamares, las delicias de bacalao e incluso el cachopo. "La gente se vuelve loca con el cachopo, está teniendo muchísimo éxito y es un plato que lo tenemos siempre", afirman. 



A los clásicos ya mencionados en el menú del día de D’Olive se suman también otras raciones y recetas que beben de la cocina más contemporánea: "tenemos una buena calidad de hamburguesas, elaboradas además con una carne que producimos nosotros mismos". De hecho, el recetario del espacio también incluye algún que otro plato más propio de la cocina callejera y viajera como los ya mencionados tacos de cochinita pibil, una de las comidas más demandados entre la clientela del local. "Es verdad que en la carta nocturna sí que intentamos introducir más ese tipo de recetas un poco más diferentes", reconocen los propietarios. No obstante, otros clásicos del tapeo local como la tortilla de patatas, el pulpo o el bocadillo de calamares se han convertido de igual manera en piezas fundamentales dentro del engranaje culinario en D’Olive.

Del desayuno a los cafés de especialidad  

Algunos desayunos y rincones en D’Olive. Foto: Cedida

Más allá de su función como moderna casa de comidas, cabe decir que D’Olive también conforma un lugar perfecto para compartir charlas y proyectos a plena luz del día. Y es que el interior de este local pontevedrés pretende convertirse del mismo modo en una especie de segundo hogar para su clientela más fiel. La estética mediterránea y el ambiente distendido que se respira entre las paredes del espacio invita a cada nuevo visitante a disfrutar de los pequeños placeres de la vida. Un joie de vivre que en D’Olive se materializa a primera hora del día de la mano de un buen desayuno donde la repostería artesanal y las tostadas clásicas en pan rústico son las grandes protagonistas."Intentamos siempre que todo sea lo más casero posible", admiten ambos dueños, que reconocen ser también partidarios del dinamismo en la oferta de desayunos. Es en parte por esta razón que al esqueleto de la carta mañanera acaba de sumarse ahora un nuevo plato que ya apunta a convertirse en la tentación y el capricho de aquellos paladares más dulceros: el croffle, un híbrido culinario a medio camino entre el croissant y el gofre que en este gastrobar se acompaña de rellenos como la galleta lotus. 

El broche de oro a la experiencia gastronómica en D’Olive lo ponen sus bebidas, especialmente unos cafés de especialidad que marcan la diferencia tanto en su aroma y sabor como en su calidad. "Ahora tenemos un café de Etiopía y el siguiente que vamos a añadir es de Costa Rica", avanza Fernando sobre unas variedades que ´irán renovando mes a mes. Por otro lado, la intención de los propietarios es introducir "el tema de la coctelería de cara a la temporada de primavera o verano". No obstante, la clientela del local puede disfrutar entretanto de la que se está convirtiendo ya en la bebida de la casa por excelencia: la sangría de sidra. "Nos encanta Portugal y cada vez que íbamos y probábamos esta sangría era como, el día que tengamos un local tenemos que tenerla", admite Amanda. "La verdad es que está espectacular y ahora estamos trabajando con una receta para hacer una de sidra de maracuyá", reconocen.