El 22 de diciembre de 2014, el Gordo de la Lotería Nacional se vestía de 13.437 para despertar múltiples alegrías en Madrid y salpicar euros en otros puntos de España. En Vigo, el premio era para Cristina, Kiko y Janite; llegaba en forma de negocio, una taberna, A Mina, que llevaba habitando el Casco Vello vigués desde 1953. Primero, en manos de Luciano, primer tabernero del local; después, bajo el mando de Manolo y Neli, que ocuparon el otro lado de la barra desde los años 80. Y desde ese momento, como siguiendo una progresión matemática, serían tres los que cogerían los mandos. Al timón, eso sí, se situaba Ale, "la mano que mece la cuna".
Nueva dirección, pero con el mismo rumbo. Así llegaron a un local que tenía el aire de las tabernas marineras de la ciudad, de esas que hoy se cuentan con los dedos de las manos. "Nos pusimos a hacer obras, más para lavar la cara que otra cosa, y venían los vecinos de la zona a pedirnos que no cambiásemos el local, que no tocásemos aquella barra de mármol", cuenta Cristina. La barra sigue. La decoración, prácticamente también. "No hicimos un local tipo IKEA, y eso creo que es el encanto que tenemos", asegura. Inamovible es, por ejemplo, un cartel amarillento por el paso del tiempo que da la orden de no criticar al Celta y que tampoco ha cambiado de ubicación, rigiendo el local desde el estante de las botellas de espirituosos.
Del cine a la música
En las paredes, eso sí, han desaparecido las fotografías de las que Manolo presumía. Allí, en A Mina, se habían rodado escenas de la película de Vicente Aranda "Canciones de amor en Lolita’s Club". Recuerdos enmarcados que eran parte de la decoración. En ellas, se podía ver a Eduardo Noriega, entre otros. El equipo de rodaje, además, había comido varias veces en el local durante las jornadas de grabación en Vigo.
Hoy, son otros rostros conocidos, en este caso de la música, los que se pasan por el local. Artistas como Sr. Chinarro, Anni B Sweet, Carlos Sadness, o los miembros de Rufus T. Firefly, han pasado por A Mina antes de sus conciertos en el Terraceo del Auditorio Mar de Vigo. "Es de los pocos sitios en la zona donde disfrutar de gastronomía gallega con este aspecto taberneiro, así que les hace gracia visitar un local tan tradicional de los que quedan pocos en el Casco Vello", concluye Cristina. Eso, y que Iván Ferreiro o Xoel López, conocedores de las maravillas mineras, amplificaron el nombre de una taberna en la que Eladio Santos, Pablo Lesuit, Novedades Carminha o Tony Lomba también se dejan ver.
Los mejillones al vapor son religión
El resto se mantiene inamovible, como los mejillones al vapor y con la salsa heredada de Neli. Cuando se puede, claro. "En época de Reconquista coincide con el desove de los mejillones, así que no podemos servirlos, pero es parte del menú habitual aquí". Un menú del que puedes disfrutar por menos de 15 euros. Otras opciones abarcan desde un centollo hasta el cocido gallego, que no podía faltar. Todo, regado por cerveza, vino o vermú.
Un local que goza de una clientela fiel, los mineros, que no dudaron en retornar al local en cuanto retomó su actividad una vez relajadas las medidas restrictivas derivadas del coronavirus. Atrás queda el cierre que sufrió toda la hostelería. Entre los tres propietarios, aguantaron el envite y mantuvieron el negocio vivo tirando de ahorros. Ahora, con las terrazas al 100%, vuelven a levantar poco a poco la cabeza, sin dejar de mirar los repuntes en los contagios y casos como los de Mallorca, que ya han provocado un regreso a un oscuro y cercano pasado en Pontevedra y otras localidades colindantes. Una inquietud que llevan con el optimismo que les da el volver a ver a los clientes sentados en la terraza.
Los perros también son bienvenidos
En A Mina, otros de los "clientes" habituales son los perros. Es uno de los locales "dogfriendly" de la ciudad. "En su día, preguntamos si teníamos nosotros la posibilidad de tomar esa decisión o necesitábamos algún tipo de permiso", comenta Cristina. "En cuanto supimos que era posible, no dudamos". Una estampa habitual es ver a orgullosos dueños con sus mascotas, atadas y bien educadas, "más que algunos clientes", puntualiza entre risas.
Un espacio en el número 8 de la calle San Vicente que se ha convertido en referencia de la hora del aperitivo en los fines de semana vigueses, a pesar de que esa noble costumbre del vermú todavía no alcance la magnitud de otras ciudades gallegas como A Coruña. "El sábado sí que poco a poco se va reactivando, pero el domingo todavía no termina de encajar entre los vigueses".
No será por opciones, como la de un vermú tradicional en una taberna que suma casi 70 años de vida representando fielmente la modernidad de un barrio que se va repoblando sin perder la esencia de la tradición.