Aunque comer en una pizzería no es hoy algo fuera de lo común, no era igual en la ciudad olívica cuando O Carro abrió sus puertas en 1979 en Mide, en la parroquia viguesa de Oia y a unos 15 kilómetros del centro de la ciudad. En aquel momento, según recuerda Juan, segunda generación de este longevo establecimiento, "solo había un sitio que servía pizzas en Vigo, era un local muy pequeño en ronda de Don Bosco que se llamaba La Góndola y que tenía platos italianos".

Los padres de Juan emigraron a Uruguay en los años 40, donde su padre, Guillermo, regentó un restaurante italiano. A su regreso a Galicia, tras un primer periodo en el restaurante de un amigo que le ayudó a volver, la familia decidió emprender su propio negocio. "Trabajamos algo más de cuatro años en la parrilla Sudamérica. Cuando mi padre quiso abrir un local propio, la persona que le había ayudado le insistió para que fuera un churrasco y que había sitio para todos, pero él no quiso hacerle la competencia y fue como decidió que haría pizza, pollo y bacalao como alternativa", explica Juan.

Aquel nuevo local, con impresionantes vistas a las islas Cíes y alejado de la ciudad, traía un producto novedoso y hecho al horno de leña, algo que, sin duda, lo ha mantenido, incluso con el paso de los años, como un bocado especial con un sabores diferente que no se encuentran en cualquier parte.

Además del secreto de sus pizzas, Juan asegura que el precio fue otro de los motivos de su éxito. "Nuestro local siempre fue muy asequible en cuanto a los precios. Cualquiera puede venir y tomar una pizza, una Coca-Cola y una ración de calamares, sin que sea muy costoso para la persona, y esta idea funcionó perfectamente", cuenta.

De generación en generación

Desde aquella apertura hace casi 44 años, la clientela ha respondido siempre de maravilla. El éxito de su receta, el trato cercano con el cliente y el haber logrado año tras año un ambiente familiar en que estar siempre a gusto, ha motivado que así como en sus fogones ya trabaja la tercera generación, haya cuartas generaciones de clientes que ya han disfrutado de este rincón especial de la ciudad olívica.

"Hay personas que por temas laborales están viviendo fuera, en Barcelona, Madrid o en otros lugares… Cuando venían al principio eran jóvenes y venían con sus novias hoy vuelven a Vigo a visitar a la familia, y cuando vienen vienen aquí y me dicen ‘Juan, ¡no toques nada! Yo vuelvo aquí con mi mujer y vuelvo a ser novio. El trato, la comida, los sabores, todo es igual que siempre. Es un viaje en la historia y me encanta'", cuenta este.

En cuanto a ese sabor especial de su plato estrella, Juan asegura que "el horno de leña le da un cariz especial a la masa y a todo el producto. Mi padre me enseñó a mí y yo a mi hijo, que es el que está ahora al frente, y el sabor es el mismo, se ha ido transmitiendo la receta de mano en mano".

Entres sus empleados también hay varias personas que llevan más de 30 años, una gran familia que hace que el cliente vuelva. Este saber hacer les ha llevado también a ampliar el local en varias ocasiones; eso sí, la ubicación, la misma que hace 44 años y el boca a boca, la mejor publicidad que ha tenido este longevo restaurante.

"Empezamos con unas 12 o 15 mesas y se tuvo que ir ampliando constantemente. Yo nunca he hecho publicidad en todos estos años, es más, ni siquiera hay un cartel en la carretera que indique dónde está esto, así que es el boca boca lo que ha funcionado, la clientela viene, le gusta y lo comenta; y hoy en día lo conoce muchísima gente por este motivo", sostiene Juan.

Hoy, que la mayor parte de las personas cuentan con un móvil con conexión a internet y cualquiera pueden buscar cualquier información en cualquier momento y en cualquier parte uno no le dedica demasiado tiempo a explicar dónde está un lugar; con el GPS, "malo será". Pero antes no era así. En un establecimiento con décadas de recorrido situado en el camino de una carretera secundaria a las afueras del ciudad "la gente llega porque alguien le explicó", explica Juan.

Fines de semana

Desde que inició su andadura, O Carro ha abierto sus puertas diariamente solo durante los meses de julio y agosto, con el lunes como día de descanso. El resto del año, el restaurante ofrece sus servicios de viernes a domingo así como los festivos y sus vísperas.

Durante la pandemia, el local permaneció completamente cerrados dos periodos de seis meses, pero al volver a abrir, la respuesta: la misma que la de los últimos 40 años. "Abrimos cuando la normativa fue más flexible porque yo no tengo ningún tipo de terraza y solo lo hicimos cuando hubo un aforo digno, porque si no no nos resultaba interesante abrir. Cuando lo hicimos fue un éxito total, la gente estaba ansiosa de que volviéramos, la respuesta fue buenísima", apunta.

Respecto al futuro de O Carro, ahora Juan va dejando a los mandos a su hijo Hervé, quien por el momento tiene la intención de continuar con el negocio y con una receta familiar que seguirá cumpliendo años y haciendo las delicias de todos aquellos que pasen por su local. "Mientras se pueda, vamos a intentar seguir un poco más", concluye Juan.