El ciclón Daniel causó, el domingo 10 de septiembre, una catástrofe histórica en la ciudad de Derna, en Libia. Pero lo peor no llegó hasta que un tsunami a la inversa, provocado por 33 millones de metros cúbicos de agua, se desató. Las dos presas de la zona colapsaron y, al instante, un río gigantesco de agua arrasaba lo que encontraba a su paso, hasta acabar en el mar.
El teléfono de Xevi Bolumar sonó. Tan sólo contaba con 50 minutos para coger su equipo y salir de Valencia en un convoy que les llevaría a Madrid. La embajada de Libia solicitaba ayuda urgente. Necesitaban a gente experta en el terreno.
Xevi es uno de los bomberos que viajó hasta Libia en búsqueda de alguna vida, si es que aún la había. Es bombero forestal de la Generalitat Valenciana y llevó a cabo su misión a través de la ONG Bombers pel Món.
Su equipo lo formaban 11 rescatistas y tres perros, pero no fueron los únicos. En total, 74 profesionales de ciudades distintas de España y 12 perros fueron movilizados.
La embajada del país coordinó el proceso: fletó el avión de ida y vuelta y los transportes internos. De Madrid hicieron escala en Trípoli hasta Bengasi y de Bengasi a Derna se movieron por carretera.
Xevi Bolumar sabía el escenario complicado al que se enfrentaba, pero no dudó en aceptar. "Tuve que organizar mi cabeza en muy poco tiempo, pero cuando ves que la gente lo está pasando mal, sientes la necesidad de hacer lo que sea e ir a ayudar, te reconforta", cuenta el bombero a EL ESPAÑOL.
A sus espaldas llevan su propio equipo de protección personal, es decir, el traje, el casco, botas, guantes... Pero para esta emergencia, los bomberos del Ayuntamiento de Valencia les cedieron, además, generadores eléctricos, tiendas de campaña o vibráfonos, entre otros.
El escenario
"Libia es políticamente inestable y presencié la tensión desde el primer momento. Un convoy con decenas de militares nos escoltaron hasta Derna", relata Bolumar. Llegaron a la ciudad de noche y, linternas frontales puestas en marcha, se pusieron a trabajar hasta que amaneció.
El paisaje, ahora visto en gran amplitud, impactó mucho a Xevi. "Aprecié cómo de grande era el nivel de destrucción, fue impresionante", apunta.
Para entender la situación, el profesional de la Generalitat explica los tres niveles de destrucción a los que se enfrentó. El primero es que no haya posibilidad de vida, pues la fuerza producida por el agua destruye todo.
En el segundo se encuentran edificios cortados por la mitad o incluso algunos que colapsan y se hunden. Puede haber personas vivas atrapadas, pero el conjunto del barro y los escombros dificultan esta posibilidad.
En el tercer nivel se habla de una inundación "normal". Son edificios anegados donde el nivel de agua ha subido y después ha bajado, pero no hay roturas.
La carrera a contrarreloj había empezado para ellos. Dentro de las primeras 72 horas es cuando sigue habiendo esperanza de vida y esa era su tarea: encontrar supervivientes. Después, es poco probable.
El proceso que siguen es dejar que un perro rastree los escombros. Si con su olfato detecta algún cuerpo con vida, se suelta al segundo para comprobar que sí que hay alguien. Entonces se grita: "da golpes, haz algún movimiento".
En este momento se conecta el vibráfono, un aparato que mide pequeñas vibraciones. Incluso si alguien rascara con una uña, el medidor es tan sensible que registraría esta información. Finalmente, se decide cómo llegar a la víctima y se procede al rescate.
"Desgraciadamente, no encontramos ningún superviviente", lamenta Xevi. "Algunos compañeros de otros equipos sí que encontraron a personas, pero a muy pocas", prosigue.
Situación excepcional
Xevi Bolumar lleva trabajando como forestal desde el año 1999. Desempeña el cargo de jefe de la unidad de bomberos forestales de Jérica. Desde el 2002, la Generalitat Valenciana forma a estos profesionales en competencias para poder intervenir en salvamento y desescombro, nevadas o inundaciones.
También forma parte del Grupo de Intervención Rápido de Emergencias (GIRE), grupo que se encuentra habilitado por la ONG Bombers pel Món.
Aunque cuenta con una larga experiencia en inundaciones en territorio nacional, nunca había estado en catástrofes de este calibre. Su equipo, en cambio, si que tiene experiencia en el ámbito internacional, pues ofrecieron su ayuda el pasado marzo tras el terremoto de Turquía.
Describe la extensión del desastre "como si hubiera desaparecido el 25% de la ciudad Valencia". Casi tres semanas después de todo, siguen buscando cadáveres. "El problema ahora es que hay miles de personas desaparecidas junto al lodo y los escombros. Para acceder a ellas, se necesita maquinaria pesada", explica Bolumar.
En cuanto al impacto psicológico que supone llevar a cabo un rescate de este tipo, el forestal valenciano afirma que su propia cabeza estaba en modo de supervivencia. Su labor era automática: "Te sorprendes de la "normalidad" con la que lo gestionas", dice.
Lo peor es la calma de llegar a casa. "El golpe viene después, con los recuerdos y las imágenes que te vienen", concluye.
Aun así, Xevi Bolumar se sumaría a otro reto profesional como este. Las tareas de búsqueda de los bomberos son esenciales ante cualquier crisis humana como ha sido la de Libia. Tan solo bastan 72 horas para rescatar una vida y, tal y como asegura, allí estaría él para prestar su ayuda.