En un mundo cada vez más interconectado, la inteligencia artificial (IA) se ha convertido en un hilo invisible que entrelaza gran parte de las experiencias de nuestra vida cotidiana.
Desde sugerencias a medida en plataformas de streaming hasta avanzados sistemas de diagnóstico médico, la presencia de la IA es tan omnipresente como el oxígeno que nos rodea.
El debate actual no gira en torno a si la IA cambiará nuestras vidas —porque ya lo está haciendo— sino sobre la necesidad de capacitarnos en estas tecnologías. La pregunta no es, por tanto, "¿formarse o no formarse?": la verdadera cuestión es cómo adaptarnos y prosperar en esta nueva era.
Recientemente, conversaba con un profesor de universidad del área de arquitectura, quien dudaba sobre el impacto de la IA en su carrera profesional, creyendo erróneamente que no iba a verse influenciado en los diez años que faltaban hasta su jubilación.
Esta visión es un buen ejemplo de una creencia bastante extendida: que la IA es un campo de interés exclusivo para los que estamos inmersos en el mundo tecnológico.
La realidad, sin embargo, es que la IA ya está remodelando todas las industrias de manera transversal, incluida la arquitectura, donde el diseño asistido por IA y la gestión de proyectos inteligentes prometen revolucionar el sector.
Además, la IA va a transformar la docencia, introduciendo métodos innovadores que enriquecerán el proceso de enseñanza y aprendizaje en todas las disciplinas.
La creencia de que podemos mantenernos al margen y esperar que el impacto de la IA avance lentamente, sin afectarnos, es precisamente lo que determinará que nos vaya mejor o peor en esta nueva era.
La resistencia o el temor hacia la IA no son fenómenos nuevos: cada revolución tecnológica ha generado su cuota de escepticismo. Sin embargo, la historia nos enseña que la adaptación a los avances tecnológicos no solo es inevitable, sino que puede llegar a ser muy beneficiosa. El verdadero peligro no se encuentra en la tecnología misma, sino en la pasividad ante su avance.
Se estima que el mercado global de IA superará los 400 mil millones de dólares para 2027, datos que reflejan no solo su expansión sino la creciente demanda de habilidades relacionadas.
Ante este panorama, ignorar la formación en IA no solo nos deja en riesgo de obsolescencia profesional, sino que también amplia la brecha digital, segregando a quienes posean las habilidades para manejarse en este nuevo mundo de aquellos que no.
Al considerar profesiones que, lejos de desaparecer, están encontrando un renacimiento gracias a la IA, amigos en el sector financiero me cuentan cómo les permite realizar análisis de riesgo más precisos y personalizar servicios para sus clientes de maneras antes impensables.
En el ámbito de la salud, la capacidad de la IA para analizar grandes volúmenes de datos médicos está revolucionando el diagnóstico y tratamiento de enfermedades, democratizando el acceso al conocimiento y permitiendo una medicina más personalizada y eficiente.
Igualmente, en el sector agrícola, la IA está transformando las prácticas de cultivo optimizando recursos y pronosticando patrones climáticos, fomentando así una producción más abundante y sostenible. Estos avances demuestran cómo la IA está dando paso a una era de innovación y eficiencia en campos que van mucho más allá del ámbito tecnológico tradicional.
Sin embargo, los riesgos de no formarse en IA van más allá del ámbito laboral. La seguridad, la privacidad y las cuestiones éticas relacionadas con la IA requieren de una ciudadanía informada, capaz de participar en debates críticos sobre su desarrollo y aplicación. La formación en IA, por tanto, no es solo una cuestión de competencia profesional, sino de responsabilidad cívica y personal.
La buena noticia es que formarse en estas tecnologías nunca ha sido más accesible. Existen innumerables oportunidades para adquirir conocimientos en IA: cursos en línea, talleres y recursos gratuitos, independientemente de cuál sea nuestro campo de especialización.
Instituciones como la fundación Valgrai, cuyo objetivo es dar formación especializada en IA, juegan un papel crucial en este proceso, facilitando el acceso al aprendizaje y promoviendo la inclusión digital.
Hoy en particular, el Día de la Mujer en la Ciencia, se nos recuerda la necesidad de cerrar la brecha de género en todos los campos de la ciencia y tecnología.
La revolución de la IA nos brinda una excelente oportunidad para que las mujeres nos formemos, exploremos y contribuyamos al campo de la IA, asegurando que nuestras voces y talentos formen parte de la innovación tecnológica. Es una época de cambios en la que todas las mujeres contamos con las herramientas para poder ser protagonistas del futuro tecnológico.
Concluyo con una reflexión: el futuro con la IA no es una distopía tecnológica, sino un horizonte lleno de posibilidades que tenemos que aprender a aprovechar. La verdadera pregunta no es si debemos formarnos en IA, sino cómo podemos hacerlo de manera que maximice nuestro potencial humano.
La IA no es el fin de nuestra era, sino el comienzo de una nueva, donde el conocimiento es la llave hacia un futuro prometedor. La invitación para mujeres y hombres está hecha: eduquémonos, adaptemos y prosperemos en este nuevo tiempo.
Ana Cidad Vila - Directora gerente de la Fundación ValgrAI