Ya hace tiempo que oigo hablar de una tiktoker peculiar, o no, cuya cuenta es una colección de videos destinados a mostrarnos las cosas tan fantásticas que hace para su novio Pablo. Pero, que nadie se me asuste que no voy a hablar de nada subido de tono, sino más bien bajado. La muchacha complace a su novio en el más rancio y aparentemente inocente de los sentidos.

La criatura le hace todo tipo de comiditas complicadísimas como si nada, pero no solo eso: tan pronto encuaderna un libro porque es el preferido de Pablo, el novio, como se fabrica maquillaje con las flores que él le regaló, o se confecciona un vestido para salir con él.

Y todo ello con una vocecilla infantil y meliflua que a mí me atraviesa la meninge. Es una mezcla imposible entre Dora la Exploradora, MacGyver, Heidi y la Sección Femenina en sus mejores tiempos, todo en una. Y, además, en versión digital. Un pastiche que debería ser intragable pero que gana cada día miles de seguidores y ha hecho correr ríos de tinta. Yo misma he caído en ello escribiendo ese artículo.

Confieso que no he podido evitarlo. A mi esta chica, además de darme grima y rabia a un tiempo, me preocupa. Y no por lo que haga ella o el sieso de su novio, que me traen sin cuidado, sino porque puede transmitir mensajes muy peligrosos. Y no está el horno para bollos, por más deliciosos que sean los que hornea la chica.

La verdad es que cuando esos vídeos llegaron a mis manos, lo primero que se me vino a la cabeza fue la frase que decía el genio de la lámpara a aquel que la encontró y frotó para liberarlo: tus deseos son órdenes. Y ese parece ser el santo y seña de la tiktoker, empeñada en adivinar los deseos de su novio y hacerlos realidad en una suerte de competición por ser la mejor del mundo mundial en todo que no sé muy bien cómo calificar.

Pero, por empezar por el principio, que en pleno siglo XXI una mujer joven ofrezca al mundo la imagen de que no vive, sino que se desvive por su pareja, sin que lo que piense o quiera ella importe lo más mínimo, me preocupa y mucho.

Es, ni más ni menos, como aquellas estampitas del decálogo de la Sección Femenina que recomendaban estar siempre guapa, con la casa limpia como una patena, y dispuesta a anticiparnos a los deseos de nuestro flamante maridito. Algo que parecía superado hace mucho.

Y eso no es todo. Otra cosa a plantearse es cómo se sentirá el novio en cuestión cuando no pueda anhelar nada del mundo sin que su solícita pareja lo ponga a sus pies. Como una suerte de Rey Midas moderno que convierte en realidad todos sus sueños. Y ya sabemos que hay un dicho que advierte que hay que tener cuidado con lo que se desea, no vaya a hacerse real.

No obstante, y obviando que el tal Pablo -nombre del novio de la tiktoker- pueda estar hasta los mismísimos de su pluscuamperfecta novia, lo verdaderamente preocupante es que se ofrezca una imagen positiva, de buen rollo y hasta una pátina de falsa modernidad a lo que no es otra cosa que machismo y subordinación al hombre de las de toda la vida, y que se muestre a las jóvenes de hoy como una opción moderna y graciosa lo que no es sino el rancio estereotipo al que hemos estado ligadas tanto tiempo, y que tanto daño ha hecho a tantas mujeres.

Así que, la próxima vez que veamos esas imágenes e incluso nos hagan gracias, pensemos bien antes de comentarlo, de darle un like e incluso de minimizarlo. Que el riesgo que entraña no es para tomarlo a broma.