Dicen que el tiempo pasa muy deprisa. Y hay veces que así lo parece, aunque siempre depende de cómo sea ese tiempo para sentir que pasa demasiado deprisa o que, por el contrario, transcurre a paso de tortuga. Y eso es lo que pasa en el caso en el que estaba pensando.
Hace dos años que la joven Masha Amini fue asesinada por la acción de la policía de la moral de su país, Irán, por no llevar bien ajustado el velo, según dijeron. Un hecho tan nimio servía como excusa para torturar a una mujer hasta la muerte, para demostrar quién manda y cuál es el valor de las mujeres en ese régimen, la nada absoluta.
Como decía, tal vez para las personas que vivimos a este lado del mundo estos dos años hayan pasado muy rápidamente, y podamos llevarnos las manos a la cabeza para exclamar, con gesto displicente, que parece que fue ayer.
Sin embargo, para todas esas mujeres sometidas al peor de los yugos, para quienes no pueden cantar, ni bailar, ni vestir como quieran, para quienes no tienen libertad ni siquiera para quejarse, el tiempo no solo no debe pasar deprisa, sino que cada nuevo día debe ser una verdadera heroicidad, además de una auténtica pesadilla.
Pero, aunque no lo parezca, hay esperanza, aunque sea un hilillo. Hay esperanza porque, mientras en otros lugares nos conformamos con recordar lo deprisa que pasa el tiempo y la indignación que nos invadió en su día, en el país de Masha algo ha cambiado y, a pesar de los pesares, no la olvidan.
Su asesinato dio pie a una serie de revueltas que fueron objeto de la más dura de las represiones, pero, aunque pudiera acabar con muchas personas, no acabó con su espíritu. Y el lema de mujer, vida, libertad con el que salieron a las calles sigue ahora tan vigente o más que aquel día.
La resistencia
Hoy, muchas iraníes se resisten a llevar el velo, aun a riesgo de su propia vida. Mujeres que se atreven a desafiar a todo con un gesto que a este lado del mundo no tiene importancia, pero que para ellas puede marcar el límite entre la vida y la muerte, entre vivir y sobrevivir, siempre con la amenaza de ser detenidas por la policía de la moral gravitando sobre sus cabezas.
Y también hay hombres que están a su lado, aunque sean ellas las protagonistas porque son quienes más se juegan.
Todo esto ha sido bautizado como “guerra contra las mujeres” por la premio Nobel de la Paz Narges Mohammadi, quien continúa su activismo feminista desde la prisión donde está encarcelada. Su lucha nos recuerda que, por deprisa que creamos que pasa el tiempo, debe pasar muy despacio cuando se vive en esas condiciones.
Pero poco a poco, paso a paso, la revolución cultural en Irán persiste, pese a todo. Aunque silencien, castiguen y hagan desparecer las voces que se alzan, siempre surgirán nuevas voces para continuar la lucha. Porque, como dijo Neruda, podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera.
Y por eso, precisamente, quienes tenemos la vida más fácil, no podemos mirar hacia otro lado. No podemos conformarnos con hacer aspavientos y quejarnos de lo deprisa que pasa el tiempo. Tenemos que aprovechar ese tiempo para darles todo nuestro apoyo. No las olvidemos. Porque siempre hemos de tener presente que lo único que nos diferencia es la suerte de haber nacido en uno u otro tiempo y lugar.
Gritemos con ellas mujer, vida, libertad. No las dejemos solas.