Ni que decir tiene que, a la hora despedir a este 2024, y a pesar de todas las cosas que han pasado, hay algo que nos marcará para siempre, sobre todo si, como yo, se es de Valencia. Y ese algo es, cómo no, la maldita Dana y sus todavía más malditas consecuencias.
Pero esto no es nuevo. El otro día, en mi clase de dansà i balls populars, nuestro profesor nos hacía ver algo de lo que yo hasta hora no había sido consciente. Y es que la letra de una de las cançons que hemos bailado varias veces, les Valencianes d’Albal parecía que adivinaba el futuro:
"El any de les barrancades
me s’emportà la barraca;
No plores mé Maravilla,
que en quatre palos n’hi ha una altra"
Obviamente, no es que la cultura popular sea clarividente, sino que el presente de hoy también fue presente en el mismo lugar hace muchos años, aunque hoy se haya convertido en un pasado casi olvidado. Y, precisamente por eso, no se previó que lo que pasó puede volver a pasar. Espero que no cometamos el mismo error.
Aunque el ser humano, bien los sabemos, es, como dice el refranero, el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. O más. Porque si no fuera así, no habríamos revivido este año esas cosas de las que ya deberíamos haber aprendido, como son las guerras.
La interminable guerra de Ucrania sigue siendo interminable y la masacrada Gaza cada día está más masacrada. Y eso por solo citar dos de los más de cincuenta conflictos bélicos activos en los que hay involucrados más de noventa países.
Mas, como decía, si este año no hubiera sido -otra vez- el año de las barrancadas hablaría de cosas que han marcado el transcurrir de estos 366 días, que el año, al ser bisiesto, nos ha regalado un día más.
Comentaría entonces sobre el lamentable espectáculo de judicialización de la política -¿o viceversa?-, con una inaudita no-imputación del Fiscal General del Estado, y conste que la llamo así porque, pese a lo que repiten los medios, no ha sido citado como investigado en ningún momento, por más que sea increíble -por no utilizar otro adjetivo- la decisión de continuar con un procedimiento en el que puede resultar investigado por un delito diferente de aquel por el que supuestamente se le investigaba.
Un galimatías jurídico en el que jueces y fiscales no salimos precisamente bien parados. Como no lo somos tampoco en el culebrón judicial que afecta a la esposa del presidente del gobierno, y unos cuantos más en los que no voy a gastar más tiempo.
Si no hubiera sido el año de las barrancadas, también comentaría lo que me preocupa la victoria de Trump en el país más poderoso del mundo, porque se une a un clan de dirigentes cuya salud mental plantea serias dudas.
También hablaría de otro tema muy relacionado con ese, como es el crecimiento de la ultraderecha y de las tendencias intolerantes en todo el mundo. El odio a quien es diferente, especialmente si viene de fuera de nuestra tierra, se ha convertido en una constante en las campañas electorales que no dice nada bueno del género humano y nos augura un futuro negro si no le ponemos remedio.
Y hablaría, como no, de las personas que nos han dejado, una lista que cierra la recientemente fallecida Marisa Paredes. Hombres y mujeres que, como Mayra Gómez Kemp, marcaron nuestras vidas y hoy ya no están aquí.
Pero, como dice la canción, es el año de las barrancadas, que se han llevado tantas barracas. Así que toca, como dice también la canción, coger esos cuatro palos para alzarla de nuevo. No nos queda otra.
Ojalá el año próximo pueda hablar de todas las cosas que han pasado porque no haya agua que se lo lleve todo por delante.
Deseo que el 2025 sea generoso, porque lo de "Virgencita, que me quede como estoy" esta vez no vale. Feliz año nuevo.