Filósofos y científicos han buscado desde tiempos inmemoriales la fórmula que explicara el mundo. Y aunque geografía y religión hacen que las conclusiones difieran entre unos y otros, en la antigüedad hubo un consenso claro en señalar agua, tierra, fuego y aire como la base para todo lo que existe. Es cierto que esa receta clásica ya no sirve para explicar el universo, pero no por ello ha perdido su utilidad.
Al menos no para los aventureros que, a modo de alquimistas, pueden combinar estos componentes para trazar su propio mapa de actividades en busca de un quinto que, más que con el mundo tangible, tiene que ver con las sensaciones: la adrenalina, la diversión... hay tantas opciones como valientes. Algo personal.
EL HOMBRE SÍ PUEDE VOLAR
Durante siglos se miró con envidia a los animales capaces de elevarse sobre la tierra y flotar entre las nubes, anclada la mente en la obviedad de que el hombre, por sí solo, no puede volar. Tuvieron que llegar mentes privilegiadas para imaginar soluciones que desafiaran a la naturaleza. Y aunque pasaron siglos desde aquellos bocetos de máquinas voladoras como las de Leonardo, en la actualidad pasear por el cielo ya no es un sueño y está al alcance de todos.
Quién iba a decirle al hombre antiguo que un día no sólo volaría, sino que incluso se tiraría de un avión para sentir qué se siente en caída libre. El paracaidismo permite vivir esa experiencia de una manera segura y en la que la descarga de adrenalina del salto se combina con el suave descenso final que permite acompasar el corazón al tiempo que se disfruta de paisajes incomparables. En España hay un sinfín de lugares en los que practicarlo, aunque por el entorno, casi donde montañas y mar se tocan, la gerundense localidad de Empuriabrava es un referente de este deporte. Con más de 100.000 saltos al año, es una de las capitales europeas de esta práctica.
Pero si lanzarse desde 4.000 metros de altura es una experiencia llena de adrenalina, siempre hay una versión más ligera en la misma localidad: un túnel de viento en el que aprender la técnica de forma menos impactante pero apta incluso para menores. Más tranquila es la experiencia de volar en globo. Lo que otrora fue casi un medio de transporte se convierte hoy en una actividad tranquila y placentera en la que el silencio acompaña las vistas inigualables. Esta misma zona del Ampurdán es perfecta para contemplar la variada geografía de la zona, si bien la quebrada geografía de la península ofrece otros sitios más que apetecibles. Los Picos de Europa en Asturias, las ruinas romanas de Mérida o las tierras allende el Sistema Central, donde las condiciones suelen ser perfectas para prácticas en el aire. Por ejemplo, en la localidad abulense de Piedrahita se encuentra una de las pistas de despegue para parapente más conocidas de la zona centro de España. Desde allí se observan los pequeños pueblos de la comarca del río Corneja con el incomparable parapeto de la sierra de Gredos en la lejanía.
Pero buscando un lugar más agreste que esta calmada zona de cultivos, Benasque (Huesca) también es un destino casi obligado. Desde su cielo se contempla el valle de su mismo nombre, con el regalo a la vista de los Pirineos y la guinda de contemplar casi a su altura el Aneto (3.404 m), el segundo pico más elevado de la Península, tras el Mulhacén.
AGUA SALVAJE, AGUA TRANQUILA
Las zonas de montaña suelen ser, además, excelentes escenarios en los que practicar algunos de los deportes acuáticos más salvajes. La fuerza con la que bajan los incipientes ríos hacen de esta misma zona de los Pirineos aragoneses una buena elección: el río Ara o el Gállego, próximo este a Jaca, ofrecen algunos de los recorridos más excitantes para practicar rafting. No lejos de allí, en la parte catalana de la cordillera, el leridano Noguera Pallaresa también es una excelente elección.
Pero no sólo los Pirineos dan esta oportunidad. En la misma línea entre Castilla La Mancha y la Comunidad Valenciana se halla el río Cabriel, otro de los destinos más señalados para esta práctica y que tiene la ventaja de estar a tiro de piedra de Madrid y Valencia. Y en Andalucía, otros dos imprescindibles: el río Genil y, sobre todo, el Guadalfeo, en Granada, que presenta tramos de notable exigencia técnica.
Aunque al hablar de actividades relacionadas con el agua pocos lugares ofrecen tanta cantidad y calidad de opciones como Asturias. Puede que la imagen del descenso del Sella cope la memoria de quienes estén ajenos a su oferta pero, créannos, hay vida más allá de esta carismática cita. El río Deva es uno de esos imponentes lugares que, pese a carecer de la fama del Sella, tiene paisajes acaso más salvajes e impactantes. Y su ejemplo no es el único.
En general, muchos de los ríos que nacen en Picos de Europa ofrecen características parecidas: el Cares, el Narcea... Además, esa caprichosa orografía asturiana también permite actividades igualmente emocionantes: el barranquismo en los entornos de los ríos o el más reciente coasteering que, casi como si de una gymkana marina se tratara, propone avanzar por las piedras de los acantilados marinos a base de saltos, trepadas, buceo o simplemente andando. Ribadesella es una de las capitales de esta práctica.
A mar abierto y con la playa cerca, los amantes del surf pueden visitar igualmente dos santuarios que, por la distancia que los separa, bien pueden servir de excusa para varias escapadas. Por un lado Tarifa, con su sempiterno viento que azuza las olas y compone un campo ideal para surferos... y para los que practiquen windsurf, kitesurf e incluso vela. Toda actividad que exija mar y viento tiene aquí su santuario. Un paraíso que vive curiosamente en la costa opuesta al otro recomendado. Aunque en este caso, para paladares exigentes, porque la localidad vizcaína de Mundaka da la posibilidad de surfear unas olas tan peculiares como valoradas: la llamada ola de izquierdas, que suele conllevar mayor dificultad técnica y que atrae cada a año a infinidad de deportistas. Relajémonos.
Puede que, al fin y al cabo, el ansiado quinto elemento que buscamos no exija quemar mucha energía ni descargar adrenalina. ¿Y si está en las profundidades oceánicas? Bucear es una de las actividades más relajantes y bellas que existen. Volar bajo las aguas es otra frontera superada para el ser humano y el espectáculo compensa. El paisaje submarino varía notablemente según dónde se practique, así que a lo largo y ancho de España la lista de inmersiones imprescindibles es amplia: Cabo de Palos y su reserva marina de Islas Hormigas, Islas Medas (Girona), Islas Cíes (Galicia), Formentera o Menorca (Baleares) y, por supuesto, las Canarias, especialmente en El Hierro, si bien todo el archipiélago ofrece una variedad inusitada.
SENTIR LA TIERRA
No se equivocaba el que algún día calificó a las Canarias como islas afortunadas. El clima, la gente, las infraestructuras y la cantidad de opciones al alcance del visitante resultan abrumadoras. Pero no todo allí es sol, playa y mar: la accidentada geografía de El Hierro o Lanzarote, por ejemplo, dibuja numerosos senderos para recorrer, si bien el gran reto sigue siendo la ascensión al Teide. Con sus 3.718 metros corona no sólo el parque nacional al que da nombre, sino que se erige, aun en la lejanía, como el techo de España. Llegar a su cima es una excursión gratificante pero dura. El desnivel es extremo -si se elige la opción más larga- y la altura puede jugar malas pasadas. Aunque que nadie se desanime: existe un teleférico que salva distancias y energía.
Más asequibles son las cumbres en la mayor parte de la Península, donde cada zona tiene razones más que convincentes para echarse a los caminos. Los Picos de Europa destacan nuevamente en este ámbito, con un entorno amplio y en el que mil y un senderos conceden un catálogo de rutas inabarcable entre montañas, bosques y litoral. Otras zonas menos llamativas a priori, pero con similar interés pueden ser el Valle del Jerte, especialmente durante la floración del cerezo. Andar por aquellos parajes no tan conocidos y contemplar cómo el color blanco de las flores tinta el valle aun en sus más recónditos recovecos es un espectáculo que hay que contemplar al menos una vez en la vida. ¿Qué opinarían nuestros ancestros sobre ese mágico color de las montañas? Bien, puede que eso no lo sepamos nunca, pero al menos sí podemos hacernos una idea de qué pensaban sobre la vida en aquellos tiempos. Eso es lo que ofrece la visita a Altamira, en la cántabra Santillana del Mar, la primera cueva donde se halló arte rupestre paleolítico. Aunque por motivos de conservación su acceso es muy restringido, existe una reproducción artificial tan fiel a la original como interesante y que supone un nexo de unión claro entre la humanidad y la tierra.
Con menor interés arqueológico, pero con más belleza geológica, algunas de las formaciones subterráneas a lo largo de la Península conforman un catálogo de cuevas excepcional. Es difícil destacar una, así que ahí van unas cuantas interesantes: la cueva Palomera (Burgos) que es la mayor cavidad española; la 'Gruta de las Maravillas' en Aracena (Huelva), que fue la primera que admitió visitas turísticas en nuestro país; Pozalagua, en la vizcaína Carranza, llena de formas caprichosas; o el Parque Minero de Almadén (Ciudad Real), yacimiento milenario que fue declarado Patrimonio Mundial de la UNESCO en 2012. Pero para quien busque un contacto aún más estrecho y activo con la tierra puede que la espeleología sea lo suyo.
Cerca de Madrid, el entorno del bello municipio de Patones es un paraíso para esta actividad. Aunque los aficionados a esta práctica ensalzan otro punto, la cueva del Gato, cerca de Ronda (Málaga), como un referente. Es una cavidad viva en la que frecuentemente se descubren nuevos pasadizos, si bien parte de su interés no viene dado solo por el más que amplio sistema de galerías sino por la increíble variedad de sus formaciones, que incluyen estrechos pasos, altísimos salones de hasta 70 metros e incluso algún lago que exige que una visita al lugar haya que mojarse, en sentido literal.
EL PODER PURIFICADOR DEL FUEGO
Aire, tierra, agua y fuego. Los cuatro elementos que se hallan en el origen de todo, según los clásicos, han sido recurrentes para muchas culturas a lo largo de la Historia en sus ritos de iniciación o como modos para purificarse y renacer. En la actualidad se han renovado las formas y se ha diluido el trasfondo religioso pero el simbolismo de antaño se conserva más o menos intacto.
En unas semanas, el 24 de junio, la noche de San Juan dará buena muestra de ello. Es interesante acercarse a una tradición cuya estampa más típica es la de los saltos de hogueras en las playas, especialmente en todo Levante y con capital trascendencia en Alicante, donde se cuentan hasta 200 a lo largo de la ciudad. Tanto allí como en el resto de la costa española generalmente se combinan los efectos mágicos del fuego y del posterior baño en el mar. No es mal plan.
Cada región, eso sí, presenta variaciones que le confieren a esta festividad un carácter muy diferente. En Galicia, tierra de meigas y leyendas, el fuego se eleva hacia el firmamento mientras se degustan cachelos y se toma aguardiente; en Málaga, por ejemplo, es típico acompañar la noche con sardinas mientras arden los llamados júas, que simbolizan lo malo; en Cádiz el mismo concepto recibe el nombre de Juanillos. Suele ser habitual echar al fuego lo negativo o lo viejo como símbolo de renacimiento aunque tampoco es raro que lo que acabe entre las llamas sean los buenos deseos. Sólo la magia de una noche así salva estas aparentes contradicciones.
Tengan cuidado con la magia, eso sí. Cuenta la leyenda que en el río Baza, en la localidad granadina del mismo nombre, sale de una cueva cada noche de San Juan una bellísima doncella con el pelo largo que, con un peine en una mano y una daga en la otra, da a elegir a algún precavido entre ella y ambos objetos. ¡Huyan entonces! Porque esta Encantada trae mal fario. Pero en todo caso, su historia sigue dando un toque distinto a esta festividad en el pueblo nazarí, que recuerda año a año a aquella joven... pese a los augurios. Las hogueras de la localidad toman, pues, un sentido más profundo.
Tampoco hace falta tener el mar al lado para alcanzar los beneficios purificadores del fuego. Alfombras de brasas, por ejemplo, se despliegan en la localidad soriana de San Pedro Manrique, donde esta fiesta declarada en 2008 como de Interés General incluso se celebra en un recinto exclusivo. Los pasadores, oriundos del mismo pueblo o descendientes de estos, cruzan descalzos las ascuas ante la emoción contenida del público. Una experiencia que merece la pena vivir, porque quién sabe si sobre ese tapiz incandescente encontramos el ansiado quinto elemento. La búsqueda, cuanto menos, habrá sido divertida.
'Encuentra tu quinto elemento' es un contenido patrocinado por Land Rover Evoque.