No son grafiteros, son muralistas. Existe una diferencia sustancial entre uno y otro concepto que, si intento explicar, probablemente suscite enojos entre esos puntillosos artistas con lupa en mano. A grandes rasgos, los primeros nacen por un sentimiento impetuoso de rebeldía y territorialidad. Mantienen un indeleble diálogo antisistema que podríamos catalogar de eso que en internet se le llama hater. Los muralistas sin embargo pintan en espacios convenidos, no suelen esconder sus nombre y su relación con el poder está más que institucionalizada. Hacer hincapié en esta diferencia, propinada a brochazo gordo, no significa que nos estemos posicionando - que no se trata de ver quién la tiene más grande-, pero parecía importante para poder explicar lo que está pasando en México.
De cinco años a esta parte, el muralismo se ha ido reanimando después de tanto tiempo inactivo. La tendencia es global, pero sin duda México ha reabierto una corriente que se fue a la tumba con Diego Rivera. Algo que los propios diarios del país han llamado “Nuevo muralismo” o “Muralismo 2.0” y que mundialmente se conoce como Street Art o Arte Urbano.
La corriente que propulsaron artistas mexicanos como Diego Rivera, David Alfaro o José Clemente Orozco vuelve a las calles del DF reinventada y repensada, aunque con un sentimiento de tradición, casi nostálgico. “Han sido sesenta años de olvido, pero se está experimentando un movimiento global de vuelta al muralismo”, explica el artista mexicano Jenaro de Rosenzweig, ex grafitero y nuevo muralista. “Sería injusto decir que está pasando por igual en todos los lugares, México posee esa idiosincrasia muralista de la que otros países carece”. Jenaro de Rosenzweig encuentra en este resurgir una conexión con Diego Rivera. “A Rivera le invitaban a pintar en Nueva York. Hoy en día el streetartismo es parecido: el promotor de arte urbano paga a los artistas para que vayan a los festivales, tal y como sucedió con Diego en los sesenta”.
¡Que viva la Revolución!
Todo comenzó en 1922, después de la Revolución Mexicana, cuando el presidente Álvaro Obregón y su secretario de educación José Vasconcelos llamaron a los principales artistas mexicanos para pintar en espacios públicos como en los edificios de la Secretaría de Educación y la Escuela Nacional Preparatoria. Se trataba de un ambicioso proyecto educativo que usaba los murales como material didáctico. En esas pinturas, el pueblo mexicano –mayormente analfabeto-, podría conocer la historia y los efectos de la revolución sin necesidad de leer teoría en un libro.
El muralismo se ha modernizado, aunque sigue siendo un arte de minorías. Por eso Jenaro ha fundado junto a su socio Alejandro Revilla Street Art Chilango, una cooperativa que funciona como propulsora del arte urbano en la Ciudad de México. Se trata de una plataforma difusora de los nuevos murales y muralistas, pero además, desde hace más de dos años y medio, organizan un curioso tour de street art. Los sábados llevan a aquellos interesados en el arte urbano a recorrer las calles del DF durante unas dos horas, parando en los murales más distintivos de la ciudad. Pegado a este proyecto, han implementado en su web un mapa interactivo que utilizan para desplegar las fotos de Instagram que son etiquetadas con el hashtag #streetartchilango. De esta manera, cada vez que una persona sube una foto de arte urbano y que incluya este hashtag aparecerá desplegada en su mapa con sus coordenadas correspondientes. “Así todo el mundo puede ver cómo van saliendo las nuevas obras e incluso hacer el tour gratis”, afirma Jenaro.
El nuevo muralismo
Por supuesto, Street Art Chilango también produce arte. Jenaro y Alejandro pintan con artistas “que nos caen bien y que nos ofrecen nuevo trabajo. No somos un grupo cerrado y no hay permanencia absoluta”. Le pregunto por nombres populares de artistas urbanos compatriotas y se ofende, casi sin querer. Resulta que están muy trillados y “los vencimos para darle paso a artistas nuevos” como Nick Mestizo, Alfredo Libre, Franc Mun o Andrik Noble. Mujeres, como siempre, hay menos, pero Paola Delfín y Lourdes Villagomez se encuentran entre el top diez de muralistas mexicanos actuales.
Tienen todos página web, ¿no? – pregunto-, pero me comenta que se “manejan” con Instagram. “La llegada del teléfono inteligente y el nacimiento de las redes sociales ha hecho que todos puedan apreciar el arte. El street art utiliza estas herramientas para que se pueda entender el concepto de mural”. La publicidad que el arte puede encontrar en las redes sociales es apabullante: da igual en qué lugar esté y en qué momento. “Internet cambia toda la distribución del arte”, explica Jenaro. “Una obra que esté sólo ocho horas sobre mural [porque después se tapa con otra pintura] puede darle la vuelta al mundo. Antes el arte lo manejaban galeristas que decidían quiénes sí y quiénes no. Ahora se ha democratizado por medio de likes”.
El máximo exponente del arte urbano no es mexicano, si no inglés: Banksy. Pero cómo son las cosas, que los chismes cuentan que en sus comienzos se encontraba en el estado mexicano de Oaxaca. Se dice que fue allí donde encontró la verdadera chispa.