Los perfumes nos transportan en el espacio y el tiempo. De Oriente a Occidente y a lo largo de toda la historia, el hombre y la mujer se han servido de los aromas para destacar su posición social o su personalidad. La Provenza francesa o los exóticos y paradisíacos paisajes orientales, nos han proporcionado exquisitas fragancias que, también hoy, evocan placer, lujo y distinción.
Cuenta la historia que el hombre primitivo encendía su hoguera con maderas aromáticas, para obtener el favor de las divinidades. Desde entonces, todas las culturas ha utilizado plantas aromáticas, flores, especias o resinas. Alejandro Magno hacía empapar sus túnicas con esencia de azafrán, dejando una estela perfumada a su paso. Los romanos portaban en el interior de alguna joya, habitualmente collares o cinturones, resinas y plantas aromáticas como forma sencilla de dotarse de buen olor. Más tarde, el mundo islámico propagaría las nuevas esencias por el Mediterráneo, gracias al comercio de las caravanas.
Durante la Edad Media, los Cruzados trajeron de Oriente materias primas y las primeras técnicas de perfumería. Pero, incluso en el siglo XXI, una de las materias primas más caras y apreciadas continúa llegando de aquellas lejanas tierras. Es la joya de la corona de los perfumistas.
El árbol sagrado del Oud
La madera de Agar, produce una exquisita nota olfativa, conocida en el mundo de la perfumería como Oud. Pero solo se llama Oud cuando el tronco sufre el ataque de un hongo. Este proceso dura cerca de veinte años y solo entonces la resina producida por el árbol Aquilaria se transforma en una sustancia aceitosa y muy aromática que impregna la madera.
Uno de estos curiosos ejemplares de Aquilaria se encuentra, desde hace 200 años, en el templo budista de Wat Bang Kardan, en la provincia de Trat, y siempre está protegido por un destacamento del Ejército tailandés. Sin embargo, Wat Bang, no es conocido por su árbol centenario sino porque sus monjes realizan “Sak Yant” o “tatuajes sagrados”, a los que atribuyen poderes mágicos. Una labor religiosa que atrae a “clientes” de todo el mundo.
La provincia de Trat cuenta con 52 islas paradisíacas bañadas por las aguas del Golfo de Tailandia. En sus pequeñas aldeas el tiempo se detuvo, hace siglos, y en su cultura destaca el respeto por la naturaleza. Es un territorio casi desconocido. Un rinconcito de Tailandia en el que las coloridas barcas de los pescadores reposan tranquilamente en el agua. A uno y otro lado del canal, los vecinos habitan en la paz de sus pequeñas casas de puertas abiertas, almuerzos en terrazas o plácidas siestas en las hamacas, a la vista de vecinos y visitantes. Quizá por eso, aunque un grupo de inversores japoneses haya ofrecido más de 23 millones de dólares por su árbol de Aquilaria, nadie parece apreciar la oferta. Su árbol sagrado no tiene precio.
La Provenza francesa
Los campos de lavanda de La Provenza francesa son mundialmente conocidos. Los valles de la región, teñidos de violeta, constituyen uno de los grandes atractivos de unos pueblos encantadores con casas y calles de piedra, pequeñas iglesias, torres con reloj y hermosas plazas con terrazas y restaurantes.
Y, sin duda, Grasse, capital internacional del perfume, es uno de los lugares más bellos de la Costa Azul. Pertenece al Departamento de los Alpes Marítimos. Es una ciudad medieval nacida en el siglo VII, situada a apenas 14 kilómetros de Cannes y 30 del aeropuerto de Niza.
Su excepcional ubicación, cerca del mar, la convirtió, ya en la Edad Media, en un centro de comercio internacional. En su entorno destaca la región de los Préalpes d'Azur, declarada Parque Natural Regional gracias a su biodiversidad. En su espacio están catalogadas más de dos mil especies vegetales. Y en la Réserve Biologique des Monts d´Azur viven en libertad animales salvajes de la fauna europea. Muy cerca, las Cuevas de St. Nazaire y las de Baume Obscure, a apenas veinte minutos de Grasse, merecen una visita.
Resulta delicioso deambular por la ciudad. Sus callejuelas laberínticas y sinuosas conducen hasta la catedral, que se alza imponente sobre una colina de 750 metros de altitud. Construida en el siglo XI, Notre-Dame du Puy, es una de las joyas del estilo románico provenzal. El alto en el que se encuentra, permite al visitante contemplar los vastos y coloridos valles plagados de rosas, jazmines y nardos que maduran al sol de La Provenza y que la han convertido en la ciudad mundial de los aromas. Cuarenta de los doscientos perfumistas censados en el mundo, trabajan y viven en Grasse. De hecho, la ciudad alberga el Museo Internacional de la Perfumería, un museo único que reconstruye los cuatro mil años de la historia del perfume y la evolución de sus técnicas.
En el siglo XVIII, los perfumistas extranjeros ya comenzaban a instalarse en Francia, y especialmente en París. Es, en ese momento, cuando la Corte de Luis XV se convierte en “la Corte perfumada”. El éxito fue rotundo en muchos ámbitos. Una firma parisina decidió perfumar los guantes que fabricaba, para eliminar el fuerte olor de la piel y el cuero. Y los aromas se extendieron por Europa.
Colonia, la innovación en la perfumería
A comienzos del siglo XVIII, un italiano afincado en la ciudad, Giovani María Farina, fundaba su fábrica de perfumes. Allí nació la mundialmente conocida Eau de Cologne o Agua de Colonia. Farina describía su aroma como un recuerdo de Italia en sus mañanas de primavera, con el olor de las hojas de naranjo y los narcisos silvestres mojados por la lluvia. Su aroma no tenía ninguna similitud con los perfumes de la época, espesos y cargados, aunque su coste también era realmente elevado. Toda una revolución aromática que llevó al propio Napoleón a bañarse en “eau de cologne”. Se dice que “el emperador” llevaba un pequeño frasco escondido en su bota y a falta de un buen baño, con agua, lo hacía con su “agua de colonia”.
Farina no llegó a Colonia por casualidad. La ciudad más antigua de Alemania, situada en la cuenca del Rin, se encuentra en el cruce de las antiguas rutas comerciales.
Actualmente es una ciudad cosmopolita con numerosos atractivos históricos y culturales. Turistas de todo el mundo acuden a su famosa celebración del carnaval. Es una de las ciudades más grandes y visitadas de Alemania. Su majestuosa catedral, Kölner Dom, resulta visible desde, casi, cualquier punto de la ciudad. Es el templo gótico más alto de Alemania... Este increíble edificio de 157 metros de altura, de magníficas vidrieras policromadas, protege en su interior el relicario de los Tres Reyes que, supuestamente, guarda los restos de los Reyes Magos.
El paseo por la ciudad nos lleva al Puente de Hohenzollern y a las dos plazas principales Alter Markt, donde se instalaba el antiguo mercado de la ciudad, y Heumarkt, la zona más animada y concurrida, en la que se puede disfrutar una buena cerveza.
Y, aunque más alejado, es aconsejable una excursión al Palacio de Augustusburg, en Brühl, una joya del estilo Rococó.
Cerca del centro de la ciudad, el perfume actual de Colonia incluye el aroma del chocolate. Se trata de un bello edificio situado en la península de Rheinau y su arquitectura le otorga la apariencia de un barco. Un museo único en el mundo, que ha recibido más de siete millones y medio de visitantes, desde su inauguración a finales del siglo XX.
Colonia modernizó “el perfume” y bautizó a las vaporosas aguas de colonia.