Los pueblos blancos fueron construidos sobre las colinas y fortificados para proteger a sus habitantes de posibles ataques. Su llamativa peculiaridad, el color blanco de las fachadas de sus casas no es ninguna casualidad, sino una necesidad para aliviar y afrontar el calor del sofocante verano andaluz. Toda Andalucía presume de esta hermosa ruta turística gaditana. Sus imágenes han recorrido el mundo. Son postales populares salidas del corazón andaluz.
La ruta de los pueblos blancos es una de las más conocidas de Andalucía y cada año atrae a miles de viajeros que se dispersan por los distintos caminos y recorridos. Su nombre proviene de la antigua costumbre de los habitantes de encalar las fachadas de las casas, que además se adornan con flores de vivos colores.
Esto crea una de las vistas más bellas del entorno, a lo que se suma el dorado del sol, el marrón y el verde de las montañas y la sierra, el azul del cielo, y en algunos casos, el del mismísimo mar contemplado desde la Serranía.
Uno de los pueblos más bonitos y conocidos de la ruta es Arcos de la Frontera. Es la puerta de entrada a la ruta y una de las joyas de la provincia. Destacan sus estrechas calles llenas de vestigios de la época musulmana, además de sus iglesias, palacios y conventos levantados durante la pujante época cristiana. Entre la arquitectura dominante destaca la mudéjar y sus terrazas son un excelente reclamo para descansar y degustar unos garbanzos al tomillo, especialidad de la tierra gaditana.
Zahara de la Sierra aparece ante los visitantes como un pequeño secreto blanco al que conquistar desde sus faldas hasta su castillo, de origen árabe, que domina el valle del Parque Natural de la Sierra de Grazalema. Este destino es el lugar perfecto para emprender rutas de senderismo, kayak o paseos a caballo. Desde la Torre del Homenaje se aprecia uno de los atardeceres más bellos de la ruta.
En el mismo parque de la Sierra de Grazalema se encuentra la localidad, Grazalema. El ejemplo perfecto de cómo el color blanco de las casas contrasta con el verde de la vegetación. Su casco antiguo está considerado Conjunto Histórico y el entorno natural en el que se encuentra fue declarado Reserva de la Biosfera por la Unesco. Entre sus atractivos destacan el prehistórico Dolmen de la Giganta, la iglesia barroca de Nuestra Señora de la Aurora y la cercana pedanía de Benamahoma.
El trazado de Olvera es uno de los más llamativos de la ruta de los pueblos blancos. Los viajeros se quedan impresionados con los conjuntos de casas y edificaciones que parecen ir escalando por la ladera, coronada por un castillo árabe y una iglesia, la de la Encarnación. Entre sus callejuelas es fácil tropezar con monumentos de gran interés, fachadas señoriales y rincones que pertenecen al legado andalusí.
Setenil de las Bodegas es posiblemente uno de los pueblos más fotografiados de la ruta. Destaca especialmente por la singularidad del río Guadalporcún que lo atraviesa, ya que a su paso deja una gran hendidura. Es un pueblo construido a diferentes alturas. En la parte más baja, junto al río, se observan numerosas cuevas en las que se han establecido tiendas y restaurantes, y otras que aún continúan habitadas. En lo alto del pueblo domina el castillo, y no hay que olvidarse de las calles de las Cuevas del Sol y las Cuevas de la Sombra, que marcan los diferentes niveles de altura de la localidad.
En medio de dos de los parques naturales más importantes de Andalucía, el de Grazalema y el de los Alcornocales, se encuentra otra parada imprescindible en la ruta de los Pueblos Blancos, Ubrique. Sus callejuelas del casco antiguo medieval, declaradas Conjunto Histórico, ofrecen unos rincones pintorescos propios de una postal.
La localidad de El Gastor es conocida popularmente como el ‘Balcón de los Pueblos Blancos’. Se trata de un territorio poblado desde la Prehistoria. En el entorno se conservan monumentos megalíticos, como los dólmenes de El Charcón, los Algarrobales y Algarín, así como restos de otras culturas antiguas en la Cueva
de Fariña y la Cueva del Susto.
La ruta de los pueblos blancos conserva un rico patrimonio arqueológico cuya antigüedad alcanza los 250.000 años. Por esa razón, una parte de los pueblos blancos y algunas áreas próximas fueron declaradas por la UNESCO Reserva de la Biosfera.
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