El verano, las altas temperaturas, una ola de calor tras otras… ¿Qué hay mejor para refrescarse que un buen chapuzón? Para todas aquellas personas que no tienen la suerte de vivir en la costa o cerca de un río, las piscinas y los centros de ocio acuático se convierten en la solución.

En España existen más de 1,2 millones de piscinas privadas, ya sean de uso unifamiliar o compartida por una propiedad de vecinos. A esta cifra hay que sumarles las más de 70.000 de uso público o municipal que se encuentran en todo el territorio. Todas ellas, explica Raúl Rivas, miembro de la Sociedad Española de Microbiología, en un artículo en The Conversation, comparten una característica común: hay que "vigilar" sus aguas para "evitar que proliferen microorganismos patógenos"

Pseudomonas, protozoos, estafilococos, estreptococos fecales, coliformes fecales (o la Escherichia coli), coliformes totales, norovirus, legionela… los patógenos que habitan las aguas son variados. Por eso, en verano es esencial extremar las precauciones. Por un lado, dándose un chapuzón en lugares que cuenten con todas las certificaciones sanitarias. Por otro, poniendo a punto –y manteniendo– tu propia piscina, si la tienes.

Las cuatro grandes infecciones 

Son cuatro las infecciones básicas que una persona puede contraer en una piscina o un área recreativa acuática. La piel, los ojos, los oídos y la flora vaginal son los principales focos del cuerpo con los que debemos mantenernos alerta. 

Eso sí, desde el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), la agencia nacional de salud pública estadounidense, aseguran que "la diarrea es la más común de las enfermedades transmitidas por el agua en lugares de recreación acuática". De ahí que se recomienda que una persona que padezca esta enfermedad no entre en el agua. 

Granuloma de las piscinas

Pero la piel es también uno de los puntos débiles del ser humano cuado se expone, estando sano, al cloro de las piscinas. Para evitar infecciones, los expertos recomiendan ducharse antes y después de salir del agua. 

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Si tienes tu propia piscina, lo primordial es que la cloración sea adecuada. Y es que el exceso de cloro produce irritaciones tanto en la piel como en los ojos. Pero su escasez también conlleva peligros: sin el cloro adecuado, pueden crecer gérmenes en el agua. Y estos se convertirán en una fuente de infecciones. 

El granuloma de las piscinas es una infección bacteriana común que aparece en la piel, especialmente en codos y rodillas, en forma de nódulos. Además, los hongos en suelos y vestuarios pueden provocar pie de atleta. De ahí la importancia de usar chanclas en lugares comunes o de no compartir toallas. 

Conjuntivitis

Los ojos son extremadamente sensibles al cloro y al agua del mar. Protegerlos tanto del agua como del sol es esencia para evitar irritaciones o infecciones. Especialmente, además, si utilizas lentillas. Irritaciones, enrojecimiento y sequedad ocular son las tres consecuencias más comunes de un día descuidado en la playa o la piscina. 

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Y la conjuntivitis, además, es la infección ocular que más se produce en las piscinas. Esta puede ser alérgica y estar provocada por el contacto con el cloro; bacteriana, producida por bacterias urinarias o fecales; fúngica, procedente de hongos tras una exposición larga a prendas húmedas; o vírica. Esta última, producida por moluscos, tiene una alta incidencia en los niños en las piscinas. 

Para evitar la conjuntivitis, lo recomendable es usar gafas homologadas para el agua y evitar el uso de lentillas en la piscina o la playa. 

El mal del nadador

La humedad producida por los baños continuos en la piscina favorece la proliferación de microorganismos que pueden producir infecciones. Este sería el caso de la otitis o el mal del nadador, una infección del oído externo consecuencia de darse demasiados chapuzones y no secarse los oídos adecuadamente. 

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Es común en niños, pero también se produce en adultos, y se manifiesta en forma de dolor, molestias al masticar o bostezar, pérdida de audición temporal, picor, taponamiento y percepción de humedad. Para evitarla, lo más sencillo es secarse bien el agua de los oídos con una toalla después de cada baño. 

Infecciones vaginales

Picores, escozor e irritación. Así se manifiestan las infecciones vaginales, muy comunes en verano, provocadas por bacterias u hongos.

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Para evitarlas, la clave está, según la Agrupación Ginecológica Española, en usar bañadores y bikinis de algodón, que permitan transpirar la piel; sentarse sobre una toalla, para evitar irritaciones; cambiarse la ropa de baño una vez esté húmeda y si no ha secado en media hora; y lavarse después del baño en la piscina o en el mar.