La mejor receta para el resfriado podría ser la sopa de pollo de tu abuela. De hecho, el remedio casero por antonomasia para esos constipados que llegan en esta época no es moderna, sino que se remonta a cientos de años en el tiempo. Se ha documentado que Maimoindes, el célebre médico y filósofo cordobés, la recomendaba a sus pacientes. Una vez más, la ciencia corrobora la creencia: la sopa de pollo, más que otro líquido caliente, aumenta el flujo de mucosidad y ayuda al organismo a deshacerse del virus del resfriado.

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El origen de este caldo milenario se remonta a la antigua China: las pruebas arqueológicas demuestran que poco después de que la gente aprendiera a hervir agua, se empezaron a usar aves de corral para hacer caldo. En Occidente, no fue hasta el año 60 d.C cuando Pedanius Dioscorides, un cirujano y curandero del ejército del emperador romano Nerón, la incluyó como terapia. Las pruebas arqueológicas demuestran que la gente empezó a utilizar aves de corral para hacer sopas poco después de descubrir cómo hervir el agua.

La creencia en las propiedades terapéuticas de la sopa de pollo se extienden desde la tradición china hasta la europea, pasando por la judía. En el Talmud de Babilonia, un compendio de ensayos e historias de la Halajá o ley judía, se mencionaba el pollo de Rabí Abba (175-247) que, cocido, le servía como remedio general. La sopa de pollo es conocida también como la 'penicilina judía'

Aunque la creencia cultural de que la sopa de pollo tiene propiedades terapéuticas es muy larga, no ha sido hasta hace unos años cuando los investigadores trataron de determinar con exactitud por qué la sopa de pollo es tan buena como se piensa

Lo que dice la ciencia

Uno de los primeros estudios que se aventuró a desentrañar el misterio de las milagrosas propiedades curativas de la sopa de pollo fue conducido por el investigador Marvin Sackner. Este experto neumólogo determinó, basándose en la observación de la reacción de 15 sujetos que tomaron agua fría, caliente y sopa de pollo, que esta última era significativamente mejor que las otras dos para descongestionar la nariz.

Investigaciones posteriores revelaron que este efecto descongestionante es más potente si se especia el caldo. Las hierbas y especias más comunes que podemos encontrar en la sopa de pollo, como la pimienta y el ajo, contribuyen a disolver la mucosa. Y cuanto más tiempo se cuece, más calcio tendrá el brebaje. Además, la sopa de pollo también ha demostrado ayudar a los glóbulos blancos a combatir el resfriado y tener un leve efecto antiinflamatorio. 

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El efecto antiinflamatorio se consigue gracias a la presencia de gelatina, glucosamina y condroitina en los huesos de pollo que se liberan en la sopa. Esto ayuda a reducir la inflamación y a reparar los tejidos conectivos, lo que contribuye a una recuperación más rápida de la enfermedad.

No obstante, tal como afirma Colby Teeman, profesor de Dietética y Nutrición de la Universidad de Dayton, para The Conversation "no todas las sopas de pollo están repletas de propiedades curativas nutritivas". Este experto advierte que hay que tener cuidado con las versiones instantáneas y ultraprocesadas de las sopas de pollo, "tanto con fideos como sin ellos". "La mayoría de las versiones enlatadas de sopa de pollo carecen prácticamente de verduras sustanciosas", añade. 

Umami

"Lo que da a la sopa ese sabor característico es el umami, la quinta categoría de sensaciones gustativas, junto con el dulce, el salado, el ácido y el amargo", explica Teeman. Lo cierto es que este sabor, que se encuentra en mariscos, carnes, quesos curados, setas, tomates, o en el té verde, además de mejorar el sabor y la experiencia de consumo de los alimentos, puede ayudar a digerir mejor lo que comemos

"El sabor umami puede mejorar el sabor y el consumo de alimentos, mejorar la ingesta nutricional de ancianos y pacientes, proteger contra el cáncer duodenal, reducir la ingestión de cloruro sódico, disminuir el consumo de grasas y mejorar las funciones bucales", señalan unos investigadores tras revisar algunas publicaciones sobre las luces y las sombras de este sabor. No obstante, se ha demostrado que puede inducir hepatotoxicidad, asma, migrañas, daños el sistema nervioso y favorece la obesidad.

Algunos estudios han señalado a este característico sabor a umami como uno de los responsables de los efectos curativos de la sopa de pollo. El umami ayuda a abrir el apetito. "Cuando veo a pacientes con enfermedades de las vías respiratorias altas, me doy cuenta de que muchos de ellos de repente comen menos o no comen en absoluto", explica Teeman en The Conversation

Pero, en un estudio con pacientes que han empezado a tomar una sopa de pollo, añade, "afirmaron sentir más hambre después de probar por primera vez una sopa con sabor umami añadido por los investigadores". La capacidad de absorción de nutrientes también estaría estimulada por la sopa, lo que ayuda a reducir los síntomas gastrointestinales.