¿A qué huelen las nubes y la lluvia? Pues sí, efectivamente tienen un olor específico, que incluso tiene nombre: el petricor.
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Podríamos preguntarnos por qué hay olores que nos transportan de inmediato al pasado, a recuerdos imborrables. Ya sea el guiso de la abuela, el olor a la madera en la chimenea, a hierba recién cortada o el olor del horno cuando se hacen unas madalenas.
Cualquier aroma activa una conexión cerebral casi instantánea con nuestras emociones. El bulbo olfativo está conectado directamente al sistema límbico y a la amígdala, las áreas del cerebro asociadas con el desarrollo y la modulación de los estados emocionales. Así, los perfumes que reconocemos activan de inmediato las estructuras más antiguas de nuestro cerebro.
Tres olores
El aroma de la lluvia, que permanece suspendido en el aire mientras cae y también después, es el resultado de la combinación de tres olores diferentes.
Por un lado, el ozono, que se asemeja en cierto modo al del cloro; la geosmina que procede de las plantas y del suelo húmedo; y el petricor que se produce cuando la lluvia cae sobre las rocas.
La mayoría de las personas advierten que llega la lluvia antes de que llueva por el olor, sobre todo, en verano porque el ozono puede ser transportado por el viento a grandes distancias. Hay que recordar que la palabra ozono proviene del verbo griego ozein que significa enviar olor.
La geosmina por su parte, se traduce como aroma de la tierra, y es una molécula producida por bacterias del género Streptomyces. En tiempos de sequía esta bacteria libera sus esporas para sobrevivir, al llegar la lluvia las esporas se propagan por el aire y permanecen suspendidas en el ambiente, produciendo un penetrante olor a tierra mojada.
Y el petricor, que alude a un aroma fresco, dulce y suave. Un término acuñado en 1964 por dos químicos australianos: Isabel Bear y R. G. Thomas y hace referencia al olor que se libera cuando las gotas de agua golpean las rocas.
En ese preciso momento, se difunden en el aire aceites procedentes de las plantas, acumulados durante la estación seca. Esta palabra deriva de la unión de los vocablos griegos petros, piedra e ikhor, el líquido que fluía por las venas de los dioses.
Según los investigadores, el petricor, disuelto en agua actúa como una señal de vía libre, avisando a los peces de agua dulce de que ha llegado el momento idóneo para que puedan poner sus huevos.
Según los antropólogos, nuestros antepasados establecieron una relación fuerte y positiva con el olor de la lluvia, ya que les indicaba el fin de la estación seca, lo que aumentaba las posibilidades de supervivencia.