Este artículo tiene 989 palabras. Si te dispusieras a leerlo sin distraerte por un wasap, un email o con la megafonía anunciando la próxima estación de metro, tardarías unos dos minutos y medio. Y es que, de media, la velocidad de lectura de una persona está en torno a las 250 palabras por minuto.
Hay muchas clases, libros y aplicaciones que afirman que pueden conseguir que leas más rápido, mucho más rápido. Sin embargo, la lectura rápida, entendida como un aumento de la velocidad de lectura de al menos tres veces sin perder comprensión, no es algo respaldado por la ciencia.
Los entusiastas de la lectura rápida afirman que es un remedio mágico para que los días duren más, mientras que los menos optimistas no creen en el método y critican que cuanto más rápido se lea, menor es el nivel de comprensión del texto.
En declaraciones a LiveScience, Elizabeth Schotter, científica cognitiva de la Universidad del Sur de Florida, afirmó que "en realidad, leer rápido no es posible". Y la comunidad científica está convencida de ello. "Alguien que afirma ayudar a la gente a leer rápido normalmente está ganando dinero con esas afirmaciones", añade.
Las estrategias más citadas por los gurús de la lectura rápida (o speed reading) incluyen la eliminación de la subvocalización —la voz en nuestra cabeza que pronuncia cada palabra—, la visión periférica para leer varias palabras o líneas al mismo tiempo o utilizar un dedo para guiar los ojos por la página en zigzag.
El secreto para lograr leer más rápido, según los speed readers, está en reducir el tiempo que se pasa moviendo los ojos cuando leen. Pero lo cierto, es que ese no el principal problema, ya que el movimiento ocular no representa más del diez por ciento del tiempo que pasamos leyendo y parece ser esencial para la comprensión del texto.
"El mayor obstáculo, según demuestra la ciencia, no es nuestra visión, sino nuestra capacidad para reconocer palabras y procesar cómo se combinan para formar frases con sentido", resaltaba en 2016 un comunicado de la Association for Psychological Science.
Método 1: subvocalización
Cuando se aprende a leer por primera vez, se hace normalmente en voz alta. Pero a medida que se crece, se aprende a silenciar la voz. Si le prestas atención, sigues oyendo los sonidos de las palabras en tu cabeza: eso se llama subvocalización. Es una manifestación subjetiva de la codificación fonológica, la recodificación de la información ortográfica (escrita) en información fonológica (sonora).
Incluso se ha documentado que las personas sordas que aprendieron lengua de signos también subvocalizan mediante pequeños movimientos involuntarios de los dedos y los antebrazos. Esta vocecilla interna es la que nos permite comprender mejor las palabras y la relación entre ellas. Los defensores de la lectura rápida ponen el foco en esta característica: si se logra eliminar, la lectura será más rápida.
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Pero un estudio de la psicóloga e investigadora Mallorie Leinenger, reveló que esta voz interna es más importante de lo que se cree. La vocalización interna podría ayudarnos a entender lo que ocurre.
Se ha descubierto que la subvocalización provoca una activación cerebral (detectada mediante IRMf) en múltiples áreas. Una de las principales zonas activadas por la subvocalización es el área de Broca del cerebro, que es la parte responsable del habla. Esto explica por qué la velocidad media de lectura —200-250 palabras por minutos— es tan similar a la velocidad de habla —200-240 palabras por minuto—.
Método 2: visión periférica
Los expertos en lectura rápida afirman que se puede leer más rápido entrenando la visión periférica. Maximizar o sacar más información de cada fijación visual. En lugar de ir leyendo línea a línea y palabra a palabra, se podrían procesar varias líneas de texto a la vez.
Esto es complicado por dos razones. Primero, porque la zona del ojo encargada tener una visión central nítida (también llamada visión foveal) es bastante pequeña. Por lo que procesar más información por fijación visual está limitado por la propia capacidad del ojo. Y segundo, de la misma forma que el ojo no permite ver tanto, el cerebro tampoco tiene una memoria de trabajo suficiente para procesar más información.
Método 3: regresión ocular
Se calcula que alrededor del 10-15% de los movimientos oculares durante la lectura son regresiones, es decir, que se vuelve a leer el texto ya leído. Evitar la segunda lectura de líneas o párrafos que no se han comprendido es otro de los consejos más sonados en el mundillo de la lectura rápida. Pero algunos estudios han demostrado que la relectura es importante para retener la información que se lee.
Un estudio publicado en 2014 por la Association for Psychological Science demostró que cuando se impedía a los lectores hacer regresiones, su comprensión del texto era peor. En consecuencia, resistirse activamente a las regresiones durante la lectura puede no ser la mejor idea.
El mejor consejo: practicar
Junto a la lectura ágil, hay otros métodos que permiten extraer información de los libros y texto de manera rápida. Lo que se denomina ojear. Esta técnica de procesamiento de información, pese a tener limitaciones en la comprensión, resulta muy útil cuando lo que se quiere es extraer un dato concreto de un texto o buscar palabras clave. Y depende de la información que tengamos entre manos.
De hecho, ojear antes de ponerse a leer un texto detenidamente ha demostrado mejorar la comprensión en la mayoría de los casos. Ojear permite saber cómo está estructurado un artículo o un libro, y con esta información, se puede prestar más atención a las cosas que consideras importantes.
"Los datos sugieren que los lectores rápidos más eficaces son en realidad ojeadores eficaces que ya tienen una considerable familiaridad con el tema en cuestión y, por lo tanto, son capaces de captar los puntos clave rápidamente", afirman en el comunicado de la Association for Psychological Science.
Y recomiendan que la mejor manera para aumentar la velocidad a la cual se lee es practicar. Cuanto más familiar nos suene una palabra, más rápido se procesará. Cuanto más leas, más rápido lo harás.