El cuchillo con la derecha y el tenedor con la izquierda. O al menos así es como lo hacen en el estilo estadounidense, cambiándolo de mano cuando el bocado está listo para ser comido. En el estilo europeo, en cambio, el tenedor se sostiene con la mano derecha. Cada cultura tiene su propia etiqueta sobre la mesa. La más común —y también la más primitiva, antihigiénica o incluso caníbal, según los expertos en protocolo más radicales— es comer con las manos.
"Sabe mejor con las manos". Esta frase no es ajena a nadie que haya viajado a un país o se haya criado en una cultura donde emplear las manos para comer es la norma y no la excepción. En cocinas como la asiática, la africana, o la de la región de Oaxaca, coger cuchillo y tenedor para devorar algunos platos sería considerado un sacrilegio.
"Comer con las manos es una experiencia inmensamente placentera", señala la experta en gastronomía Kate Ng en un artículo de opinión para el medio británico The Independent. Pero, admite, "hay algunos platos que no se pueden comer con las manos" y enumera los fideos, la pasta y las sopas que "requieren cubiertos para comerlos".
Hay otros platos del amplio poso de gastronomía internacionalizada que se recomiendan comer con las manos, como los bocadillos —hamburguesas, sándwiches, bocatas, baos y otras formas—, las pizzas, o incluso el sushi (cuando no somos hábiles con los palillos). Hay multitud de profesionales de la cocina y expertos en gastronomía que reconoce el valor intrínseco de hacerlo.
Una experiencia sensorial
Para muchos, comer con las manos es toda una experiencia multisensorial. "Cuanto más lo pienso, más me doy cuenta de que mis manos son mi utensilio favorito", destaca Ng. Y confiesa que "nunca se me ocurriría comer un bocadillo con tenedor y cuchillo, como tampoco lo haría con un bao taiwanés: me parece un error".
¿De qué depende que podamos disfrutar cuando comemos con las manos? El profesor Charles Spencer, jefe del Laboratorio de Investigación Crossmodal de la Universidad de Oxford, que estudia los sentidos, señala en un estudio reciente que "la cultura, la convención, la naturaleza de la comida en sí, por no mencionar las cualidades de la estimulación táctil y propioceptiva (y nuestra familiaridad con ellas) han demostrado desempeñar un papel a la hora de ayudar a explicar por qué la misma comida puede tener un sabor diferente".
Estas serían las circunstancias que habría que tener en cuenta para predecir si un plato devorado con las manos terminará siendo un manjar. Pero, reconoce Spencer, la subjetividad es el condicionante más importante. "En última instancia, se puede afirmar que la respuesta a la pregunta de si la comida sabe mejor si se come con las manos depende de quién la come, de lo que come y de a qué está acostumbrado", refleja en un estudio.
Se come más
Lo que los científicos sí que han comprobado es que, al utilizar las manos para alimentarnos, tendemos a comer más. Según un estudio, publicado en el Journal of Retailing en 2019 y elaborado por la investigadora en marketing sensorial Adriana Madzharov, del Stevens Institute of Technology, las personas con autocontrol alimentario consideraban que la comida era significativamente más deseable cuando se comía con las manos y también comían más cantidad de un alimento concreto cuando lo tocaban directamente.
"Nuestros resultados sugieren que para las personas que controlan regularmente su consumo de alimentos, el tacto directo desencadena una respuesta sensorial reforzada, lo que hace que la comida sea más deseable y atractiva", afirma la investigadora.
Este descubrimiento tiene repercusiones especiales para la salud pública, ya que explicaría por qué habrían aumentado las tasas de obesidad. "Nuestros hallazgos sugieren que el tacto directo podría socavar los esfuerzos de los consumidores que intentan controlar su volumen de consumo y, por tanto, conducir a resultados negativos para la salud de esos consumidores", escribe Madzharov en el estudio.