Arthur C. Brooks, escritor y profesor de la Harvard Business School, era un adicto al trabajo. Era de aquellos jefes que trabajaba 80 horas a la semana y esperaba que todos sus subordinados hicieran lo mismo. Le gustaba el éxito y eso le dejaba poco margen para dedicar tiempo a sus amigos y familiares. Sin embargo, hubo un momento en el que se dio cuenta de que echaba de menos ver crecer a sus hijos.
“La adicción es realmente horrible para tu calidad de vida”, explicó en una entrevista a Harvard Business Review. “El problema es que cuando eres adicto al trabajo, la gente te felicita. Nadie dice: ‘Tío, qué bien se te da beber ginebra’. Nadie dice: ‘Tío, es increíble la cantidad de metanfetamina que puedes consumir’. No son cumplidos”.
Por ello, decidió abandonar su anterior vida y comenzar un periplo en la búsqueda de la felicidad. Hoy en día, Brooks imparte la clase de ‘Liderazgo y Felicidad’ en la Harvard Business School, una de las escuelas de negocios más prestigiosas del mundo, donde muestra a sus alumnos todo lo que ha descubierto. Su aula se llena todos los días e incluso hay una lista de espera para asistir a ella. “Tiene 180 plazas, 400 en lista de espera, e incluso hay un enlace secreto de Zoom que creen que yo no conozco”, bromeó Brooks.
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Para el profesor, que también es columnista semanal en The Atlantic, ser feliz en el trabajo no significa tener el trabajo de tus sueños —esos que se resumen en la famosa frase de ‘busca un trabajo que te guste y no trabajarás ni un día de tu vida’— o tener un trabajo que vaya a “salvar el mundo”. Conseguir dinero, prestigio, poder y admiración tampoco son el secreto.
En este sentido, según el profesor estadounidense, si todo lo que hacemos por nuestra felicidad es trabajar, cometemos un gran error de base. “Es como poner toda tu pensión en bonos griegos”, ejemplificó en la entrevista concedida a HBR. Se trataría, por tanto, de una estrategia poco diversificada y que apuesta por un único activo —y que, por tanto, podría salir rematadamente mal—.
Al contrario, para Brooks, dos son las claves para alcanzar la felicidad en el trabajo: el éxito ganado y el servicio a los demás. “Dos cosas aparecen en los trabajadores más felices, las personas que obtienen la mayor felicidad del trabajo. Sienten que se están ganando su éxito, es decir, que están creando valor con sus vidas y con sus vidas laborales, que sus logros están moviendo la aguja y que están siendo reconocidos por esos logros. Y en segundo lugar, sienten que están sirviendo a la gente para que les necesiten. Estas son las dos grandes cosas”, señaló a HBR.
1. Éxito ganado
La primera clave para alcanzar la felicidad laboral, según el profesor, es el éxito que has ganado con tu propio esfuerzo. Esto es, que hayas sido capaz de producir algo valioso para ti mismo y para los demás. Y es que para Brooks la felicidad en el trabajo no viene determinada por nuestro puesto o las ventajas que podamos obtener, sino por lo que hacemos en nuestro día a día.
En pocas palabras, no hay que escatimar en esfuerzos en el trabajo que realizamos diariamente. No obstante, el consejo de Brooks no se refiere al rendimiento o cualquier otra medida tradicional de productividad laboral, sino de hacer nuestro trabajo sin tomar atajos. Se trata de una medida de compromiso con nosotros mismos y con los demás, y no sólo una táctica para ascender en nuestra carrera profesional.
"Puede que trabajes en tu especialidad, o puede que no. Quizá consigáis el trabajo de vuestros sueños, o quizá no, sobre todo si no sabéis cuál es", señaló Brooks en un discurso para los graduados de la Universidad Católica de América el pasado mes de mayo en una declaraciones recogidas por la cadena estadounidense CNBC. "Nada de esto importa, siempre y cuando al final del día podáis decir, al menos la mayoría de los días, 'Hice mi trabajo con amor y con excelencia'".
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2. Servicio a los demás
La otra cuestión a tener en cuenta para alcanzar la felicidad en el ámbito laboral según Brooks es no centrar nuestra atención en nosotros mismos, sino también en los demás. Y es que si consideramos nuestro trabajo como un servicio a los demás, conseguiremos una satisfacción mucho más profunda.
No se trata, no obstante, de tener que trabajar en una oenegé o en una iniciativa social. Cualquier trabajo, por ordinario que sea, indica Brooks, puede ejercer una función social. Para el profesor, corresponde a los individuos preocuparse por los demás y eso puede aplicarse en el trabajo diario. Un ejemplo que pone en un artículo de The Atlantic es un alumno suyo que decidió dejarlo todo para ser camarero en Barcelona, ya que para él todos sus clientes eran igual de importantes.