Niños y niñas casi sin rabietas, disciplinados desde una edad muy temprana, obedientes... Si hay algo que destaca en Japón, además de su famosa longevidad, es el buen comportamiento que a menudo tienen los más pequeños en este país.
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Un comportamiento que tiene mucho que ver con los métodos de enseñanza y costumbres de Japón y que no son tan conocidos en España. Y es que, aunque sabemos que enseñar obediencia ciega a nuestros hijos no es lo más aconsejable, sí que muchos padres y madres seguro desean ser un poco más escuchados por sus hijos y ya de paso que las rabietas bajen un poco en intensidad.
Pues la clave para todo ello la encontramos en el conocido como método Ikuji. Un principio de crianza que se lleva siguiendo en Japón desde mucho tiempo atrás y que asegura conseguir resultados asombrosos en los hijos y a través de una disciplina positiva y sin castigos. Un exitoso método que quizás podrá facilitaros la convivencia en el hogar con los más pequeños de la casa. Te contamos en qué consiste y cómo podrás ponerla en práctica.
¿Qué es el método Ikuji y sus tres etapas?
El método Ikuji plantea tres etapas fundamentales en la formación de niños y jóvenes. En la primera fase, que abarca hasta los 5 años, se enfoca en que el niño sea el centro de atención en el hogar, priorizando que se sienta amado y valorado. Esta etapa se denomina 'dios'.
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La segunda etapa abarca desde los 5 hasta los 15 años, denominada 'criado'. En este periodo, la atención emocional sigue siendo esencial, pero se introduce la idea de que el niño comience a desarrollar habilidades para realizar tareas por sí mismo y comprender normas sociales. La escuela adquiere importancia en este proceso, fomentando el trabajo colaborativo.
A partir de los 15 años, el adolescente entra en la fase de 'igual'. En esta etapa, se le trata como un adulto responsable y consciente de sus acciones, destacando la relevancia de su papel en la sociedad.
La importancia de los vínculos familiares en el método Ikuji
La clave del éxito de este modelo radica en la estrecha relación entre madres e hijos, priorizando los cuidados maternos o paternos sobre los de abuelos, niñeras o guarderías, especialmente durante el primer año de vida del niño.
En Japón, a pesar de la baja de maternidad de 14 semanas, tanto las madres como los padres tienen la opción de tomar una excedencia en la que continúan recibiendo parte de su salario hasta que su hijo cumple un año y dos meses. Además, se cuentan con otras ayudas que facilitan la conciliación, como la prohibición de trabajar en horario nocturno hasta que el niño cumple 5 años y la posibilidad de disponer de hasta 5 días al año remunerados por enfermedad de hijo.
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En líneas generales, siempre que la situación económica lo permita, las madres asumen en Japón exclusivamente el cuidado de los hijos hasta los 3 años. Por lo que es común que las madres e hijos compartan horas de descanso y pasen la mayor parte del tiempo juntos. Esto es algo que por suerte en España pueden compartir tanto padres como madres y gracias a las bajas de maternidad y paternidad actuales.
En el caso de los abuelos, estos no se encargan directamente de la crianza, pero también desempeñan un papel crucial en la familia. Desde una edad temprana, se inculca a los niños el amor por sus mayores y la importancia de la unidad familiar.
Escucha activa y responsabilidad, las dos claves de este método de enseñanza
El respeto desempeña un papel fundamental en la crianza japonesa y constituye otro pilar esencial del método Ikuji. En este enfoque, los niños son tratados siempre con esta cualidad, evitando amenazas y gritos para proporcionarles una comprensión temprana de la importancia de respetar a todos. Además, la responsabilidad se integra en la educación desde los primeros años, asignándoles tareas diarias. Esta práctica fomenta la autonomía.
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Las emociones también ocupan un lugar destacado en este método japonés, ya que los padres otorgan gran importancia a todas las emociones que experimentan sus hijos. Se practica la escucha activa y se brinda apoyo en todas las situaciones posibles.
Este enfoque beneficia la salud mental de los niños al enseñarles que todas las emociones son válidas, fomentando así la empatía hacia quienes les rodean. Gracias a estas claves, los niños comprenden mejor la importancia de mantener un comportamiento adecuado en todo momento, lo que les facilitará desenvolverse eficazmente en el mundo en el futuro.