Los centenarios siempre han sido una rara avis. Aunque desde los 70 del siglo XX ha empezado a serlo cada vez menos. El número de personas que sobrepasan los 90 años y se acercan —e incluso superan— los 100 lleva duplicándose cada década desde entonces, según asegura Karin Modig, profesora de epidemiología del Instituto Karolinska de Suecia.
Intentar desentrañar los misterios de la longevidad es inherente al ser humano. Parte de los secretos de quienes viven hasta cumplir un siglo se revelaron con el estudio de las zonas azules del planeta, concepto creado por Dan Buettner. Este año, un estudio publicado en la revista científica GeroScience analiza algunos biomarcadores comunes en aquellas personas que superan los 90 años.
Modig, una de las autoras del análisis, explica en un artículo que publica en The Conversation que “los nonagenarios y los centenarios son desde hace tiempo objeto de gran interés para los científicos, ya que pueden ayudarnos a comprender cómo vivir más tiempo y, quizá también, cómo envejecer con mejor salud”. Y eso, dice, es lo que pretende el estudio que firma: desentrañar la mejor manera en que podemos hacernos mayores con una salud de hierro.
Qué se analiza
El estudio sueco es, dice la investigadora en el texto, “el mayor realizado hasta la fecha en el que se comparan los perfiles de biomarcadores medidos a lo largo de la vida entre personas excepcionalmente longevas y sus coetáneos menos longevos”. El análisis siguió durante 35 años a 44.000 suecos de entre 64 y 99 años, de los que 1.224 (o el 2,7%) superó la barrera de los 100. El 85% de las personas que alcanzaron el siglo de edad fueron mujeres, puntualiza la autora.
Para realizar el estudio, se observaron 12 biomarcadores sanguíneos. Todos ellos relacionados con la inflamación (el ácido úrico), el metabolismo (el colesterol o la glucosa), la función hepática (la alanina aminotransferasa, la aspartato aminotransferasa, la albúmina, la gamma-glutamil transferasa, la fosfatasa alcalina y la lactato deshidrogenasa) y renal (la creatinina), la nutrición (albúmina) y la anemia (el hierro y la capacidad total de fijación de este). Estos, puntualiza Modig en su texto, “se han asociado con el envejecimiento o la mortalidad en estudios anteriores”.
Los denominadores comunes de los centenarios
El estudio, explica Modig, pone sobre la mesa algunas características comunes de todas aquellas personas que han llegado a vivir 100 años.
Sus niveles de glucosa, creatinina y ácido úrico son más bajos a partir de los 70 años.
Todos los biomarcadores, menos la albúmina y la alanina aminotransferasa, muestran una conexión con la probabilidad de llegar a los 100 años.
“Las personas que se encontraban en el grupo más bajo de los cinco en cuanto a niveles de colesterol total y hierro tenían menos probabilidades de llegar a los 100 años en comparación con las que tenían niveles más altos”, explica Modig.
Las personas con niveles más altos de glucosa, creatinina, ácido úrico y marcadores de la función hepática disminuyen la probabilidad de convertirse en centenarios.
Los niveles más bajos de ácido úrico también marcan mayores probabilidades de cumplir el siglo. En concreto, el estudio descubrió que las personas con esta característica tenían un 4% más de posibilidades de llegar a los 100.
Con todo, Modig tiene algo claro: el estudio, escribe, “no permite sacar conclusiones sobre qué factores del estilo de vida o genes son responsables de los valores de los biomarcadores. Sin embargo, es razonable pensar que factores como la nutrición y la ingesta de alcohol desempeñan un papel”.