En abril de 2017 se estrenó 'Las chicas del cable', la primera serie producida por Netflix en España. ¿Su argumento? La lucha de un grupo de mujeres por hacerse oír en un mundo eminentemente machista, en la primera mitad del siglo XX. Como telón de fondo, la creación de Telefónica, la compañía de telefonía nacional, y la contratación de las antaño imprescindibles operadoras que ponían en contacto a un abonado con otro.
Para Mary-Kathryn Kennedy fue su primer mandato al convertirse en vicepresidenta de Producción de Contenidos en Televisión y Películas Internacionales de Netflix en la región de EMEA. Desde entonces, como ha explicado en 'Wake Up, Spain!', la ficción española ha ido ganando peso en el panorama internacional ('La casa de papel' o 'Élite' son buenos ejemplos de ello) y la multinacional ha incrementado su apuesta por nuestro mercado: planea duplicar el número de platós de su centro de producción en Tres Cantos y ha reconvertido su grupo de postproducción en una unidad de innovación en nuevas tecnologías audiovisuales.
Una evolución constante, igual que la experimentada por la industria de las telecomunicaciones en los casi cien años desde que se fundara aquella primigenia Telefónica en 1924. Aquellas teleoperadoras que conectaban una clavija en un tablero, las famosas 'Hello girls' que llegaron a convertirse en un icono pop, desaparecieron oficialmente de la escena española en 1988.
Sin embargo, su legado continúa presente hoy en día, a través del imaginario colectivo, lo mismo que persiguen conseguir Netflix y Mary-Kathryn Kennedy con esos contenidos locales que conforman su columna vertebral presente y futura.
No sabemos a cuántas personas pudieron conectar estas chicas del cable antes de que la automatización de su trabajo les quitara su empleo, pero podemos imaginar un sinfín de historias promocionadas por su labor: amoríos que surgieron a ambos lados del teléfono, familias que pudieron mantenerse al día desde cualquier lugar de España, amigos que podían abrazarse sin verse. Y, también, nuevos negocios que se sellaban de viva voz, confiando en la calidad de un delgado hilo de cobre. Una generación distinta de empresarios posibilitados por la tecnología que rompían con cualquier molde, frontera o limitación física conocida por aquel entonces.
Las telecomunicaciones hoy en día son muy distintas, y no sólo por la ausencia de esas chicas del cable. Abordamos el 5G e incluso del 6G, los teléfonos hace mucho que no sólo no están anclados a una pared sino que los usamos para cualquier cosa salvo hablar.
A los jóvenes de hoy se les hará muy complicado pensar en cómo podían comunicarse sus abuelos de forma tan artesanal. Al igual que les costará plantearse cómo eran las empresas cerradas en sí mismas, conservadoras en sus modelos de negocio, alejadas de aquello que nos hemos empeñado en llamar 'digitalización'.
Hoy en día, hemos de conectar a las empresas tradicionales -las nuevas clavijas- con las startups y los 'hubs' de innovación que traen la disrupción a su encuentro, el tablero de la Compañía Telefónica que ahora recibe el nombre de mercado global y extraordinariamente competitivo.
Hagamos repaso a todos los que han hecho mención a esta conexión empresa-startup a lo largo de esta segunda jornada de 'Wake Up, Spain!': Xavier Flores, secretario general de Infraestructuras en el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, o Martín Umaran, cofundador de Globant y presidente en EMEA. Sobre la digitalización forzada de sectores clásicos hemos visto a sectores tan dispares como el del lujo o el naval obsesionados con dar ese salto con una urgencia inusitada hasta el momento.
Quizás la pandemia haya tenido algo que ver en esto, o quizás sea simplemente el despertar ante una revolución más grande que cualquiera de las precedentes en la arena industrial y en la que, por una vez, todavía tenemos la oportunidad de no quedarnos descolgados.
Mantra, concepto de márketing o prioridad real: en cualquier caso, lo importante es encontrar a las chicas del cable del siglo XXI que conecten a la empresa clásica con la tecnología; misión compartida, dicho sea de paso, por el propio evento que nos ocupa.