“¡Pero si parezco la Pantoja!”, exclamó Mónica, una vendedora de Lotería, al verse rodeada por los medios de comunicación. Los niños de San Ildefonso habían cantado el 52.215, el cuarto premio de esta edición, premiado con 200.000 euros por serie. La mujer, convencida de que tenía varios décimos, había estallado en júbilo desde las butacas del Palacio Real. Pero tras los nervios iniciales, comprobó de nuevo sus números y cayó en la decepción: “No me ha tocado”. Falsa alarma.
Alrededor de 500 personas se reunieron en el Palacio Real de Madrid para seguir en directo el sorteo de la Lotería de Navidad. Muchos de ellos llevaban en sus manos listas con decenas de números. Entre “tapar agujeros” o “pegarse un viaje”, todos soñaban con arañar unos euros. “Pagaré lo que debo”, explicó Juan José, después de reconocerse ganador de un cuarto premio con el número 43.221.
Se cae una de las bolas
Pero los nervios no sólo estaban entre las butacas de la sala. Los niños del colegio de San Ildefonso llevaban meses preparándose para la cita, pero los focos y las cámaras no estaban presentes en los ensayos. “¡943!”, exclamó una de las alumnas. Al aproximarse a la mesa, leyó otro número: “¡9.043!”. Los presentes se removieron en sus asientos. El número que en verdad había sido agraciado era el primero de los dos.
El 7.535 también provocó una de las anécdotas de la mañana en la celebración de la Lotería de Navidad. La bola que la premiaba con 1.000 euros se le escurrió al niño que la cantaba y, por unos segundos, no lograban encontrarla en el suelo. Uno de los interventores salió en su ayuda y les señaló el lugar en el que se encontraba. El público arropó a los dos cantores con un aplauso efusivo.
Disfraces en el Real
Una de las personas que aplaudió era Manuela, que había pasado la noche en las inmediaciones del Teatro Real para no quedarse sin asiento. Disfrazada de bombo de Navidad, reconocía que cada año iba vestida de un modo diferente: “El año pasado vine de duende”, contó ante una periodista de TVE. Era su particular talismán para que alguno de los 87 números que llevaba fuese el agraciado.
El de Manuela no era el único disfraz que había en la sala. Los reporteros gráficos también encontraron varios Papás Noel, pinos de Navidad, trajes hechos con monedas o lentejuelas de colores. Todo valía para intentar llamar a la suerte.