La vida de un alicantino en Nairobi: "Si viese a mis hijos en estas condiciones yo los mandaría también a Europa"
Jorge García, abogado de Benidorm, pasó 3 semanas en una casa de acogida de Guiturai 44, en el extrarradio de la capital de Kenia. Pide más ayuda para la cooperación.
5 marzo, 2023 06:20Jorge García es abogado de profesión. Residente en Benidorm, el pasado 2 de febrero cumplió 36 años muy lejos del sol y playa español: durante tres semanas (entre enero y febrero) vivió en uno de los barrios más pobres de Nairobi, un "contraste extremo" con lo que suele lidiar en su día a día como profesional en su despacho en la capital turística de la Costa Blanca.
Jorge se fue a Kenia con Voluntariado, una ONG destinada a la cooperación internacional en países en vías de desarrollo. "Mi primera idea era ir a Centroamérica, pero fue la propia ONG la que me aconsejó ir al África subsahariana dado que pocos cooperantes quieren ir allí por la barrera del idioma y porque África es África, y los niveles de pobreza allí son extremos", explica a EL ESPAÑOL.
En concreto, su residencia estaba en "una casa de acogida de menores abandonados situado en Guiturai 44", un barrio en situación de extrema pobreza a las afueras de Nairobi. "Nairobi es una ciudad con apenas cien años de historia (la capital histórica de Kenia es Mombasa) que ha tenido un desarrollo muy abrupto lo cual ha propiciado un crecimiento desmesurado de la ciudad con trabajadores que vienen de las tribus del centro de Kenia". Debido a esto "muchos de ellos no pueden sostener a los hijos y los abandonan".
[Baba Yao, el padre de todos: fútbol contra la droga en el peor suburbio de Nairobi]
Guiturai 44 es un barrio que está fuera de muchos mapas. El Ministerio de Asuntos Exteriores español aconseja no viajar a este barrio dentro de su lista de recomendaciones para los viajeros de Kenia. Jorge era el único blanco de todo el barrio.
"En el centro actualmente hay 18 niños. Van desde bebés de 1 año de edad hasta adolescentes de 15 años. Muchos de ellos son huérfanos o son niños abandonados porque fueron frutos de violaciones", cuenta. "En Kenia el aborto es un delito con lo cual muchas madres tienen al niño y lo abandonan en las calles".
"La condiciones en las que viven los niños son pésimas", continúa. "En el centro no hay agua corriente, no hay nevera, no hay gas, no hay duchas, faltan camas por lo que muchas veces tienen que compartir camas o incluso duermen en el suelo. Las condiciones higiénico-sanitarias no existen: cada poco tiempo sufren plagas de pulgas y cucarachas que llenan las camas de los niños y de los cooperantes". Él mismo, de hecho, tuvo que lidiar con una plaga de pulgas en su segunda semana.
"El baño es un agujero en el suelo y el olor es nauseabundo. Perdí 10 kilos de peso en tres semanas", sigue. "El agua tienen que ir de madrugada a recogerla a los charcos que se generan. Esa agua se usa sólo para higiene y no para beber. La ducha es una palangana".
La labor de Jorge consistía en "ayudar en la casa cocinando, yendo a hacer la compra, ayudando a los niños con los deberes, jugar con ellos y también recoger fondos y donaciones para el centro". "Esta última es una tarea ingrata pero muy necesaria para que dispongan de medios para subsistir", apunta.
Entre estas actividades estaba el "hacer un arroz con una paella que me llevé. Salió horrible". Nada de eso importó porque "los niños aquí son maravillosos. Comen todo lo que se le ponga apenas se quejan y son muy cariñosos. Ha sido de lejos la mejor experiencia que he tenido en mi vida. Los niños bailan antes de irse a dormir. Desde mi cama se escuchaba. La sensación era de estar en una película".
Castigos físicos y charlas sexuales
Para Jorge, "hay aspectos negativos que no se pueden ocultar. Como ocurre por regla general en toda África el uso de castigos físicos está a la orden del día. Ellos lo justifican en que es para corregir a los niños pero son conductas que en occidente nos parecerían bárbaras, Igualmente las condiciones higiénicas no son las mejores. Los niños creen que todos los blancos somos millonarios y médicos. Constantemente me buscaban para que curase heridas".
En su día a día también se dedicó a otras actividades. "He colaborado y ayudado a una empresa local de reciclaje de plástico. Trabajan en condiciones muy precarias, pero dado el altísimo nivel de contaminación por plásticos en las calles de Nairobi es muy necesario. El plástico es el principal contaminante de las calles de África. El sistema de reciclaje es sencillo pero peligroso. No disponían de mascaras para protegerse de elementos tóxicos al calentar el material".
También participó "en charlas de educación sexual para adolescentes en un colegio en Nairobi", explica. En estas charlas sexuales dividieron a los grupos entre chicos y chicas. "Se trata de una sociedad muy conservadora con unos indices de embarazos adolescentes totalmente disparados".
"Nos recomendaron a Daniel (un californiano jubilado que venía un día a la semana al centro de menores) y a mí que habláramos de abstinencia sexual o los peligros de la masturbación", dice. Por su puesto, "el mundo LGTB no existe. Es un tema tabú e incluso es considerado aún hoy en día un delito en Kenia".
En uno de esas charlas pudo conocer "historias de mujeres maltratadas. La violencia de género es un problema muy grave en Kenia".
En cuanto a la forma de vida en Nairobi ("la pobre, no la de safari", matiza), la forma de circular son con piki piki, motos taxi que se mueven por las callejuelas del barrio". Jorge era el único blanco que vivía en el barrio. "Aquí nos llaman wuzungu (hombre blanco) y en mi estancia aquí no encontré a otro. Eso lleva a que tuviese que extremar más las precauciones al moverme".
"La única forma de moverme seguro por el barrio era acompañado de otros adultos, de los niños o en moto. Solo es impensable. En una salida me intentaron robar cerrándome el paso y tuvo que venir a auxiliarme uno de los vecinos de la zona", recuerda.
Jorge también se muestra "muy agradecido al elevado número de personas que han realizado donaciones para los niños. Gracias a las donaciones pudimos comprarles uniformes nuevos. En Kenia la educación pública conlleva gastos elevados por la obligatoriedad del uniforme, además de material escolar y zapatos".
"Cuando llegué al centro muchos niños se quedan por la mañana y no iban a la escuela. El motivo es que no podían comprarse uniforme y por tanto ir a la escuela. Con las donaciones pudimos realizar la compra de uniformes y mochilas", indica.
Como resumen, el abogado dice que el uso de violencia física se intenta corregir por parte de las ONG con psicólogos y dando instrucciones a los cooperantes. "El problema es que los cambios se producen muy lentos y, para bien o para mal, este tipo de centros de menores abandonados o huérfanos evitan que estén en la calle. En el caso de Kenia según Unicef es uno de los países donde existe mayor prostitución infantil". En el centro "la mayoría son niñas que reciben una educación y evitan caer en estas redes de prostitución".
"En el caso de los niños es habitual que cuando están en la calle se han enviado como mano de obra esclava a Arabia Saudí o Qatar mediante mafias. Uno de los días vi un cartel que prometía trabajo en Arabia Saudí y Qatar. Me explicaron que todo parece correcto hasta que llegas allí y te quitan el pasaporte por parte de las mafias", añade.
Por este motivo Jorge reflexiona sobre el valor de la cooperación y la necesidad de potenciarla: "Si yo fuese padre y viese a mis hijos en esas condiciones también los enviaría a Europa. La cooperación es la única herramienta acreditada que rebaja los flujos migratorios dado que nadie quiere abandonar su tierra sino que lo hacen por no tener alternativas y vivir en situaciones de extrema pobreza".