¿Por qué nos enloquece Tabarca?
Tres miradas que definen la isla habitada más pequeña de España, con sus aguas cristalinas, que se libró de la Covid y que se redefine con el turismo.
26 agosto, 2021 02:15Noticias relacionadas
"Es un sitio especial en el que puedes encontrar lo que quieras". La opinión de María del Mar Valera serviría para representar la pasión que despierta la isla habitada más pequeña de España entre alicantinos y visitantes. Su mirada, más la de el fotógrafo Carlos Aguilera y el director del Museo Nueva Tabarca José Manuel Pérez Burgos, componen un retrato que viaja desde su pasado hasta su privilegiada posición como objeto del deseo turístico.
De ambas ideas sabe bien la patronal de hostelería, Apeha. Valera se ha criado literalmente entre las aguas cristalinas de sus calas y allí trabaja en verano como parte de los profesionales que ofrecen los atractivos de la gastronomía. Ella representa la generación que ha vivido los significativos cambios que han permitido mejorar el día a día de sus habitantes, como la llegada del agua corriente y la luz eléctrica.
"Llegué con cinco años y era un mundo totalmente diferente al que estábamos acostumbrados", recuerda ahora en un descanso del servicio de comidas en su restaurante Mar Azul. En 1975 no existían esos servicios por eso reconoce que "el primer año pasamos muchas calamidades". ¿Ejemplos? "Entonces se cerraban los barcos en octubre y no abrían hasta Semana Santa. Las neveras se mantenían con barras de hielo y la mayoría de la gente fregaba los platos en las calitas de atrás".
Allí aprendió la importancia de contar con agua. "Todas las casas tenían pozo para recoger la lluvia y venían dos barcos de Cartagena que llenaban los aljibes del campo y los depósitos de las casas. El agua había que cuidarla muy mucho y aprovecharla como fuera". Incluso con esas precariedades, asegura que echa de menos "el encanto que tenía entonces".
La foto al llegar
La historia de María del Mar Valera entronca con la del fotógrafo Carlos Aguilera a través de otro profesional del retrato, José Espinosa. O Pepe el foto, como le conocieron los miles de turistas que recibía a la llegada del puerto. Tanto el padre de Valera como el de Aguilera tuvieron contacto con él y a ambos les marcaría sus vidas.
La familia de la responsable de Mar Azul y El Caldero en Alicante llegó precisamente a la isla porque Pepe le dijo que había una oportunidad de asumir un chiringuito. Mientras, Aguilera hizo un especial homenaje a la trayectoria de aquel primo de su abuelo y el año pasado le relevó como parte de su proyecto Turista un millón.
Lo hizo en el extraño verano en que se abría la isla tras pasar un confinamiento en el que ninguno de sus habitantes pasó el Covid-19. Y cuando los turistas bajaban en mucha menor cantidad de las tabarqueras, los barcos que conectan la isla con Santa Pola o Alicante.
"Me gustaba que no hubiera tantos porque muchas veces lo que intento es ir a un sitio a un muy desordenado para intentar ordenarlo a través de la fotografía", explica. Y ese estrecho puerto "por el que pasa tanta gente gritando y cargando con muchas cosas" le permitía hacerlo. Así trabajó durante más de un mes para "destilar algo medio limpio y aislarlo utilizando la pared como un lienzo en el que presentar las cosas".
Este septiembre, cuando sabe que la presión turística desciende, Aguilera promete que se acercará de nuevo a recorrerla con sus amigos de Los Montesinos. Así se reencontrará con las sensaciones que le atrajeron entonces, "porque queda algo puro, no está todo perfecto, en el mejor sentido de la palabra".
Tan cerca
José Manuel Pérez Burgos, director del museo Nueva Tabarca, deja abierta en la concisión de sus respuestas las propuestas que ofrece la isla en la que trabaja. "¿Por qué nos vuelve locos? Porque es una isla. Y el carácter de isla te da sensación de libertad, de hacer cosas que no puedes en otros sitios". Pero, ay de aquel que se crea eso. Como puntualiza rápidamente, "son sensaciones falsas. Luego va el tío de la vara que soy yo porque no se puede hacer lo que quiera".
Menos en una isla como Nueva Tabarca, explica, "con su conjunto patrimonial por el que enloquece mucha gente". Igual que Valera, Pérez Burgos apunta a los variados atractivos que atraen a quien la conoce. "Es de los pocos sitios que aúna en treinta hectáreas un conjunto histórico artístico y natural con su reserva marina. Y eso enloquece a mucha gente".
Ese carácter especial suma otro factor. Desde la costa es visible desde muchas playas, ya sea en Alicante o Santa Pola. "¿Por qué no enloquece tanto Columbretes siendo un paraíso también como Tabarca? Por la distancia, las treinta millas náuticas que la separan. A Tabarca casi se puede ir a nado. Esa corta distancia hace que la gente enloquezca por ir a un sitio tan distinto: rodeada de murallas y aguas cristalinas".