Alicante

En el ascenso del cómic como herramienta de divulgación histórica, las mujeres lo tienen más difícil para conseguir el mismo protagonismo que los hombres. El profesor de la Universidad de Alicante Eduard Baile analiza su papel y este desequilibrio dentro del trabajo colectivo De la innovació al cànon. Ahí recoge la falta de visibilidad para la obra de las autoras y la representación durante mucho tiempo sesgada en este género.

El interés que despertó Maus en Baile le abrió los ojos por partida doble. Esta obra de Art Spiegelman completada en 1991 marcó un hito al "solidificar el cómic como herramienta para la memoria" al abordar el holocausto judío en la segunda guerra mundial. Su éxito de público y crítica abría aún más las posibilidades que ofrecía para representar la historia.

El premio Pulitzer hace tres décadas para Maus representaba el impacto del medio que siguió creciendo muchísimo a través de más autores y obras. Y en ellas, Baile cree "que en ese ascenso, la parte dedicada a las mujeres siempre parece que cuesta que veamos su papel". Eso lo vio más aún si se centraba en otro conflicto bélico, la Guerra Civil: "Está menos atendido. Hay cosas, pero pocas en comparación a otro tipo de protagonistas".

El otro punto que considera clave es que cuando se acude al discurso histórico en este formato, "nos vamos a la macrohistoria, a los grandes hechos, y no a lo que pasa en las casas con las mujeres que se quedan atrás y sus maridos encarcelados, exiliados o muertos".

El interés

El papel que tenían esas mujeres que llegaban a constituir comunidades "que hacen que las cosas sigan adelante" es lo que le interesaba al abordar este punto de vista. Uno en el que casi se podría afirmar que en un pestañeo, cambia el panorama. Baile así lo asume desde que se publicara el pasado octubre este volumen de ensayos coordinado por Antonio Cortijo y Elena Sánchez.

"Está en ebullición", destaca. Y con eso espera que se actualice un fondo en el que "no hay muchas obras que tengan a mujeres protagonistas y mucho menos que sean escritas por mujeres". Un punto en el que se detiene para recordar que sí ha habido autoras, pese a que no se les atribuyera su esfuerzo publicado, "porque en la industria había una cierta invisibilización de las autorías".

Las primeras

Esa ocultación de los creadores era un fenómeno que no era exclusivo de España, sino de gran parte de Europa. Eso sí, se topaban "muchas veces con que la industria no indicaba en los créditos las mujeres, por lo que no aparecían. "La primera en ser más conocida", apunta Baile sobre esta otra historia del país, "es Nuria Pompeia". A ella la siguieron otras como Laura Pérez Vernetti-Blina, "que funcionan en un ambiente más alternativo, lo que hace que no fueran tan conocidas".

"No es que no hubiera mujeres, es que no las estábamos viendo", resume el experto, "leíamos cómics de autoras sin saberlo". Y en esas obras, Baile pretende evitar caer en los tópicos, "había menos grandilocuencia, una voz más intimista". Y no es que no se tratara de esta forma entre los autores. En cambio, "cuesta encontrar mujeres que sí tengan una voz épica".

Recreación en la violencia

Ese "punto de testosterona" presente en las obras, con más peso si cabe al tratarse de conflictos bélicos, empeoraba al retratar la violencia sexual. "Hay denuncia, pero también cierta recreación, en el caso de los autores. Y en el caso de ellas, "eso no lo encuentro porque su visión es más interior".

La otra cuestión es qué personajes se eligen para aparecer. Una excepción, hecha por Antonio Altarriba y Kim, es El ala rota. En esta pareja de El arte de volar, el primero quiso partir de la historia de su madre para luchar contra la invisibilización. "Altarriba explica que tuvo la necesidad de escribirla para representar a las mujeres que no eran políticas, pero que estaban construyendo la sociedad".

La liberación del cómic en cuanto a formatos y temáticas parece quedar constreñida por el tamaño de su audiencia. "Hay cómics que consideramos clásicos y que puede tener ediciones de centenares de ejemplares". En esta línea de razonamiento, Baile señala que son muy pocos los que pueden vivir de contar estas historias mediante este medio. Y eso pesaría también en contra del tipo de representación.

"Es difícil sacar adelante proyectos porque del cómic se malvive", concluye. 

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