Las luces de los focos sobre los trajes excesivos de lentejuelas dejaron de brillar habitualmente en Benidorm con la pandemia. La amplia oferta de ocio nocturno que incluía actuaciones de travestis, transformistas y drags se apagó. Y con ellas, sus trabajadores buscaron otras salidas. Ahora, con el regreso del Imserso vuelven a iluminarse y de esta forma a devolver la ilusión a espectadores y artistas.
Los autobuses cargados de turistas dispuestos a pasar su semana en la ciudad mediterránea de los rascacielos son la gasolina que empieza a llenar estos depósitos. Yeray y Kiara sienten de nuevo el calor del aplauso y con él, el optimismo tras dos años muy duros en el sector.
Ese regreso está siendo poco a poco, reconocen. En la sala en la que actúan, la céntrica Molino Benidorm, están haciendo pases miércoles, jueves y viernes de momento. Antes de la pandemia solo se paraba los lunes para el descanso del personal y tenían días con doble función. En cada uno de estos pases podían tener trescientos espectadores, luego vinieron las restricciones Covid y eso se redujo hasta la última reapertura marcada por la Generalitat.
"Hemos estado pelados como artistas", lamentan ambos. Kiara de hecho, simultanea este trabajo con otro en una tienda de muebles desde hace trece meses. Una seguridad que encontró, después de pasar cuatro meses muy duros en los que no encontraba nada y por lo tuvo que volver a su Almería natal. Pero volvió y reafirma con Yeray su voluntad, "queremos trabajar a diario".
Benidorm es diferente
Las expectativas son buenas. Los pases los están manteniendo entre semana como parte del funcionamiento propio del turismo en la ciudad. Los guías contratan excursiones o visitas a espectáculos como en el que ellos participan, y para eso quieren que las opciones sean de lunes a viernes. "Y todos quieren venir al Molino", cuenta con orgullo Yeray.
Veterano en los espectáculos de transformismo, Yeray presume de haber pasado por todas las salas que hay en Benidorm desde que llegara a la ciudad en 1995: "Pocos habrá que lo hayan hecho". En aquella época el interés del público por las imitaciones y las revistas, los transformistas y los drags venía de más allá que el éxito de entonces de la que surgió como una pequeña película australiana, Priscilla, reina del desierto.
"¡La cantidad de transformistas y travestis que saben que Benidorm es la cuna!", asegura Yeray. Él, que ha trabajado en Murcia, Madrid y Sevilla, entre otras muchas ciudades, recoge los comentarios de compañeros llegados de Barcelona o de Chueca que le valoran lo que tiene en su casa. "Vienen y te dicen que es lo mejor. La Prohibida o Nacha la Macha te dicen que lo adoran porque añoran el espectáculo puro de cabaré que se ha perdido. Y es una pena que se haya perdido eso en Madrid o Barcelona".
El planteamiento de sus espectáculos está en ir más allá de una actuación desconectada de las otras que se pueda ofrecer en la discoteca. "No tienen esa magia de una producción, de números de revista", explica, "ahí sale uno y otro y te hacen su personaje. Aquí todo está enlazado, salimos con la vedete y hay un principio y un final porque el espectáculo está muy completo".
Estilos contrapuestos
Cada uno tiene su estilo, claro. Yeray opta por las grandes pelucas con que se convierte en Rocío Jurado y la emoción desbordante cuando se canta Como una ola y esta no tiene que ver con las de la pandemia. Kiara se remonta a clásicos como Marisol o Mari Trini, pero actualizando la base musical.
Y ahí se nota el salto generacional entre ambos artistas. Yeray, quien se considera de la vieja escuela, piensa en todos esos escenarios por los que ha tenido que pasar y que le han dado la experiencia y saber estar que luce. "Y estos se maquillan ahora y tienen la cara perfecta. Y ahora es que hay miles y miles. El confinamiento ha hecho mucho daño, han salido drag queens como no te puedes imaginar".
La fuerza de la juventud no es suficiente, según Yeray. "Los ves con una imagen bonita, pero en el escenario les falta fuerza porque no saben qué hacer". Y a pesar de esa inexperiencia, siente que esa irrupción generacional a "los artistas de toda la vida, a los que tenemos una trayectoria, ha hecho daño".
Si él se preocupa por esa caracterización, "los nuevos no se molestan en eso porque lo único que hacen es la peluca bonita, el sujetador y la braguita. "¿Tú te imaginas a los del Imserso viendo a la Beyoncé o a la Madonna?", se pregunta. Por eso cree que "de aquí a unos años esos espectáculos desaparecerán. El artista de sala de fiestas se está perdiendo porque ya no hay Rocío Jurado".