Nacido en Valencia, Javier Alandes se declara un enamorado de su ciudad. A ella le dedica su novela Los guardianes del Prado, en la que parte de la operación para salvar las obras maestras de la Guerra Civil y crea una cruzada entre republicanos y nazis en busca de Las Meninas de Velázquez o uno de los más importantes tesoros de monedas de la historia que tenía el Museo Arqueológico Nacional.
"Mi ilusión como escritor es poco a poco ir sacando a la luz esas historias fascinantes que, quizás, han quedado olvidadas", cuenta vía telefónica. La semana pasada vivió un día especial alrededor de esa idea que menciona, su cuarto libro se presentaba a los medios en un gran despliegue.
Esta vez, después de escribir en su anterior trabajo sobre Sorolla, recupera una de esas ideas que tenía apuntada en bolígrafo rojo: el traslado de los cuadros de El Prado desde Madrid a Valencia durante el primer año de la guerra civil. En 1936 esta última asumía la capitalidad de la España republicana y aquella época se convertiría en el escenario que buscaba.
Un punto de partida para una ficción, subraya: "No soy un historiador, no soy un divulgador de la historia. Soy un novelista, un contador de historias". Partir de un hecho histórico conocido, pero no demasiado tratado en la ficción, le permitía crear una novela de aventuras "para sacar a la luz esos capítulos reales y me gustaría que los que no conocieran esos datos los descubran".
Salvadores del patrimonio
Los guardianes del Prado coincide con otro reciente lanzamiento, La biblioteca de fuego de María Zaragoza, en su mirada hacia las personas que trabajaron para salvar el patrimonio cultural en aquella época. "María ha escrito una novela maravillosa y justamente premiada", valora. Y de ahí reflexiona que cuando se genera un conflicto armado "hay cosas tan vitales que preocuparse que, muchas veces la parte cultural queda olvidada".
Eso, al igual que hacía la autora al recoger el premio Azorín, le lleva a preguntarse qué estará pasando en estos momentos en Ucrania. Y también le da pie para recordar un tesoro artístico desaparecido en España a causa del conflicto del 36, la colección de monedas del Museo Arqueológico Nacional. Cuando algo así se pierde, "lo pierde toda la humanidad".
El mayor expolio de la historia
En su libro sube la apuesta del impacto social que supondría la desaparición de un tesoro artístico. ¿Qué pasaría si cuando el bando nacional solicitó a Alemania ayuda para ganar la guerra lo antes posible los nazis hubieran solicitado esas monedas?, se pregunta. Esta, subraya, era la más importante colección numismática del mundo.
En el camino de Valencia al México en el que residía la colonia de exiliados republicanos con Indalecio Prieto al frente se produjo la desaparición de ese tesoro formado por piezas romanas, visigodas o precolombinas. "Esas monedas jamás aparecen. Es el mayor expolio de arte de la historia", sentencia.
La Valencia golpista
En Los guardianes del Prado, Alandes hace que Himmler sea quien pida esas monedas además del autorretrato de Durero y Las Meninas de Velázquez. Y para contar ese complot juega con dos líneas temporales basadas en Valencia, la de 1936 y la de 1981.
Al escoger esta segunda fecha decide marcar los paralelismos con la ciudad que el capitán general Milans del Bosch tomó con dos mil soldados y cincuenta carros de combate. "Me apetecía hacer ese paralelismo entre la sublevación del ejército nacional contra la República y el golpe de Estado del 23-F", apunta.
"Lo que me gustaría es que las personas más jóvenes que puedan leer la novela que la disfruten porque es de aventuras y que descubran capítulos que les lleven a curiosear y que vean imágenes en color de cosas flipantes de España", concluye.