Un intento fracasado de novela llevó a Begoña Méndez a crear Autocienciaficción para el fin de la especie (Hurtado y Ortega, 2022). Su pretensión de una novela de ciencia ficción en la que iba a utilizar una serie de arquetipos femeninos le serviría para ver los límites de los cuerpos de la mujer y de lo que es humano. Y lo que podría ser un planteamiento relativamente convencional al basarlo en un formato narrativo tradicional decidió destrozarlo. Un camino que acaba de presentar en la librería 80 Mundos de Alicante.
"No estaba yendo por el camino que quería, me tenía que detener", explica. Esas ideas a tratar y su necesidad de escribir necesitaban otra forma de presentarse a los lectores. Y pensó que el camino la tenía que llevar a asediar "una forma de prosa que nace del pensamiento de una poesía". Eso, señala, es lo que serviría para decir que su libro es un ensayo, "pero uno en el que las ideas no están explicadas de forma explícita sino implícita. No es un ensayo académico".
Así trataría, por ejemplo, como "los moldes de la femineidad que nos han impuesto históricamente a los cuerpos históricamente servían para hacernos daño". Ese, entre múltiples temas, porque como añade, con ello hay "también una pequeña semilla de disidencia". "Y el mapa que voy trazando es el de experimentar a través de otros cuerpos femeninos", apunta.
Uno, en todo caso, personal. Construido a partir de sus lecturas y filias cinematográficas, subraya. Y en la transformación de los cuerpos aunque no partía de metamorfosis como las de David Cronenberg o Neill Blomkamp, sí concede que ya se ha encontrado varias interpretaciones que le hablan de la nueva carne. "Y es curioso porque entronco con una tradición que no tenía presente y eso me hace muy feliz porque hace que los lectores te descubren nuevos mapas que lo enriquecen".
La escritura líquida
Algunas de las que sí cita explícitamente camino en su teoría son Wislawa Szymborska con su poema Paisaje con grano de arena sobre la nueva visión de la transformación de Lot en estatua de sal o la anarquista Emma Goldman. Son solo dos dentro de las muchas con las que ha construido su vida y que ahora reconstruye en un texto que juega entre la ficción y la realidad. Tenía muy claro, prosigue, que quería hablar de Hari, la protagonista de Solaris, o la poesía de Irene Gruss y la transformación de la mano o de la Scarlett Johansson de Under the skin.
Si estas entraban dentro de lo formal, lo que planeó, otras las planteó desde una visión de "la escritura líquida en la que hay corrientes por las que me dejaba arrastrar". Una forma de entender ese proceso es recorrer ese camino de ideas que enlazaba. Si leía en un pasaje de Gruss una referencia a las serpientes, eso la llevó a pensar que necesitaba incluir el mito de Eva. Y en la obra de Goldman encontraba la reflexión de que "la mujer aún no se ha liberado de la imagen de que somos costillas de Adán". Y de ahí buscó ejemplos de disidencias con que ligar Lot y Eva.
El sexo tiene que salir
Lo que "no tenía intención que apareciera tanto es el sexo", asegura. Un aspecto que, concede, "me impresionaba a mí misma a veces". Al final entendió que tenía que aparecer por lógica ya que si lo que plantea es una reflexión sobre los límites del cuerpo y de la feminidad, "es que tenía que salir".
"Jugué a forzar fronteras corporales y salió de manera natural", razona. "Me interesaba mucho ver de qué manera la sexualidad se desarrolla a través de la tecnología nos transforma en cuerpos extrañísimos que no acabamos de comprender y que de ahí se crean unas corrientes de deseo y de amor muy brutales", apunta.