Cuando el humor salvó a Eduardo Mendoza de la presión de la crítica: "Escribí con una total irresponsabilidad"
- Presenta en Alicante 'Tres enigmas para la Organización', la última de su exitosa serie de parodias detectivescas.
- Más información: Una tronchante parodia del género policiaco
A sus 82 años, Eduardo Mendoza tiene cosas por descubrir, como el encuentro literario en Alicante que anima a los escritores a hablar más de comida en sus novelas. Entre copas y platos, presenta Tres enigmas para la Organización, la última en su serie de parodias detectivescas.
"Voy siguiendo un poco la evolución del género", cuenta sobre cómo rompió con esta la línea de un único detective para ensamblar un muy alocado equipo: "Se ha puesto de moda, sobre todo en la series, que es un grupo y pensé en hacerlo con el matiz de una organización que acaban todos entre ellos porque al final se olvidan del caso".
Desde que arrancara la serie con El misterio de la cripta embrujada en 1978 hay mucho camino recorrido. "Tengo otra relación con el lenguaje y con el lector, inconscientemente", explica.
Centenares de miles de libros vendidos después, "no pienso en el lector porque no sé quién es, pero sí sé cómo son recibidas y qué complicidad tenemos, así que hablo como si conociera más a las personas y que, ya con medias palabras, nos entendemos".
Con más de treinta títulos publicados, asegura que no suele releerlos "nunca", salvo obligación. "Y estaba mucho más preocupado por el lenguaje, que se entendiera lo que quería decir, cosa que es importante cuando escribes humor".
Este género le salvó del síndrome de la segunda novela, tras la gran acogida de crítica y público de su estreno. "Más que nada, puse un poco de distancia con La verdad sobre el caso Savolta, que tuvo un éxito que no me esperaba y que me comprometía mucho. La crítica esperaba la segunda y con esto me libero y salgo completamente".
El contexto fue clave para ese paso: "Vivía en Nueva York y vine a Barcelona de vacaciones y llego a un país en la transición y enloquecido de fiestas en la calle y de todo… Era como si de repente se hubiera liberado de todo —luego ya vinieron otras historias—, pero pensé que ahora es el momento de hacer lo primero que pase por mi cabeza. Y así escribí esta novela, El misterio de la cripta embrujada".
Y apretó fuerte en la parodia del género negro con un protagonista sin nombre internado en un manicomio: "La escribí con una total irresponsabilidad: a lo mejor estoy hundiendo mi carrera literaria, pero tanto me da porque no había pensado nunca como una carrera".
"Ahora es diferente, pero en aquel momento pensaba en buscar un trabajo para vivir porque no vivía nadie de la literatura. Y por tanto tenía la absoluta libertad. Y si consideran que me he hundido, me es igual", añade sobre aquellos inicios.
El humor demuestra su vena anglófila, aunque es "un vicio del que cada vez soy menos". "Siempre me había gustado la literatura inglesa, que cuando eres joven es la más divertida: Stevenson, los piratas, Sherlock Holmes, Drácula… La literatura española es muy buena, pero muy divertida no es. Mientras que ellos tienen esa literatura infantil y juvenil", razona.
Ante el público de las Veladas Literarias del Maestral bromea diciendo que "quise ser escritor cuando era un bebé, yo iba con pañales y una plumita en la mano para escribir, y claro, lo que tenía a mi alrededor, la literatura de la que me alimentaba en ese momento era el humor".
Y llegaba al género con "los cómics, eran los tebeos, aquellos personajes que siempre he ido manteniendo". Por eso recalca que "nunca he traicionado a aquellos personajes que muy poca gente recordará del Pulgarcito, del TBO: Doña Urraca, el Caco Bonifacio, Zipi Zape… Estos personajes que ahí me quedaron, son parte de mi familia literaria".
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