Escritor de éxito y reconocido guionista, Lorenzo Silva tiene claro que prefiere el papel a la pantalla para plasmar sus ideas. Y más después de las diferentes experiencias que ha tenido en una industria audiovisual demasiado interesada por el algoritmo. Ahí critica que se rechace abordar asuntos claves en la historia de España como la derrota de Annual o el fin de ETA. De esa relación entre pantalla y cine hablará este martes en la Universidad de Alicante.
Antes de pasar por el aula Magna de Filosofía y Letras, avanza estos temas de la que considera que es "una relación completamente accidental". "Me gusta el cine como espectador pero considero que mi territorio es la literatura", asegura. Y lo afirma con conocimiento de causa.
Con decenas de libros y guiones, "y cuanto más conozco tanto uno como otro, más convencido estoy de que mi territorio natural es la literatura, que es el ideal" porque "presenta muchísimas ventajas en muchísimos aspectos: desde la libertad, independencia, a llevar los proyectos por ti mismo".
Esos tres conceptos que girarían sobre lo mismo son "lo que más marca claramente la diferencia, porque en el audiovisual dependes de la gente que pone el dinero". En este punto, añade, "a esta gente le gustan tres cosas y, o haces esas tres cosas o estás muerto. Y además esas tres cosas van variando. Si tienes inquietud y te gustan cosas muy variopintas, como es mi caso, y si te gustan cosas que no están de moda, como también es mi caso, en el audiovisual lo pasaría fatal".
Lo que se elige
El salto a la gran pantalla se convierte entonces en una prueba de acceso al contenido que se puede popularizar. Y es que, pese a la multiplicación de soportes con las plataformas de pago, "el audiovisual contemporáneo está muy mediatizado por el algoritmo, muy dirigido a cierto tipo de historias".
¿Qué sucede entonces? Que llegan creadores como Silva con guiones bajo el brazo y se encuentra con respuestas como 'esta historia es demasiado oscura o amarga' y 'buscamos cosas más amables, ligeras, para un público más joven'. Frente a eso, que reitera que lo acepta deportivamente, tiene claro que hay que dirigir los esfuerzos por otro camino.
Ahí Silva señala también que esa independencia que le otorga su posición como autor le permite recuperar esas ideas "que a la gente del audiovisual no les ha interesado y a mí me interesaban mucho". Y es en los libros donde ha encontrado a decenas de miles de lectores a los que les ha gustado. "¿Para qué voy a perseverar en un mundo que espera otras cosas?", se pregunta.
La mirada sobre ETA
En ese filtro a lo que se cree que puede interesar o lo que no, aparece también otro sesgo. "Aquí habría que hacer una serie buena de ficción sobre cómo se acabó con ETA, pero no. Hacemos series de etarras, empatizando con las etarras, con lo que sufren los etarras. Y me parece muy bien, parece que eso es lo único que se quiere hacer. Es lo que se ha hecho".
En estas ficciones, señala Silva otro aspecto, "el diálogo con las víctimas, siempre que sean vascas… Ya si metes guardias civiles o policías, arrugan la nariz. No quieren. ¿Y quién acabó con ETA? ¿O es que ETA, de repente, entraron en razón? No, los detuvieron a todos. ¿Y quién los detuvo? Eso no lo quieren contar. Y lo digo así de claro".
Eso implica un problema, el desconocimiento que se genera a partir de la propia historia que no se quiere contar. "Tampoco se van a enterar con lo que se está haciendo porque se ven historias minimalistas", critica el autor. E incluso cita el fenómeno del texto de Fernando Aramburu adaptado por Aitor Gabilondo. "La propia Patria, a mí el libro me pareció interesante y la serie me interesó menos. Tú ves eso y, de repente, ETA mataba y, de repente, deja de matar. ¿Por qué empezaron a matar? ¿Por qué dejaron de matar? Eso quiero que me lo cuenten".
Con las series que se han emitido en las plataformas, siguen sin salir aspectos claves que para las nuevas generaciones dejarán preguntas abiertas. "No saben cómo empieza y de dónde viene y tampoco saben por qué terminó. No saben que ETA mató a diecisiete niños, deliberadamente, no por accidente. A diecisiete, no uno ni a dos. A veces de cinco en cinco, en Zaragoza y Vic. Y en Vic viéndolos jugar en el patio. Eso no lo quieren contar porque es como de mal gusto".
Ante esa mirada tendenciosa se encuentra con que "hay que contar lo que sufre la madre de Txabi Etxebarrieta cuando muere en un enfrentamiento", despues de haber matado a un guardia civil. "Y me parece bien que se cuente eso, pero no me parece bien que se cuente solo eso. Eso me parece de un país imbécil".
Esa contundencia es la que le hace denunciar que "nadie quiere contar el historión de un país que ha tenido un problema descomunal y lo ha conseguido resolver a través de una historia que es alucinante: cuando entras en las honduras de cómo se consiguió la información, desarticularon, quitar las armas, a los jefes, el dinero".
De ahí que tras encontrarse con esas negativas, o los enfoques que pretenden reducirlo "a una historia de aventuras y de superhéroes otra vez, que es lo único que parece interesar", opta por el camino recorrido. "Las cosas que me interesan están en mis libros y como para hacer mis libros no tengo que pedirle dinero a nadie, pues ya está".