La galerista Begoña Martínez Deltell celebra las dos décadas de Aural con una exposición que recorre la historia de este centro con las obras más relacionadas con Alicante, su ciudad. Y reivindicando su relación con la ciudad, lamenta lo dura que esta es con los espacios de arte contemporáneo. "Es tremendo que la gente no sepa que hay una galería en Alicante cuando estamos en el centro".
"Se mantiene por voluntad propia porque es un proyecto de vida", cuenta con una sonrisa en la cara mientras toma un café con leche en un rincón de la galería. Ahí están dispuestas las obras, esperando a ser desembaladas para la inauguración del sábado. Son un pequeño testimonio de todas las cosas que han pasado en este tiempo. "Cuando la abrí jamás pensé que duraríamos tanto".
Estas dudas tenían una base. En estos años ha visto cómo han desaparecido otras galerías que ya existían y llegar nuevas que también se retiran del mercado. Al final, es ella la que se ha mantenido, reconvirtiéndose e incluso expandiéndose a Madrid para seguir creciendo.
Un progreso que es fruto de la experiencia conseguida. "He aprendido más que en los veinte años anteriores de vida", asegura. Cuando abrió en 2001, tenía cuarenta años y estas dos décadas asegura que "son claves de crecimiento profesional, en las que realmente emergen todas las voluntades, pronósticos y ambiciones y deseos de crecer en todos lo sentidos".
Punto de partida
Asumir ese reto profesional era la entrada a "un campo de trabajo apasionante muy vinculado al anterior de gestión". De comisaria de exposiciones a las clases que impartía, entre otros, ya trataba con artistas que admiraba con los que tenía una cierta confidencia. Así fue poco a poco como fueron pasando a formar parte de la galería. "Al principio algunos se resistían porque tenían su galería y me decían que no podía ser, pero al final lo conseguí y se ha consolidado el trabajo común".
En los siete primeros años eran artistas alicantinos y otros españoles los que pasaban por allí. Y se le ilumina la cara al recordar que arrancó con Ignacio Chillón y Susana Guerrero, "fueron siete años de entusiasmo brutal". Tiempos en los que se tenía "la esperanza de que todo iba a cambiar en Alicante, con artistas que tenían muchas ganas de hacer cosas".
Y así empieza a recordar otros nombres como Aurelio Ayela y Luis Gordillo, que montaron juntos dentro de una serie que trataba el diálogo intergeneracional, Eduardo Lastres, Pepe Calvo, Mira Bernabeu antes de que abriera su galería, Paco Valverde, Elena Aguilera, Julio Zachrisson o Massimo Pissani.
Los nombres
En los días previos a la inauguración de una muestra aunque esté atendiendo a los medios, las necesidades van apareciendo. En esa enumeración que hace recibe una llamada para ver cómo puede resolver un contratiempo, llega una visita, más llamadas... Y la rueda no puede detenerse. "La idea al fin y al cabo era mantenerse porque es necesario que la ciudad pueda disfrutar de la posibilidad de visitar exposiciones de artistas internacionales y proyectos muy específicos diseñados para ella", señala con orgullo.
Eso la lleva a Concha Jerez, en cuya última visita a la galería trabajó sobre una exposición que hizo en 1989, dentro de una intervención del que fuera Festival Internacional de Música Contemporánea. A diferencia de este, perdido ya para la ciudad, la artista aprovechó su vuelta a Alicante para recorrer de nuevo el castillo de Santa Bárbara por el que pasó y cerrar un círculo con una creación que lo reflejara.
"Cuando los artistas piensan exponer en Alicante, lo hacen con un proyecto que siempre tiene que ver con la ciudad", razona, "nada nace de la nada". "Estamos lógicamente trabajando con piezas que tienen que ver con la ciudad, unas que se han mostrado y otras que no, algunas más recientes y otras más antiguas, pero todas con alguna relación para que se vea lo hecho". Y ahí se enorgullece otra vez de los proyectos que ha acumulado pensados para conseguir ese propósito. "Es muy interesante contar la historia de las galerías en España y no se hace", señala.