El Hércules, que la próxima temporada volverá a competir en Segunda RFEF, la categoría más alejada de la élite en la que ha militado en su centenaria historia, sigue sin realizar movimientos ni dar a conocer su proyecto deportivo cuando se cumplen tres semanas desde que perdió la opción de ascender.
Lejos de reaccionar con contundencia al enésimo fracaso deportivo, la entidad se ha quedado completamente paralizada. Y los únicos movimientos que se han producido han sido de salida y por voluntad propia de algunos técnicos.
El entrenador, Sergio Mora, fue el primero en anunciar que no seguiría al frente del equipo apenas minutos después de ser eliminado por el Unión Adarve. Y una semana después fue el director deportivo, Carmelo del Pozo, y su secretario técnico, Alejandro Varela, los que comunicaron su adiós a la entidad.
También el coordinador del fútbol base y miembro del cuerpo técnico del primer equipo, Pepe de la Sagra, se ha marchado sin que de momento se haya producido un relevo.
Esperando un giro
El entorno del Hércules, cada vez más crispado con el propietario, Enrique Ortiz, esperaba un golpe de efecto en forma de un nuevo responsable deportivo o entrenador para mitigar la sensación de decepción, pero nada de eso se ha producido.
Nombres vinculados al herculanismo, como Quique Hernández, Paco Peña o Francisco Escudero Paquito han sonado como candidatos a tomar el timón deportivo, pero ninguno ilusiona especialmente porque no supone una ruptura con el pasado más reciente.
Los aficionados han sumado su decepción deportiva y hartazgo a la gestión de Ortiz, materializada en una nueva concentración de protesta en las calles de Alicante a finales de mayo. A eso hay que sumar un nuevo escándalo financiero, ahora como consecuencia de una querella de la Fiscalía por un posible delito de alzamiento de bienes en el cobro de la cláusula de rescisión de Abdessamad Ezzalzouli Abde.
Desde el batacazo en la promoción, el Hércules, además, ha tenido que ver cómo tres de sus vecinos provinciales, Intercity, Eldense y La Nucía, lograban el ascenso, lo que le deja como sexto equipo de la provincia de Alicante.
También el Real Murcia, otro gigante venido a menos y rival histórico, logró ascender con fiesta incluida e invasión de aficionados en el estadio Rico Pérez, lo que supuso otro golpe moral para la hinchada alicantina.
La situación es tan delicada y tan crispada que apenas se concede importancia a lo deportivo y temas como una posible fusión con el Intercity, completamente descartada de momento, la venta de la entidad, la petición de ayuda política o los líos judiciales han monopolizado toda la atención informativa de un club cada vez más alejado de su afición y de la élite.