El alicantino Fermín Egido organiza competiciones deportivas internacionales en 25 países del mundo de cuatro continentes. Unas citas que combinan la experiencia deportiva con la turística o vivencial en cada sede. Se trata de un negocio en expansión desde 2016 que en los últimos años se ha centrado en la franquicia Oceanman, un circuito internacional de natación en aguas abiertas con socios locales por todo el mundo.
Pareja de una ucraniana, vive muy de cerca el conflicto bélico iniciado por Vladímir Putin la pasada noche del miércoles al jueves con la invasión militar del país de su mujer. Al mismo tiempo, tiene importantes socios y amigos en Moscú, con quienes ha logrado parte de la expansión de su empresa.
"¿Equidistante?", se pregunta el empresario para responder inmediatamente: "Yo estoy dispuesto a tomar parte activa, a solicitar todo el apoyo del mundo, a dar la máxima visibilidad y a secundar sanciones, a animar a los rusos que se oponen a la guerra a salir a las calles y protestar contra esta barbarie, aun a riesgo de perder mi negocio en Rusia, pero a Putin hay que pararle. Porque no se va a echar atrás".
Y habla en primera persona: "¿Qué puedo hacer? ¿Cómo puedo ayudar? Si tengo que dar ejemplo, lo daré. La gente tiene que secundar las sanciones porque Rusia está gobernada por un bravucón con un botón nuclear".
La situación actual
En dos semanas lleva su competición a Dubái y ya estaban inscritos 300 deportistas ucranianos y 400 rusos. Ni unos ni otros podrán ir con la previsible limitación de visados. Pero es que pase lo que pase, en adelante tendrá muy difícil celebrar las citas deportivas fijadas en Kyiv (11 y 12 de junio) y Odesa (3 y 4 de septiembre) en Ucrania; Sakhalin (13 de agosto) y otras tres en Rusia, una de ellas en San Petersburgo, así como en Kazajistán (2 y 3 de julio).
Sus competiciones, antes de la pandemia, reunían a mil deportistas por prueba, más una media de casi tres acompañantes que disfrutan de paquetes turísticos completos. De ser un deporte muy minoritario en sus inicios, se ha convertido en una comunidad internacional de nadadores y sus familias que utilizan la competición como excusa para hacer otro tipo de turismo.
"Es probable que no pueda volver a trabajar en Rusia o incluso diciendo en público lo que digo de Putin, podré tener problemas en Europa. Pero eso no es nada comparado con el miedo que tienen los rusos a Putin. Es algo dramático".
Egido se confiesa asustado. Antes de responder a EL ESPAÑOL, ha estado hablando con sus socios. "Lo que tenemos que entender es que hay una desinformación total, pero desde anoche a mis amigos rusos los veo impotentes. Y a los ucranianos, sufriendo, porque es un pueblo pacífico que nunca ha atacado a nadie pero siempre ha sido atacado por todos".
Asegura que su experiencia de negocios en Rusia le ha demostrado que la mayoría del país está adoctrinado. "Y desde ayer más. Es algo increíble ya que trabajo con gente muy preparada pero la mayoría se cree que EE.UU. es el demonio y que les van a invadir. Que si Putin ha invadido Ucrania es porque era necesario. Creen que no es para tanto, que se acabará en una semana como lo de Georgia, Moldavia, Biolorrusia o Kazajistán. No son conscientes de lo que está sucediendo. Les dicen que no hay víctimas mortales y se lo creen", relata Egido.
Dos mentalidades opuestas
En cambio, los ucranianos llevan ocho años de guerra. "A mí me dicen que tienen que seguir viviendo, saliendo de sus casas y trabajando. 'Es que tenemos que vivir con esto', me dicen". En cambio, continúa el empresario, "en Ucrania no hay un odio exagerado a Rusia. Es un país emergente. Poca gente sabe que se estaba creando allí un segundo Silicon Valley".
Y termina por comparar la situación con la del nazismo, muy recurrente en estas fechas. "La mentalidad rusa de aquellos que apoyan la guerra actual me recuerda a la Alemania de entreguerras. Ellos tienen el orgullo de ser una superpotencia humillada a la que no se respeta en el extranjero", asegura. Es el caldo de cultivo perfecto para la manipulación.
Por lo que lanza una última apelación a la cordura y a la acción: "En estos días me estoy despidiendo de gente por teléfono, amigos, que se van el frente de batalla, personas que se despiden de sus hios pequeños a los que probablemente no vuelvan a ver". Estoy viendo las imágenes reales de lo que está pasando a través de redes sociales. Es muy duro. No podemos ser equidistantes".