Siempre he pensado que, al margen de esas figuras, de esos referentes que han marcado nuestras Fogueres, la cita de junio se ha ido sosteniendo, generación tras generación, por medio de lo que Unamuno denominó la ‘intrahistoria’. Mujeres y hombres que estaban ahí, cumpliendo su misión, año a año, sin dar importancia a sus respectivas aportaciones ya que, sencillamente, hacían lo que les gustaba.
La noche del pasado martes, a punto de cumplir 80 años, nos dejaba Fina Castell, por todos conocida como Fina, la bordadora. Fina fue una de esas mujeres que hicieron grande la Fiesta, pero que la tenían imbuida tan adentro de sus venas y de sus manos, que no se dieron cuenta de ello.
Desde hacía casi medio siglo, fue una de esas representantes de la manera singular que se ha venido sintiendo, de vivir les Fogueres en el barrio de Carolinas. Y ella lo hizo, dignificando una faceta en la que se precisaban mejoras; el bordado y, sobre todo, la confección de unas bandas, que justo es señalar se fue extendiendo a todo nuestro abanico de celebraciones.
Para ello, todo se reunía en ese sencillo local de la calle Pradilla, epicentro de tantos encargos. De tantas pequeñas tertulias. De tantas ilusiones efímeras, que siempre han supuesto la base que han hecho grandes nuestras fiestas. Desde allí, en el pasado, su llorado Manolo repartía las bandas cada fin de semana en su vieja moto. Y desde allí, sus herederos van a prolongar un negocio, en el que su huella va a ser irremplazable.
En Fina todo era jovialidad. Jamás la vi contrariada con nada. Su amplia sonrisa siempre te iluminaba cuando estabas ante ella, quitando importancia a cualquier problema que pudiera surgir. En todo momento supo que hacer, como hacerlo, y cumplir con sus encargos, que eran muchos, constantes y reiterados, dada la confianza que ofrecía.
Con permanente profesionalidad. Sabiendo adaptarse a las nuevas tecnologías, pero, al mismo tiempo, conservando esa aura artesanal de una tarea indispensable para nuestras fiestas. Acercarte al local de Fina era introducirte en un entrañable túnel del tiempo, en el que su contagiosa simpatía no hacía más que proyectarnos los recuerdos de unas hogueras que recorrían nuestras vidas.
Y es que ella era puro festerismo de Carolinas. Algo que solo los que hemos vivido o pateado sus calles podemos sentir en carne propia, pero que al mismo tiempo siempre ha causado la admiración de todos cuantos nos han visitado en Fogueres. Esa manera tan de barrio, tan sencilla, tan de vivir las hogueras en su sobrecargado urbanismo, tan lejana a actividades pretenciosas.
Fue un contexto en el que José María Lorente luchaba por su eterno premio especial, África Rubio creaba una escuela de foguerers infantiles, el llorado ‘Pixorret’ de la Bola de Oro aparecía con su eterna boina, o Carlos Gosálbez iniciaba su largo mandato en Sagrada Familia.
Una manera de entender nuestro Sant Joan llena de verbenas, pasacalles, tracas espontaneas y grandes hogueras, en el que Fina fue una de sus más distinguidas representantes. El lunes se nos fue. Con ella, se nos va parte de nuestros recuerdos. Mientras tanto, desde allá arriba junto a su añorado Manolo nos mirará el próximo junio, bordando el cielo, con su eterna y contagiosa sonrisa.