Para aquellos que lo desconozcan, hasta 1985 les Fogueres no amanecían oficialmente plantadas hasta la mañana del 22 de junio. Esa mengua en su presencia, sobre todo tomando la referencia de las fallas, solo fue corregida por un hecho puntual; la convocatoria de elecciones generales el 22 de junio de 1986.

Dicha circunstancia obligaba a invalidar en esa jornada cualquier actividad festiva, que en ese caso conllevaba la visita de los diferentes jurados y su posterior comida de deliberación. Tras el considerable revuelo al temer las consecuencias de esta coincidencia con nuestras fiestas, poco a poco se fue planteando la posibilidad de adelantar un día la plantà y vaciar de actos el mencionado día 22 y, de alguna manera, aprovechar la ocasión de alargar ya para siempre las muy cortas jornadas festeras.

En un largo pleno celebrado la tarde/noche del 29 de abril de aquel año en el Colegio de Farmacéuticos, dicha modificación se aprobó tras un largo debate, y serían aquellas hogueras, las primeras en las que sus obras efímeras aparecerían cuatro días expuestas en las calles. Fruto de dicha circunstancia, aquella jornada electoral quedó despojada de actos multitudinarios, aunque las comisiones pudieron programar actividades de pequeño alcance en sus distritos.

Eso sí, ese día propició la entonces controvertida estampa de la votación del entonces alcalde de Alicante -el llorado José Luís Lassaletta- ataviado de zaragüell y del brazo de la bellea del foc, Ascensión Samaniego. También nos habíamos enterado que el triunfo en la categoría especial lo obtenía Hernán Cortés con su monumental foguera creada por Javier Mayor y Tomás Gosálbez, en un año en que se desplomaba el remate de la foguera de Benalúa, obra de Pedro Soriano.

De tal forma, la Ofrenda de Flores, que se celebraba el 22, se trasladó a la tarde del 23, lo que convirtió dicha fecha en una de las más densas de la historia festera. Así pues, por la mañana se efectuaría en la Explanada el Desfile de Entrega de Premios, en aquellos años siempre tan caótico y, al mismo, tan libre y festero.

La novedad surgió por la tarde, ya que recogió la celebración de la Ofrenda, que entonces partía desde el Parque de Canalejas y discurría por la Explanada, doblando por la Rambla hasta entrar en San Nicolás al introducirse por la calle de San José. Entonces no más de treinta comisiones -y muy pocas barracas- participarían en una cita aún secundaria, en un año con 66 comisiones en activo.

En apenas dos horas se daba salida un cortejo sin el glamour que caracteriza al de nuestros días, iniciado a las siete de la tarde, con el recordado Manolo Molla, megáfono en ristre, dando salida a las comisiones dentro de un desorden casi insalvable.

Una vez resuelta la misma y casi sin sucesión de continuidad, los componentes de Comissió Gestora que aquel año encabezaba Miguel Díaz, se enfrascaron en dar la salida al XXXI Desfile Folklórico de la Provincia, que partiría a partir de las 11 de la noche desde la Plaza del Ayuntamiento, discurriendo por Altamira, Rambla y Calle de San Vicente. En definitiva, una jornada de infarto, sin duda la más densa en actos de esta índole de la historia de nuestras fiestas.