Alicante

La costa alicantina fue escenario durante varios siglos de crueles ataques de piratas berberiscos. Su posición estratégica y la riqueza que poseían algunos pueblos eran el 'blanco' fácil de los villanos del norte de África que cruzaban el Mediterráneo en busca de tesoros.

Los ataques piratas son también los protagonistas de la mayoría de historias y leyendas sobre las que se han inspirado los escritores. Algunos como el autor Francisco Danvila y Collado que, en su libro 'Bajo las palmas' (1881) cuenta la historia de Isabel, una joven de la villa de Calpe que, tras salvar su vida, evitó también el asalto de unos berberiscos que rondaban la ciudad.

La historia habla de una familia de leñadores que vivía a las afueras de Calpe en tiempos de moriscos. Isabel es el nombre de la hija de estos humildes calpinos y la verdadera protagonista de este relato. Se trataba de una joven muy querida en el pueblo por su simpatía y afán de ayudar a los demás, que además poseía gran belleza. 

La villa de Calpe, como el resto de pueblos de la costa estaba sufriendo las consecuencias de los numerosos ataques piratas que estaban sucediendo. Por este motivo se decidió levantar por toda la provincia numerosas torres vigía, también conocidas como atalaya, con el objetivo de localizar las embarcaciones sospechosas antes de que tocaran tierra firme. El Peñón de Ifach fue uno de los lugares elegidos para levantar el torreón, y el motivo por el que Jorge y Pedro, dos jóvenes castellanos fueron contratados para vigilar durante día y noche la costa de Calpe.

Jorge era un tipo grande y testarudo, acostumbrado a salirse con la suya. Pedro era todo lo contrario, pero ambos estaban muy unidos. El primero de ellos había centrado su atención en Isabel, y hasta un día se presentó en la puerta de su casa para hacerle saber lo que sentía. Pero la muchacha le dijo que no, pues su corazón ya estaba ocupado por Juanillo. Jorge que no entendía que esto pudiera pasar, terminó amenazando a Isabel al grito de que "tarde o temprano sería su novia".

Los dos hermanos estaban en realidad compinchados con un morisco de la población, de nombre Ben-Kófar. Las alarmas comenzaron a sonar cuando una noche se produjo uno de estos ataques piratas. Los berberiscos habrían entrado por la costa, pero ni Jorge ni Pedro alertaron a las autoridades de lo sucedido. Al parecer estos dos villanos hacían la vista 'gorda' y dejaban pasar a los piratas a cambio de una importante suma de dinero. Pero, los rumores entre la población empezaron a crecer, y finalmente se supo quién había detrás de los últimos ataques. Pues era casi imposible que los dos guardianes de la torre no hubieran visto embarcaciones acercándose a la costa. 

Jorge y Pedro tuvieron que huir, pero al segundo de los hermanos se le metió en la cabeza que no lo haría sin Isabel. Por eso, la noche antes de escapar, Pedro se dirigió a la casa de Isabel y aprovechó que esta estaba dormida para sacarla a rastras de su casa. Por suerte, esa noche Juanillo estaba merodeando por la zona y el grito de su novia le hizo saber que algo malo le había ocurrido.

Un fuego oportuno

Los dos hermanos encerraron a Isabel en una cabaña en el Peñón y se fueron a comprobar que las cuerdas que bajaban hasta el mar ya no estuvieran allí. A mitad de camino, Pedro decidió acabar con la vida de su hermano y así quedarse él solo con el botín. Total, también tenía a Isabel, y ya no le interesaba nada más

La joven, que estaba encerrada en la cabaña, avistó desde la torre tres embarcaciones de piratas que estaban a punto de llegar a la costa. Cuando Pedro regresó ella estaba tramando un plan para hacerlas desaparecer. Finalmente, ambos se enzarzaron en una pelea, e Isabel terminó tirándole un candelabro encendido al villano. Las llamas cayeron en la puerta y como la cabaña era de madera, las paredes comenzaron a arder. En ese momento, Juanillo que había escalado todo el peñón tan solo con la ayuda de sus manos consiguió llegar arriba. Casi de milagro, consiguió sacar a Isabel de las llamas y ambos salieron vivos de allí. Jorge, por su lado no corrió la misma suerte, y la casa en llamas terminó por tragárselo.

Los piratas que estaban llegando a Calpe, al ver arder la cima del peñón se asustaron y nunca más regresaron. Los vecinos y vecinas de la localidad estaban contentos porque Isabel no solo había conseguido ahuyentarlos, sino que los piratas dejaron tranquila la zona durante un largo periodo de tiempo. 

Noticias relacionadas