Alicante

Todos los indicadores se han disparado desde la pandemia de covid. La ansiedad y depresión está más presentes entre los españoles al calor de la fuerte precariedad laboral, al tiempo que la salud mental parece que empieza a entrar en la agenda de los políticos. Bajo este contexto, el sindicato CSIF planteó hace unos días a la Conselleria de Educación que tanto la ansiedad como la depresión fueran reconocidas, de facto, como enfermedades profesionales para el personal docente, una figura habituada al síndrome del quemado en el trabajo o del 'bornout'.

¿Es posible, por lo tanto, que estas enfermedades relacionadas con la psique puedan ser reconocidos como accidente de trabajo para el Instituto Nacional de la Seguridad Socia (INSS)? "Sería complicado de evaluar y, en términos genéricos, no sería razonable", responde Miguel Richart, especialista en Psicología Clínica y catedrático de Métodos de Investigación en Ciencias de la Salud de la Universidad de Alicante (UA). 

"Es complicado porque depende de cada caso, de cada individuo", agrega. A juicio de este investigador, "no todo el mundo reacciona igual" a la presión propia del entorno laboral ya que, ante un mismo acontecimiento que pueda ocurrir, "es percibido de forma diferente y de manera subjetiva por cada sujeto". La resiliencia o capacidad de adaptarse a la situación, por lo tanto, "depende al final de cada individuo". 

Miguel Richart. UA

Richart reconoce que, no obstante, existen sentencias judiciales que, "ante casos muy obvios", la Justicia acaba reconociendo el peso de la carga emocional para otorgar al trabajador o trabajadora la prestación derivada de una enfermedad laboral, y no de una contingencia común. 

Sentencias favorables

Así, por ejemplo, el Tribunal Superior de Justicia (TSJ) de Castilla y León dio la razón a una trabajadora que estuvo 12 meses con depresión tras recibir una carta de apercibimiento de Recursos Humanos. Los magistrados aplicaron, en este caso, el artículo 156. 2 de la Ley General de la Seguridad Social sobre la denominada enfermedad de trabajo, "por lo que la naturaleza profesional del accidente depende solo de que la patología sea consecuencia exclusiva y directa del trabajo", se puede leer en el auto de mayo de 2021

En otro auto de un juzgado de Cuenca, con fecha de julio del año pasado, Comisiones Obreras logró que un juez reconociera la ansiedad como accidente laboral de un trabajador municipal del Ayuntamiento de Carboneras de Guadazaón al que la alcaldesa obligó a cambiar la jornada, lo que conllevó conducir un vehículo pesado que nunca había manejado, con el que acabó sufriendo un accidente.

La sentencia, que es firme es significativa en cuanto a que reconocía que "no es normal y habitual que una patología psíquica sea atribuible" a un accidente laboral, y sí en ese en el que la baja laboral se debió a un "trastorno adaptativo ansioso" cuyo "único motivo" fue "exclusivamente laboral". 

La prevención, clave

Ante la ansiedad que sufren trabajadores y trabajadoras, Richart destaca como factor determinante "la prevención", que debería de pasar en que la empresa "facilite recursos" para evitar llegar a situaciones psicológicas límites. 

"La clave es hasta qué punto las organizaciones son conscientes de que necesitamos los mejores entornos para trabajar y disponer de recursos de ayuda para que las condiciones relacionales, personales y materiales favorezcan el mejor entorno psicosocial", responde. 

Preguntado al también docente si se trata, hoy en día, de una quimera, agrega que "podrá sonar a quimera, pero grandes empresas ya lo están haciendo y es inexcusable" que el resto también lo haga. Tras recordar que en la legislación laboral vigente contempla como "riesgo laboral" el psicosocial, pone como ejemplo cómo, hace décadas, también parecía una quimera que obreros de la construcción llevaran casco o arneses, "siendo ahora habitual".

El caso de la UA

A este respecto, recuerda que en su universidad, la UA, la legislación laboral "no ha cambiado, sí el interés del actual rectorado para darle más peso" a la importancia de la salud mental en el entorno laboral.

De ahí ha salido, con la llegada de Amparo Navarro al rectorado en diciembre de 2020, la designación de su puesto como delegado de la rectora para la Unidad de Psicología y ResilienciaSu objetivo final "es el de mejorar las condiciones psicológicas de los colectivos de la UA", una propuesta que Navarro ya tenía en mente antes de la pandemia, cuya crisis obligó a retrasar las elecciones. 

Así que, "desde la nada", y siendo algo inusual en las universidades españolas, este catedrático ha montado una estructura que deja atrás el "servicio de psicología" que se da en estas instituciones. "La salud mental no depende solo de que haya psicólogos, sino también de que exista una cultura que ponga en valor a las personas y valores como el compañerismo, el apoyo mutuo y otras cuestiones, más allá de las competencias técnicas", explica. 

Uno de sus primeros trabajos al frente de esta unidad será la promoción de la salud mental en el campus partiendo de la encuesta ya realizada a todo el personal investigador -y cuyo resultado aún no puede desvelar- sobre los riesgos psicosociales a los que se enfrentan. Con "un buen diagnóstico", espera adelantarse a posibles conflictos de índole emocional que podrían derivar en cuadros de ansiedad o depresión. 

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