
Javier Lambán, Francisco Falo y Sira Repollés, en el memorial a las víctimas de la covid-19 de la plaza de Santa Engracia de Zaragoza.
Cinco años de la covid-19 en Aragón: "No haríamos todo igual, pero no nos arrepentimos de ninguna medida"
El expresidente Lambán; la exconsejera Sira Repollés y el exdirector de Salud Pública Francisco Falo recuerdan cómo vivieron el estallido de la pandemia.
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Hace hoy cinco años, la vida de 47 millones de españoles cambió para siempre. La declaración del estado de alarma confinó a decenas de miles de familias en toda España, una medida sin precedentes que terminó siendo el inicio de una pandemia que ha marcado a toda una generación.
Las comunidades autónomas jugaron un papel estratégico, especialmente tras la desescalada, cuando asumieron plenas competencias. En Aragón, el entonces presidente, Javier Lambán; la consejera de Sanidad, Sira Repollés, y el director general de Salud Pública, Francisco Falo, se encargaron de doblegar la curva y hacer frente a las sucesivas olas de la covid-19. Cinco años después aseguran que, aunque si hubiera una nueva pandemia no harían todo igual, no se arrepienten de ninguna medida adoptada, ya que se puso a las personas por encima de todo. Así recuerdan aquel 14 de marzo de 2020.
“Justamente, esa misma semana habíamos anunciado el cierre de los colegios. No teníamos una hoja de ruta prevista, nadie sabía exactamente lo que iba a pasar. Aquello cayó como un bombazo absoluto. La legislatura, desde el punto de vista del cumplimiento del programa electoral, se fue directamente al traste”, admite Lambán.
Javier Lambán, Francisco Falo y Sira Repollés recuerdan cómo fue la covid-19 en Aragón.
Aragón apostó por tomar medidas “sin ningún tipo de restricción”, anteponiendo siempre la salud y “olvidándose absolutamente de criterios políticos”. “Yo me atuve siempre a lo que decía mi consejera de Sanidad, mi consejero de Educación y mi consejera de Bienestar Social”, añade.
En el Departamento de Sanidad llevaban “varias semanas trabajando” antes de que se declarase el estado de alarma. El punto de inflexión llegó con la transmisión descontrolada en Italia, cuando ya no se pudo hacer una trazabilidad de los casos. A su favor tenían la experiencia adquirida entre 2007 y 2009 con la gripe pandémica, pero la covid-19 no era comparable a nada de lo que habían visto hasta entonces.
“Siempre se ha sabido que la transmisión de una enfermedad, sobre todo de tipo respiratorio, tiene mucho que ver con reducir los niveles de actividad y de contagio. Conocíamos el papel que jugaban los niños en la posible transmisión poblacional, y eso es lo que nos llevó a ordenar el cierre de los colegios. Resultó muy duro, pero teníamos la sensación de que era lo que había que hacer”, subraya Falo.
“Se trataba de salvar vidas”, completa Lambán, que no olvida el componente caótico que tuvieron aquellos primeros días, en los que se habilitaron hospitales de campaña, se buscaron recursos en China “con todas las peripecias posibles” y se decidió “no reparar en gastos” y “no aliviar en absoluto” las medidas planteadas por los técnicos. “Y todo, asumiendo que eso iba a tener un coste que, en muchos casos, iba a ser malentendido por la sociedad”, agrega.
Repollés vivió aquellas primeras semanas desde un prisma muy diferente. “Entonces era facultativo y estaba trabajando como ginecóloga. Desde el punto de vista de la población sanitaria, al principio teníamos la necesidad de contar con unas órdenes claras. Cuando el Gobierno de Aragón, y posteriormente el Gobierno de España, actuaron, el sector respiró un poco”, apunta.
Aquellos días fueron especialmente difíciles. Apenas había mascarillas, equipos de protección individual o respiradores, y la capacidad para hacer PCR era muy limitada. “Todo eso se vivía con angustia”, reconoce Falo.
La DGA contó entonces con la solidaridad de los empresarios aragoneses, liderados por CEOE. “Organizó un sistema de compras mucho más ágil, aunque también tuvo que afrontar percances con cargamentos de respiradores en China que a última hora se bajaban del avión porque otro país había pagado más por ellos, una absoluta locura que a mí me llevó a tener un pequeño dislate con un juez. Me acusó de que no había mascarillas y yo le dije que por qué no se ponía a hacerlas él en casa. Nosotros ya no sabíamos qué más hacer, toda la carne que teníamos en el asador se puso para poder atajar todo aquello”, señala el ex dirigente autonómico.
La falta de mascarillas se notaba especialmente en los hospitales. “Antes, en quirófano operábamos a tres pacientes y nos poníamos una por cada uno, pero en ese momento, una mascarilla tenía que durar 48 horas. Todos fuimos conscientes de que era una situación que teníamos que manejar de forma individual y colectiva”, rememora Repollés.
“Ni un minuto que perder”
La declaración del estado de alarma lo cambió todo. La población quedó confinada para 15 días prorrogables que, finalmente, terminaron siendo 100. “Yo lo viví como padre, marido y ciudadano pero, sobre todo, como político responsable de las competencias de sanidad de mi Comunidad. Me di cuenta de que íbamos a tener que afrontar una tarea ímproba para la que nadie nos había preparado. Todo se venía abajo, pero no había un minuto que perder. Había que entregarse en cuerpo y alma para salvar aquella situación”, recalca el también ex secretario general del PSOE-Aragón.
Ir por las calles era completamente “desolador”. “También tenía una preocupación seria por la familia. Yo fui todos los días al Pignatelli e hice muchas reuniones con gente, lo que me convertía en un potencial transmisor de la dichosa covid”, afirma.
Aunque todo aquello ha quedado atrás, Lambán cree que la pandemia ha dejado una huella en el subconsciente de la población. “Algo así ha tenido que quedar en nuestros comportamientos colectivos y algún día aflorará. Porque de una experiencia de esa naturaleza, una sociedad no sale absolutamente indemne, sino afectada. No tengo ningún tipo de dudas”, dice cinco años después.
A Repollés, por entonces ginecóloga, le tocó acompañar a las parturientas en momentos en los que estaban solas. “Vivían un momento tan potencialmente bonito acompañadas únicamente por los sanitarios que las estábamos atendiendo. Fueron días muy emocionales. No solo tenías que atender la enfermedad, sino las emociones de los pacientes en momentos tan comprometidos”, recuerda.
Falo, por su parte, se ‘confinó’ prácticamente en el trabajo. “La última actualización de datos la hacíamos a la una de la madrugada. Pero bueno, como yo, muchos. Lo pasábamos mal, pero éramos muchos en esa situación. Entonces estaba todo cerrado y cada uno llevaba algo de comer: unos bizcocho, otros tortilla… Ese fue nuestro día a día durante mucho tiempo. Era un no parar”, expone.
Vuelven los problemas
La salida del confinamiento, tres meses después, parecía apuntar al fin de la pandemia. Pero nada más lejos. La ‘crisis de los temporeros’ hizo que Aragón tuviera siempre “una onda más que el resto”. “No fuimos los únicos que tuvimos ese problema, pero sí los únicos que lo contamos”, recuerda el ex director general de Salud Pública.
Los tres coinciden en que, a pesar de las recomendaciones, la situación de especial vulnerabilidad de estas personas hacía que intentasen trabajar “aunque estuvieran enfermas”. “Son realidades sociales que terminaron imponiéndose”, indica Falo.
Repollés se estrenó “prácticamente con esto” como sucesora de Pilar Ventura. “Estábamos muy contentos, estábamos desescalando y había cierta euforia. Nadie pensaba que acabaría habiendo tantas olas de covid”, admite.
Todo este aprendizaje hizo que los temporeros y los trabajadores de mataderos fueran de los primeros en vacunarse. El esfuerzo que se hizo desde el sistema sanitario, remarca Falo, fue “tremendo”, ya que esta población ni siquiera aparecía en las bases de datos, lo que obligó a hacer “un esfuerzo previo de búsqueda”. A partir de ahí, la vacuna fue llegando al resto, reduciendo la covid-19 a una pesadilla de la que, afortunadamente, la sociedad ha sabido recuperarse en tiempo récord.